INTRODUCCIÓN DE LA RAZA NEGRA EN EL RIO DE LA PLATA (1585)

Poco tiempo pasó, desde que CRISTÓBAL COLÓN descubriera América en 1492, y ya, los portugueses, enviando esclavos negros capturados en el África a estas nuevas tierras, dieron comienzo a un drama que ensombreció la historia de la colonización, lucrando con un comercio infamante, que se desarrolló impune a la vista de gobernantes y muchas veces estimulado por éstos.

Negreros y esclavos': luz sobre los negreros catalanes

Este comercio vil, de seres humanos que ya era costumbre en la antigüedad más remota, adquirió extraordinaria importancia con el descubrimiento del Nuevo Mundo, aunque los conquistadores no encontraron en las civilizaciones precolombinas ningún rastro de esclavitud, ni vocación por ella, salvo entre los aztecas, quienes, cuando quisieron imponerla a los nativos, comprobaron con asombro, que les resultaba más económica la esclavitud de los negros, pues, según lo confirmara la primera expedición enviada por Fernando VII, un negro hacía el trabajo de cuatro de sus aborígenes.

Y fue tan solo 13 años después de que fueran descubiertas estas tierras, cuando ya, en 1505, comenzó la importación de individuos de raza negra a América, actividad que fue impulsada al principio, por a las necesidades planteadas por la colonización del nuevo mundo, tarea que demandaba el empleo de numerosa mano de obra barata, pero también y muy especialmente por la incapacidad física de los aborígenes nativos, para soportar la dureza que imponía la explotación de minas, y las tareas que los españoles no estaban dispuestos a realizar.

Los primeros esclavos fueron solicitados en América, en 1505, por los frailes franciscanos y la Real Audiencia de Santo Domingo para trabajar en las plantaciones. Luego fueron solicitados por México, Perú y finalmente, el Río de la Plata.

Las grandes potencias colonizadoras de Europa: España, Portugal, Francia, Inglaterra y Holanda, consideraron legítimo el tráfico de esclavos hasta bien entrado el siglo XIX, y como este comercio producía importantes ingresos a las arcas reales, la corona española lucró desembozadamente con esta actividad, vendiendo licencias para permitir llevar esclavos negros a América. La licencia para transportar un esclavo costaba ocho ducados y en el siglo XVI se concedieron en España más de ciento veinte mil licencias.

Monopolizado inicialmente por comerciantes portugueses que comenzaron a dedicarse de manera intensiva y profesional a esta actividad, en los comienzos del siglo XVI (el primer comentario referido a esta actividad, data de 1505), llegan los primeros esclavos africanos al continente americano y rápidamente, el tráfico de esclavos hacia las Indias Occidentales, en calidad de mano de obra barata para reemplazar a la indígena, muy escasa en algunas regiones y poco apta para los trabajos pesados, adquiere proporciones catastróficas.

Contrabandistas y aventureros franceses, alemanes, ingleses y holandeses, alertados por el gran negocio que se abría ante sus ojos, siguiendo los pasos de los portugueses, se suman a este infamante comercio y fundan distintas compañías como la “Compañía Francesa de Guinea”, la “Royal African Company”, La “Compañía inglesa del Mar del Sur”,  y la “Campagnie de la France Equinoxiale” e inundaron de esclavos sus colonias en América. Los barcos “negreros» entraban legal o ilegalmente a los puertos, cargados de mercaderías que tanto podían ser objetos como esclavos, ya que todos entraban en el mismo rubro.

Se calcula que entre 1505 y 1641 llegaron así a América unos 620.000 africanos. El tráfico masivo no llegó sin embargo hasta el siglo XVIII, principalmente a manos de ingleses y franceses, que transportaron más de 5.500.000 principalmente a sus posesiones azucareras en el Caribe, como Barbados y Santo Domingo.

El tráfico de esclavos en las colonias españolas se efectuaba a través de permisos o “asientos” otorgados por el gobierno de la corona a ciertos comerciantes, en general portugueses, siendo las primas e impuestos que éstos pagaban, una fuente de ingresos muy beneficiosa para España.

