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QUÉ TRAJO Y QUE LLEVÓ COLÓN A EUROPA?
Cuando llegó Colón en 1492, América, ya era un mundo desarrollado, donde se hablaban casi mil lenguas o dialectos distintos (solamente en Colombia existían 620 grupos idiomáticos y hoy solo subsisten 64 dialectos). Se calcula que aquí vivían entre 50 y 100 millones de nativos y además de una gran cantidad de «productos de la tierra», los conquistadores de América encontraron aquí, que los pueblos organizados en sociedades, como los Mayas y los Incas, tenían su propia visión de temas como el tratamiento de residuos, el suministro de agua, el rol de las mujeres y las diversidades de género (ver Cuatro cosas en las que América
Un mundo nuevo y extraño
Teotihuacán era la ciudad más grande de América y tenía más de 200 mil habitantes y en los territorios que hoy ocupa Colombia, había tres millones de habitantes en innumerables poblados y ciudadelas, todas las cuales, contaban con fuertes organizaciones militares.
Aquí no había hierro ni acero ni tampoco sofisticadas armas para la caza o el combate. El arco y las flechas, las lanzas, “la macana” (garrote de madera dura) y la “honda, les eran suficientes.
En las tierras del oeste existían dos imperios, el Azteca y el Inca, dos imperios donde resplandecía el oro y la plata y cuyo desarrollo bien podría compararse con el que se le atribuye a las civilizaciones griega y romana de la antigüedad. Para ellos, el oro no tenía valor comercial y lo utilizaban solamente en la ornamentación de sus edificios y en la confección de joyas y símbolos rituales.
También desarrollaron calendarios y a falta de escritura, los Incas tenían un sofisticado correo oral. La arquitectura estaba muy desarrollada. En el Perú había templos de mármol y en México había obras de gran belleza como las pirámides del Sol y de la Luna.
Los Incas construyeron miles de kilómetros de caminos empedrados; en el Cuzco, las construcciones militares tenían bastiones en zig-zag y en los territorios que hoy ocupa Colombia, los Taironas, tenían puentes de piedra y los Zenúes, desarrollaron un sistema de irrigación para abastecer de agua a 250 mil hectáreas
Los indios del Pacífico construían gigantescas canoas para pescar o guerrear y los de las vecindades del Orinoco practicaban un deporte parecido al fútbol con bolas de caucho.
Acotemos que en toda América imperaban las teocracias y los nativos eran politeístas, es decir, tenían varios dioses. Los Caribes creían que eran descendientes del tigre y los Chibchas del beso del sol con la laguna. Regía un patriarcado liviano y hubo muchas mujeres que se desempeñaban como “cacicas”. La homosexualidad era tolerada en las sociedades indígenas y en algunos pueblos, las mujeres adúlteras eran asesinadas. Algunas tribus, como los Caribes, tenían esclavos.
Eran supersticiosos y miraban con temor la llegada de las tormentas y de los rayos. Tenían sus “chamanes (brujos o curanderos) y muchos nativos le atribuían propiedades curativas a la sangre. Durante los velatorios de los muertos, los indígenas lloraban, bailaban y bebían.
Los frutos de la tierra y la fauna que aquí conocieron
A partir del descubrimiento de América, el intercambio de hábitos, animales y alimentos entre América y Europa fue muy intenso. Aquí encontraron y llevaron a Europa el maíz, las papas y el tomate. Al principio, los europeos creían que la papa y el tomate eran venenosos, pero fue ese tubérculo el que después los salvó del hambre y el tomate (el de árbol, que se cree que es de origen colombiano), cuando llegó a Italia lo llamaban “la manzana de oro” y fue furor.
El maíz lo llevó el mismo Colón al regresar de su primer viaje y con él, se cambiaron radicalmente los hábitos y las posibilidades alimentarias de grandes núcleos poblacionales, carentes de medios de subsistencia suficientes.
También llevaron a Europa el cacao, la piña o ananá, el coco, la chirimoya (que llamaban manjar blanco), el maracuyá, que llamaban “fruto de la pasión” y la guanábana; los ajíes, las arvejas, el aguacate o palta y la quina; la auyama (especie de calabacita amarilla) y la calabaza no se conocían en Europa.; en Cuba conocieron el perejil, el amaranto y el tabaco (se calcula que el tabaco les produjo más riquezas que el oro).
