LA CABALLERÍA GAUCHA DECIDIÓ EL TRIUNFO DE TUCUMÁN (24/09/1812)

El informe de MANUEL BELGRANO luego de la Batalla de Tucumán, revela que el “Regimiento de Dragones de la Patria”, organizado por el teniente coronel JUAN RAMÓN BALCARCE, sobre la base casi exclusiva de tucumanos, entró en combate, ocupando el ala derecha de sus tropas y cumpliendo sus órdenes, fue la unidad que inició la carga, lanzándose sobre el ala izquierda del enemigo, logrando que con su valor y entereza, se decidiera el triunfo a favor de las armas de la Patria.

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No obstante su escaso entrenamiento, la caballería gaucha con tremenda eficacia, atacó el flanco izquierdo realista, que pronto comenzó a flaquear ante la carga patriota, que a galope tendido, dando espantosos alaridos y golpeando con las riendas los guardamontes de cuero, que producían un ruido extraño y siniestro, los arrollaron y pusieron en fuga, obligando con ello a la infantería realista, ubicada en el centro, a abandonar sus posiciones.

Este cuerpo de caballería ligera era una especie de infantería montada que, según las circunstancias, actuaba a pie o a caballo. Vestía calzoncillo blanco, chiripá, blusa (especie de chaqueta popular), poncho y espuelas. Se cubría las piernas con anchos guardamontes de cuero, llevaba gorra azul y pañuelo al cuello.

Aunque formalmente debían ir armados con sable, fusil y pistola, a falta de estos elementos la mayoría portaba lanzas (armadas con cuchillos enastados en palos) y muchos, sólo puñales, lazos y boleadoras. Algunos testigos afirman que su imagen prometía muy poco desde el punto de vista castrense, pero que presentaban un aspecto verdaderamente salvaje provocando el terror del enemigo.

Combatían apoyando sus flancos descubiertos sobre una sección de dragones veteranos, regularmente disciplinados, que contrastaba con el resto de la línea.

A pesar de las palabras de Belgrano: «Es preciso tratar de no echar mano de paisanos para la guerra, a menos de no verse en un caso tan apurado como el que me he visto» —producto quizás de su afán de mantener un ejército de línea perfecto en su constitución y armamento— la introducción de este elemento popular, valiente y arrojado, en las filas de las fuerzas patriotas, constituyó un valioso aporte en el momento de dirimir diferencias en el campo de batalla (ver La batalla de Tucumán).

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