Otro sistema de ingreso, eran “las arribadas forzosas”, una fórmula por la cual un barco podía entrar a puerto con el pretexto de haber extraviado el rumbo o tener averías. El rey recibía permanentemente pedidos de permiso para ingresar esclavos y los motivos principales eran la pobreza de la ciudad y el hecho de que los indios eran considerados demasiado rebeldes para ejecutar los trabajos. Según un cronista, hacia 1770, había muchos negros en la ciudad y algunas familias no tenían otra propiedad, “más que sus numerosos esclavos”.

Los negros eran enviados al continente americano después de ser apresados en África, en verdaderas cacerías que dejaban sin sus hombres más vigorosos y aptos a los poblados del Continente. Una gran porción de ellos, llegaban al territorio rioplatense a través del puerto de Buenos Aires y también desde las posesiones portuguesas. Se los ocupaba en los lavaderos de oro, en las chacras vecinas a las ciudades, en diversas industrias, en tareas domésticas de carácter suntuario y principalmente, en la agricultura intensiva y en las minas. Los negros “importados” eran fuertes y resistentes.

No es de extrañar que así haya sido, debido a que los débiles perecían en el cruce del Atlántico, realizado en las bodegas de los buques negreros donde viajaban engrillados y expuestos a morirse de sed o a contagiarse enfermedades, ya que el traslado de estos infelices, era una experiencia dolorosa que ofende la dignidad humana y la situación de los esclavos, debería haber sido “la vergüenza de un pueblo libre, una deshonra, su conocimiento y un delito, su autorización».

El relato de un médico de esa época, nos enfrenta a esta tragedia cuando expresa: «(…) los esclavos negros llegan a la costa africana, con todos los elementos de la enfermedad encima, retenidos por grillos y bozales durante muchos meses; bebiendo poco y consumiendo raíces; desfallecidos por el calor y la fatiga de las marchas y expuestos a las intemperies, llegando de tal forma a Mozambique, casi exhaustos, faltando aún los suplicios de la travesía marítima que los llevará al triste destino que los aguarda en América”

Una vez instalados en tierra americana, la mortalidad entre los esclavos negros era crecidísima en los primeros tiempos, pero, más tarde, adaptados ya al clima y a los rigores de su servicio, disminuyó y los más fuertes eran destinados al trabajo en las minas. Los demás realizaban el trabajo que los españoles, convertidos repentinamente en señores, no querían hacer y que los aborígenes no podían soportar.

Primeros esclavos para Buenos Aires
En 1585 El obispo del Tucumán, FRANCISCO DE VICTORIA equipó un barco que envió hacia el Brasil para traer esclavos, que aunque fue saqueado por corsarios, consiguió regresar con una carga de 80 negros, que se constituye en el primer cargamento de ese innoble comercio que llega con destino final en Buenos Aires (ver La esclavitud en el Río de la Plata).

A partir de entonces, el puerto de Buenos Aires se convirtió en la gran puerta de entrada al territorio americano, preferida por los “negreros” por la lenidad de sus reglas y controles y desde aquí partían también. grandes grupos de negros, hacinados en carretas, para ir a trabajar a las minas de plata de la ciudad de Potosí.

Ya en 1588, el ingreso de esclavos africanos en las colonias del Río de la Plata, era considerada como una actividad más de los contrabandistas y este comercio siguió desarrollándose libremente (pero todavía no legalizado), como lo demuestra una real cédula expedida en 1595, autorizando “con carácter de excepcional” a PEDRO GÓMEZ REYNEL (o Reynal) y a GONZALO BÁEZ a introducir en la colonia, seiscientos esclavos negros por año durante nueve años. En ese lapso, introdujeron cinco mil seiscientos treinta y nueve esclavos que fueron, en su mayoría, destinados a Brasil y Las Antillas

Porque no todos quedaban en estas costas, muchos de ellos eran enviados también al otro lado de la cordillera para ponerlos en venta o llevados para que trabajaran en las minas y plantaciones del Alto y el Bajo Perú.

El 21 de enero de 1589 se llevó a cabo en Buenos Aires, la primera venta publica de esclavos en el Rio de la Plata. Fue anunciado por un pregonero y los esclavos vendidos fueron VICENCIO y MACIÁN.

Entre 1606 y 1625 se confiscaron alrededor de ocho mil novecientos treinta y dos negros, por haber sido traídos en forma ilegal. El precio de los esclavos por entonces, oscilaba entre los sesenta y setenta pesos oro por cada “pieza” en buen estado.