Conocieron el guanaco, la llama y la danta, pero jamás los llevaron a Europa, como tampoco llevaron ninguna de las nuevas para ellos, especies de peces que aquí encontraron. Lo que si llevaron fueron los conejos domésticos y el asno, además dos animales, hoy ya casi extinguidos: los hurones y los coipúes o nutria de río.
Lo que más les llamó la atención de América fue la gran cantidad y variedad de pájaros que encontraban a su paso. Cuentan que atrapaban guacamayas tan grandes «como pollas» y que se llevaron gran cantidad de ejemplares de chorlos, tucanes y pericos, éstos últimos por la sorpresa que les causaba el oírlos “hablar”.
Sorpresa también es lo que les causó conocer los «perros que no ladraban”, animales que eran criados por los indígenas para comerlos (1), las hormigas (por su gran cantidad y voracidad), el “manao” (una especie de pecarí), la iguana (no sabían si era pez o reptil) y en las Antillas conocieron el caucho y les encantaron las tortugas, sobre todo la de carey. Los indígenas les enseñaron a los españoles a hacer pan de casabe y pan de canela (o de burro) y éstos les enseñaron a hacer aguardiente.
Los españoles trajeron de Europa
De Europa, trajeron el trigo (las primeras semillas europeas, las trajo Jerónimo Lebrón en 1550 y fueron sembradas en Colombia), el arroz, el mango, el melón, el pepino, el frijol, la cebada, el repollo y la coliflor; el plátano o banana, la naranja, la mandarina y el limón; las uvas, el melocotón y la manzana. Trajeron la caña de azúcar, el algodón y el olivo (pero este último en sus comienzos no se desarrolló).
Con ellos llegaron el caballo, el búfalo y la gallina y además de traer el catolicismo, con ellos llegaron las ollas, las sartenes, las canecas (recipiente de barro para contener líquidos) y los manteles. Llegaron también los espejos, que cambiaron loa vida de los indígenas el violín y la guitarra.
Pero también trajeron tres especies de rata: la negra, la gris y la casera, los piojos y las pulgas y con ellos, diversas pestes, que les fueron transmitidas a los nativos y que junto a las enfermedades que con ellos vinieron, se calcula que causaron la muerte del 90% de la población indígena. Las enfermedades que más los afectaba antes de la llegada de los españoles, eran la tuberculosis y los parásitos intestinales y no tenían defensas ni anticuerpos para defenderse contra las pestes y enfermedades que llegaron con los barcos enviados desde Europa.
Ante las nuevas enfermedades que diezmaban sus tribus, los indígenas creyeron que sus dioses los habían abandonado y dejando de lado sus creencias religiosas, se acogieron más fácilmente al cristianismo.
La primera epidemia fue de viruela y llegó en 1519 y la población de Colombia se redujo a la mitad en sólo 20 años y la de México cayó de 20 a 1.6 millones. Cuan-do Cortés llegó a reconquistar la capital del imperio azteca, Tenochtitlán, buena parte de sus habitantes habían muerto de viruela. Una víctima famosa de la viruela fue el emperador inca Huayna Capac.
El sarampión llegó después y luego llegaron la tosferina y las paperas. La lepra fue otro de los males traídos por los españoles (Gonzalo Jiménez de Quesada, fundador de la ciudad de Bogotá, Colombia, murió de lepra en 1579, a los 80 años.
De Europa también llegó la gripe, que golpeó duramente a los indígenas y la difteria. El tifo, que produjo millones de muertos, el cólera, la fiebre amarilla y la conjuntivitis (ambas traídos por los esclavos que venían de África y que paradójicamente, resultaron ser ello, más resistentes a las epidemias).
Entre las venéreas, los españoles trajeron la gonorrea y aunque no hay certeza, se cree que también la sífilis, contrariando la teoría de que esta enfermedad ya estaba en América desde antes de la llegada de los españoles. Recordemos que la primera víctima notable de ella, fue Pedro de Mendoza, quien, cuando ya regresaba a España después de fundar “Santa María del Buen Ayre” en 1536, murió en alta mar, sin saberse si ya había llegado enfermo o si se había contagiado en América, debido a la vida promiscua que aquí llevó con las nativas.
Dos dudas aún no resueltas
Y precisamente, es la referida a la sífilis, la que ha generado, junto con el azúcar, las más enconadas discusiones acerca de si vinieron a América con los españoles o ya estaban aquí antes de su llegada.