Recién en 1618, el tráfico de esclavos en las colonias españolas comenzó a practicarse en forma “legal”. La necesidad de reemplazar a los indígenas que no respondían en los trabajos rudos, impulso al Gobernador de Asunción, MANUEL DE FRÍAS a elevar una petición al Rey de España, exponiéndole que “faltando en estas tierras, personal de labranza, se hacía necesaria la introducción de negros esclavos para remediar el inconveniente” y así se institucionalizó “la trata”.

Entre 1708 y 1712, la Compañía Francesa de Guinea importó cerca de tres mil quinientos esclavos. En 1713, por el Tratado de Utrecht, Inglaterra obtuvo un asiento similar por treinta años y representantes de la Compañía del Mar del Sur, aparecieron de inmediato en Buenos Aires, con el fin de alistar todo lo necesario para realizar este comercio y para utilizar el tráfico legal de esclavos como eslabón para otro tipo de actividades. Gran Bretaña desarrolló un comercio de esclavos muy activo, trayendo miles de negros a los que vendían en subastas públicas, pero un poco antes del vencimiento del contrato, Inglaterra entró nuevamente en conflicto con España.

Con el antecedente de la concesión otorgada en 1713 a un grupo de mercaderes ingleses, el 14 de mayo de 1718, España concedió esta vez, el monopolio del tráfico de esclavos a la compañía inglesa “Mar del Sur”. Inglaterra obtuvo ese beneficio a cambio de que la compañía se hiciera cargo de una parte de la deuda que la corona española tenía con ese país. El tratado celebrado en Madrid un tiempo antes permitía la introducción por los puertos del Atlántico en América de 144.000 negros y les concedía el acceso del puerto de Buenos Aires, entre otros.

En 1745, con la intención de utilizar el tráfico legal de esclavos como eslabón para otro tipo de comercio, la compañía “Mar del Sur” se estableció en Buenos Aires en una amplia residencia en “El Retiro”, que pertenecía a Miguel de Riglos. La residencia se levantaba en la actual Plaza San Martín, donde había grandes galpones destinados al alojamiento de los esclavos. Allí también se realizaban las subastas y se calcula que en menos de 10 años se vendieron casi 9.000 seres humanos.

Un poco antes del vencimiento del contrato, Inglaterra entró nuevamente en conflicto con España y en 1750 la corona española compró los derechos de la Compañía del Mar del Sur e intentó regresar a su sistema de permisos especiales; el resultado fue caótico y no reportó ningún beneficio y el sistema se hizo cada vez más libre hasta que en 1791, la nueva política real de libre comercio de esclavos, estimulada por las perspectivas de pingües ganancias, se extendió al virreinato de Buenos Aires.

Cuando en 1794 se creó el Consulado en esta ciudad, uno de los primeros cometidos fue controlar el comercio de esclavos que formaba una parte importante de las transacciones globales. Así fue que se incrementó el comercio de esclavos en forma de contrabando hacia Buenos Aires hasta comienzos del siglo XIX. Hacia fines del siglo XVIII fueron llevados a tierras americanas por distintas “empresas” europeas hasta casi 50 mil negros.

Fin de la esclavitud
La libertad era el bien más preciado que buscaban los esclavos. Algunos procuraron comprarla, otros se enrolaron en los ejércitos independentistas para conseguirla; muy pocos la obtuvieron de sus amos y en todos los casos, los libertos no obtenían condiciones de vida iguales a las de los blancos.

En 1792, la Convención francesa abolió la esclavitud, y Gran Bretaña, dejando atrás la sórdida historia de su activa participación en el comercio de esclavos, a principios del siglo XIX, prohibió el execrable tráfico de los negros, imponiendo severísimas penas a quienes se dedicasen a tan “infame comercio”. Recién en el comienzo del siglo XIX, empieza a percibirse la presencia un fuerte movimiento internacional tendiente a la eliminación de la trata.