La sífilis
La sífilis, llamada antiguamente morbo gálico, mal francés o bubas, es una enfermedad infecciosa, trasmitida casi exclusivamente por contacto sexual, cuyas manifestaciones clínicas aparecen y desaparecen en las distintas etapas de la enfermedad, mediante úlceras en los órganos sexuales y manchas rojas y purulentas en el cuerpo, produciendo lesiones irreversibles en el sistema nervioso y el aparato circulatorio.
Esta enfermedad venérea hizo una violenta y explosiva aparición en Europa en 1493, durante la guerra de la conquista de Nápoles por Carlos VIII de Francia y nadie supo en ese entonces, de dónde venía esa enfermedad implacable, que diezmó al ejército francés y a la población napolitana. Los franceses la llamaron «mal de Nápoles», los napolitanos «morbo gálico», echándose mutuamente la culpa del flagelo, que rápidamente se extendió a toda Europa.
Ninguno tenía razón, porque no era francesa ni napolitana y aún hoy, hay diversas versiones acerca de su origen y solo dos de ellas, pueden ser las que más se acercan a la realidad, aunque en definitiva, todavía no se ha podido determinar con exactitud, ni cuándo ni dónde apareció la enfermedad por primera vez.
Lo que se sabe es que existe desde tiempos inmemoriales y el descubrimiento de América por Cristóbal Colón en 1492, despertó una polémica que aún no tiene respuesta: La trajo Colón a América, como afirman los críticos de esa epopeya, que lo responsabilizan por ser la cabeza de un genocidio y el culpable de todos los males que destruyeron “este idílico lugar” que era América antes de su llegada, o fueron algunos de sus tripulantes los que la llevaron a Europa, luego de haberse contagiado con la peste en América?.
De todas maneras, las culpas de que la sífilis exista en nuestro mundo, caerán inexorablemente, sobre los hombros de Colón, porque ya sea que la trajo o que la llevó, siempre, el culpable será él, ante los ojos de los americanos y ante los ojos de los europeos, según se deduce de esas dos hipótesis de las que hemos hecho mención:
El azúcar
Aunque Ruy Díaz de Guzmán, en 1612 afirma en su obra “La Argentina”, que la caña de azúcar fue encontrada por los conquistadores españoles en los bosques orientales de Tucumán, como un elemento indígena más, numerosos historiadores sostienen que la caña de azúcar era desconocida en América y que fueron los expedicionarios los que la trajeron desde España en sus primeros viajes al nuevo continente.
Tratando de aclarar este tema, diremos que la primera referencia que se tiene acera de la presencia del azúcar en el Río de la Plata, dice que en 1646, don Juan Serrano tenía plantaciones de caña de azúcar en el Departamento Chicligasta en la actual provincia de Tucumán y existen referencias de que la caña de azúcar «prosperaba maravillosamente» en esa provincia a fines del siglo XVII, habiendo sido los jesuitas, quienes intensificaron estos cultivos en las tierras de esa provincia.
Según esta versión, los jesuitas, que en 1585 habían llegado a Santiago del Estero, a principios del siglo XVII ,se habrían trasladado de Santiago del Estero hacia Tucumán, impulsados, tanto por «la hostilidad que manifestaban contra ellos los encomenderos», como por la constante oposición de los religiosos al servicio personal, o por lo malsano del clima de Santiago, lo salitroso de la tierra y la poca fertilidad del suelo y es posible que hayan llevado con ellos, algunas de las estacas de caña de azúcar traídas por los españoles, y que las hayan plantado en Tucumán, para sorpresa de Ruíz Díaz de Guzmán.
En cuanto al Arte
Con los españoles se expandió el arte barroco en el Nuevo Mundo y América, a su vez, influyó en el arte europeo. En el arte español se inició una etapa de colorido y tropicalismo y en las pinturas, comenzaron a aparecer el maíz y la papa y naturalezas muertas con las frutas americanas que tenían mayor acogida en los bodegones,
Consecuencias impensadas
Sin reparar en ello, Colón había traído a América, un problema inesperado con parte del bagaje que trajo al Nuevo Mundo. Caballos, cerdos, vacas y ovejas, que obedeciendo al mandato divino, se reprodujeron de tal modo, que terminaron provocando un verdadero impacto ecológico en el nuevo mundo.