El Congreso de Viena (1815), el Congreso de Verona (1822), el Tratado de Londres (1841) y el Acta de Berlín (1885) tuvieron en sus temarios la supresión del comercio de esclavos. Pero la conferencia que mayor trascendencia internacional tuvo, fue la celebrada en Bruselas en 1889-1890, donde se resolvió perseguir y reprimir la “trata” permitiendo incluso, capturar a los barcos que condujeran esclavos. Asistieron a ella Francia, España, Portugal, Italia, Austria, Inglaterra, Alemania, Rusia, Bélgica y otros Estados. Fue tema permanente de la disuelta Sociedad de las Naciones, que trató de extirparla de su último reducto en el corazón del continente africano.

En América, producidos los movimientos emancipadores, las naciones americanas —en sintonía con el progreso que imponía la civilización— no tardaron en dictar leyes justicieras con respecto al indio y al negro y en los Estado Unidos de Norteamérca, el destino de la esclavitud, generó una fuerte tensión política que en 1861 desembocó en una guerra civil donde se enfrentaron “Norte” contra “Sur” para definir la cuestión

En el Río de la Plata, a partir de setiembre de 1811, es cuando comienza a vislumbrarse el fin de la “trata”. Fue cuando la Junta Grande dio a conocer disposiciones humanitarias, al declarar extinguida toda forma de servicio personal de los indios, política que se continúa luego, cuando el Primer Triunvirato, el 9 de abril de 1812, prohibió la introducción de esclavos en las Provincias Unidas y declaró “libre a todo esclavo que pisare el suelo de la patria, después del 25 de Mayo de 1810.

Poco más tarde, un Decreto fechado el 9 de abril de 1812 contiene una disposición largamente esperada: “la prohibición absoluta de introducir expediciones de esclavos, destinadas a venderlos en el mercado. Las que lleguen dentro de un año de la promulgación del decreto, deberán salir inmediatamente de nuestros puertos. Las arribadas con posterioridad, serán confiscadas y sus integrantes, declarados en libertad. Los considerandos del decreto aluden a la actitud uniforme de las naciones cultas, respecto al problema de la esclavitud y a las consecuencias de los principios liberales que defienden los pueblos rioplatenses”.

Luego, la Asamblea de 1813, se sumó a esta humanitaria decisión y el 2 de febrero de 1813, emitió un Decreto (1) sancionando la “libertad de vientres”, estableciendo que los hijos de esclavos nacidos a partir del 31 de enero anterior debían ser considerados hombres libres, aunque debían seguir cumpliendo con ciertas obligaciones para con sus amos y viceversa”. (2). A partir de entonces, la situación de los negros esclavos en el Río de la Plata, comenzará a mejorar notablemente y el Gobierno, con la intención de secundar tan dignos propósitos, estipuló que todo propietario de esclavos, cediese de cada tres, uno, cuyo importe sería reconocido como deuda del Estado y resolvió que con estos libertos, se formasen batallones, con oficialidad compuesta de hombres blancos.

El 4 de febrero la Asamblea dio un paso más, declarando que «…. Siendo tan desdoroso como ultrajante a la Humanidad el que en los mismos pueblos que con tanto tesón y esfuerzo caminan hacia su libertad, sus hijos permanezcan por más tiempo en la esclavitud, esta Asamblea Decreta que todos los esclavos de países extranjeros que de cualquier modo se introduzcan desde este día en adelante, quedan libres, por el solo hecho de pisar el territorio de las Provincias Unidas”

Pero esta medida pronto trajo problemas. El gobierno del Brasil la consideró un acto hostil temiendo la fuga de sus esclavos e hizo llegar una reclamación a través de lord Strangford, que era el embajador inglés ante la corte de Río de Janeiro y para evitar enfrentamientos, el Segundo Triunvirato dio un paso atrás en sus ideales revolucionarios y a fines de diciembre del mismo año, dispuso que los efectos de esta última decisión quedaban suspendidos hasta que el 21 de enero de 1814, la misma Asamblea aclaró esto, diciendo “para que sólo se comprendiese con aquellos que fuesen introducidos por vía del comercio o la venta” quedando como “acuerdo reservado” que los esclavos fugados del Brasil fueran devueltos a sus amos, sin poder alcanzar la libertad (El texto de esta media, tal como se sancionó el 4 de febrero, antes de la protesta de Brasil, se incorporó casi textualmente al texto de la Constitución de 1853).