A partir de ese momento, América nunca volvió a ser la misma. «Aun antes de que los primeros colonos llegaran a regiones como las grandes llanuras de América del Norte, el medio ambiente había sido alterado considerablemente por los animales que Colón trajo desde el Viejo Mundo», dice Hernán Viola, un historiador del Instituto Smithsoniano.
Plantas, animales y enfermedades introducidas por Colón y por quienes lo siguieron, alteraron la flora y la fauna del mundo, reordenaron la composición étnica de países enteros y cambiaron la dieta y la salud de la gente en todas partes», continúa Viola. Los trópicos del Nuevo Mundo ofrecieron una cornucopia de delicias a los animales traídos por Colón, tales como los cerdos.
Esos animales omnívoros comieron lagartijas, nueces, bayas, mandioca, piñas y pájaros, lo que sirvió para engrosar increíblemente las piaras. Diseminados gradualmente a través de ambos continentes de América, esos cerdos salvajes despojaron el paisaje de su fauna y su flora nativas.
Los trópicos resultaron igualmente fértiles para los caballos cerriles». “Y cuando las tropillas llegaron a las ricas pasturas de América del Sur y del Norte, su número aumentó astronómicamente. También vacas y ovejas encontraron un nicho ecológico en el Nuevo Mundo y florecieron. Sometidas al vapuleo de millones de nuevas pezuñas y dientes, muchas especies nativas de pasto y otras plantas murieron y fueron reemplazadas por otras asiáticas y europeas, más resistentes. Las plantas del Viejo Mundo también transformaron a América.
“La deforestación tropical, una de las cuestiones más candentes del siglo veinte, tiene sus raíces en la caña de azúcar que Colón plantó en la isla La Española, en 1493, sostiene Viola. «La caña de azúcar demandaba enormes recursos humanos para ser lucrativa -recuerda- Con el sistema de las plantaciones llegó el asalto inicial contra los bosques tropicales del Nuevo Mundo, acompañado de una considerable oleada de esclavos africanos».
(1). Muchos creían que el perro había llegado con los españoles. Lo cierto es que en América ya existían desde 20.000 años A.C. Estudios genéticos indican que el perro llegó a América con el Homo sapiens hace alrededor de 11.000 años por el estrecho de Bering y que ya, en territorio americano, se fueron creando varios tipos de canes, los cuales pueden distinguirse como razas características de este continente.
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A partir del descubrimiento de América, el intercambio de hábitos, animales y alimentos entre este nuevo Continente y Europa fue muy intenso y muchos frutos de la tierra y la fauna que aquí conocieron los españoles y que fueron llevados a Europa, introdujeron importantes cambios en la dieta de los europeos y en algunos casos, como el de la papa y el maíz, ayudaron a superar grandes hambrunas.
Aquí encontraron el maíz, las papas y el tomate. Al principio, los europeos creían que la papa y el tomate eran venenosos, pero fue ese tubérculo el que después los salvó del hambre y el tomate (el de árbol, que se cree que es de origen colombiano), cuando llegó a Italia lo llamaban “la manzana de oro” y fue furor. El maíz lo llevó el mismo COLÓN al regresar de su primer viaje y con él, se cambiaron radicalmente los hábitos y las posibilidades alimentarias de grandes núcleos poblacionales, carentes de medios de subsistencia suficientes.
También llevaron el cacao y el chocolate, la piña o ananá, el maní. el coco, la chirimoya (que llamaban manjar blanco), el maracuyá, que llamaban “fruto de la pasión” y la guanábana; los ajíes, los porotos, la mandioca, las arvejas, el aguacate o palta y la quina; la auyama (especie de calabacita amarilla), la batata y la calabaza no se conocían en Europa.; en Cuba conocieron el perejil, el amaranto y el tabaco (se calcula que el tabaco les produjo más riquezas que el oro).
Conocieron el guanaco, la llama y la danta, pero jamás los llevaron a Europa, como tampoco llevaron ninguna de las nuevas para ellos, especies de peces que aquí encontraron. Lo que si llevaron fueron pavos, conejos domésticos y el asno, además dos animales, hoy ya casi extinguidos: los urones y los coipúes o nutria de río.
Lo que más les llamó la atención de América fue la gran cantidad y variedad de pájaros que encontraban a su paso. Cuentan que atrapaban guacamayas tan grandes «como pollas» y que se llevaron gran cantidad de ejemplares de chorlos, tucanes y pericos, éstos últimos por la sorpresa que les causaba el oírlos “hablar”.
Sorpresa también es lo que les causó conocer los «perros que no ladraban”, animales que eran criados por los indígenas para comerlos (1), las hormigas (por su gran cantidad y voracidad), el “manao” (una especie de pecarí), la iguana (no sabían si era pez o reptil) y en las Antillas conocieron el caucho y les encantaron las tortugas, sobre todo la de carey.
Los indígenas les enseñaron a los españoles a hacer pan de casabe y pan de canela (o de burro) y éstos les enseñaron a hacer aguardiente.
Como contrapartida, recordemos que los españoles trajeron de Europa el trigo. Las primeras semillas europeas, las trajo JERÓNIMO LEBRÓN en 1550 y fueron sembradas en Colombia (ver Primera siembra de trigo en el Río de la Plata), el café, el arroz, el mango, el melón, el pepino, la cebada, el repollo y la coliflor; el plátano o banana, la naranja, la mandarina y el limón; las uvas, el melocotón y la manzana. Trajeron la caña de azúcar, el algodón y el olivo (pero este último en sus comienzos no se desarrolló).
Con ellos llegaron el caballo, la vaca, el cerdo, el búfalo, la oveja, la cabra y la gallina y además de traer el catolicismo, con ellos llegaron las ollas, las sartenes, las canecas (recipiente de barro para contener líquidos) y los manteles. Llegaron también los espejos, que cambiaron loa vida de los indígenas el violín y la guitarra.
Pero también trajeron tres especies de rata: la negra, la gris y la casera, los piojos y las pulgas y con ellos, diversas pestes, que les fueron transmitidas a los nativos y que junto a las enfermedades que con ellos vinieron, se calcula que causaron la muerte del 90% de la población indígena. Las enfermedades que más los afectaba antes de la llegada de los españoles, eran la tuberculosis y los parásitos intestinales y no tenían defensas ni anticuerpos para defenderse contra las pestes y enfermedades que llegaron con los barcos enviados desde Europa.
Ante las nuevas enfermedades que diezmaban sus tribus, los indígenas creyeron que sus dioses los habían abandonado y dejando de lado sus creencias religiosas, se acogieron más fácilmente al cristianismo.
La primera epidemia fue de viruela y llegó en 1519 y la población de Colombia se redujo a la mitad en sólo 20 años y la de México cayó de 20 a 1.6 millones. Cuando Cortés llegó a reconquistar la capital del imperio azteca, Tenochtitlán, buena parte de sus habitantes habían muerto de viruela. Una víctima famosa de la viruela fue el emperador inca HUAYNA CAPAC.
El sarampión llegó después y luego llegaron la tosferina y las paperas. La lepra fue otro de los males traídos por los españoles (GONZALO JIMÉNEZ DE QUESADA, fundador de la ciudad de Bogotá, Colombia, murió de lepra en 1579, a los 80 años.
De Europa también llegó la gripe, que golpeó duramente a los indígenas y la difteria. El tifo, que produjo millones de muertos, el cólera, la fiebre amarilla y la conjuntivitis (ambas traídos por los esclavos que venían de África y que paradójicamente, resultaron ser ello, más resistentes a las epidemias).
Entre las venéreas, los españoles trajeron la gonorrea y aunque no hay certeza, se cree que también la sífilis, contrariando la teoría de que esta enfermedad ya estaba en América desde antes de la llegada de los españoles. Recordemos que la primera víctima notable de ella, fue PEDRO DE MENDOZA, quien, cuando ya regresaba a España después de fundar “Santa María del Buen Ayre” en 1536, murió en alta mar, sin saberse si ya había llegado enfermo o si se había contagiado en América, debido a la vida promiscua que aquí llevó con las nativas (ver La sífilis. Americana o europea?).
Con los españoles se expandió el arte barroco en el Nuevo Mundo y América, a su vez, influyó en el arte europeo. En el arte español se inició una etapa de colorido y tropicalismo y en las pinturas, comenzaron a aparecer el maíz y la papa y naturalezas muertas con las frutas americanas que tenían mayor acogida en los bodegones,
(1). Muchos creían que el perro había llegado con los españoles. Lo cierto es que en América ya existían desde 20.000 años A.C. Estudios genéticos indican que el perro llegó a América con el Homo sapiens hace alrededor de 11.000 años por el estrecho de Bering y que ya, en territorio americano, se fueron creando varios tipos de canes, los cuales pueden distinguirse como razas características de este continente.