Más tarde, ya en 1817, necesitando el gobierno de Buenos Aires aumentar los efectivos afectados a las campañas militares de la época, dispuso que los negros recibirían la libertad a cambio de que lucharan en el Ejército de los Andes, logrando con esta medida que gran número de ellos se alistara (3).

Sin embargo, lamentablemente, ninguna de estas medidas puso fin a la esclavitud ni al tráfico de esclavos en las Provincias Unidas del Sur. La impotencia (o incapacidad) de las autoridades, para controlar la aplicación de estas Leyes y el escaso interés de los Estados provinciales independizados, para desterrar la esclavitud, demoró su definitiva erradicación hasta avanzado el siglo XIX

En 1835, poco después de comenzar su segunda presidencia, JUAN MANUEL DE ROSAS firmó un tratado con Inglaterra que terminó con el comercio de negros impulsado por este país, uno de los últimos en renunciar a este tan rendidor “negocio”. Por eso es que muchos esclavos de la época, adoraran al caudillo y lo vieran como su emancipador.

Finalmente, pasados algunos años, la Constitución de 1853 abolió definitivamente la esclavitud y el comercio de esclavos al declarar: “En la Nación Argentina no hay esclavos: los pocos que hoy existen quedan libres desde la jura de esta Constitución».

Pero. como sucedió en otros países del continente americano, aún después de haberse garantizado lo derechos de los afrodescendientes, en los territorios del Río de la Plata, por largo tiempo (y quizás hasta hoy mismo), se mantuvo subyacente un germen discriminatorio en nuestra comunidad y la práctica de la esclavitud se mantuvo de diversas formas por mucho tiempo, aunque a lo largo de los años, la población negra se fue mezclando con la blanca hasta que sus caracteres raciales desaparecieron casi por completo.

La discriminación siguió siendo una realidad. En 1857 solamente dos colegios de los catorce que había en la ciudad admitían niños negros. Hacia 1863, vivían, sólo en Buenos Aires, 6.000 de aquellos negros traídos desde África y aunque ya no existía la esclavitud, vivían en condiciones miserables y hasta 1879 se les prohibió la entrada en el Jardín Florida.

Por eso los negros comenzaron a reunirse y aparecieron periódicos en defensa de su raza y de la igualdad entre los hombres. Algunos de ellos fueron: “La raza africana, “El demócrata negro”, que salió en 1858, “El proletario”, que comenzó a editarse el mismo año y finalmente “El Unionista”. Y fue este último, “El Unionista”, publicado por la comunidad afrodescendiente de Buenos Aires, el que en su edición del 9 de diciembre de 1877, lanza una desgarradora proclama reclamando igualdad de derechos y de justicia para los miembros de su raza., una comunidad negra que todavía, en aquellos años sufría la discriminación de sus vecinos y de las autoridades.

Fuentes: “La trata de negros: datos para su estudio en el Río de la Plata”. Diego Luis Molinari, Buenos Aires, 1916; “La trata de negros en el Río de la Plata durante el siglo XVIII”. Elena de Studer, Buenos Aires, 1958); “El consulado de Buenos Aires y sus proyecciones en la historia del Río de la Plata”. Germán O. E. Tjarks, Buenos Aires, 1962; “La esclavitud en Buenos Aires”. Contenido en “Observa-ciones sobre Buenos Aires y Montevideo”. Emeric Essex Vidal, Ed. EMECE, Buenos Aires, 1999; “El comercio de esclavos en el Río de la Plata”. Liliana Crespi; “Crónica Argentina”. Editorial Codex S.A., Buenos Aires, 1979; “Estampas del pasado”. Busaniche J. L. Solar, Ed. Hachette, Buenos Aires, 1971; “Mármol y bronce”. José M. Aubin, ED. Ángel Estrada y Cía., Buenos Aires, 1911; “Con sangre de negros se edificó nuestra Independencia”, José Octavio Frigerio, Revista Todo es Historia Nº250, Buenos Aires 1988; “La ruta del esclavo en el Río de la Plata”. Herman Hoff y Manuel Bernalez Alvarado, Ed. UNESCO, Montevideo, 2005; “La esclavitud en el Río de la Plata a partir de 1810”. Andrés Eduardo Guillén, 1997; Más información y apoyo gráfico puede encontrarse en el Suplemento Nº 7 de la Revista “Todo es Historia”.

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