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ALVEAR, CARLOS MARÍA (1789-1853)
CARLOS ANTONIO JOSÉ GABINO DEL ÁNGEL DE LA GUARDA. un personaje muy controvertido de la historia argentina y calificado como “el más inglés de nuestros próceres”. Brigadier general, comandante de tropas de la Triple Alianza durante la guerra con Paraguay, Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, nació el 25 de octubre de 1789 en Santo Ángel de la Guarda, Misiones del Uruguay. en el seno de una familia social y económicamente prominente.
Hijo de Diego de Alvear y Ponce de León, español y de María Josefa Balbastro, porteña. Joven admirable y ambicioso, estrechamente ligado en su juventud al general SAN MARTÍN, no supo luego estar a la altura de las circunstancias que vivía un país en busca de su libertad, e hizo de su vida política y militar un constante vaivén.
Alternancia que lo llevó desde una brillante actuación en la Asamblea del Año 1813, hasta la oprobiosa destitución que sufriera como Director Supremo en abril de 1815 y luego a una destacada actuación durante su desempeño como primer representante que tuvo la Argentina en los Estados Unidos, pasando por una desgraciada y duramente criticada gestión solicitando el protectorado de Inglaterra.
Participó, con suerte dispar, en diversas actividades que incluyeron el empleo de sus dotes militares, la participación en funciones del Estado y en la diplomacia. En 1802 comenzó su carrera militar como cadete en Buenos Aires y luego en 1804 acompañó a su familia en el trágico viaje a España (1).
Los primeros años de su juventud transcurrieron en Europa. Primero vivió un tiempo en Inglaterra (quizás de allí y de ese entonces, nació su vocación pro inglesa), donde trabó relación con importantes personajes que tendrían figuración en la lucha por la independencia de América, entre ellos JOSÉ DE SAN MARTÍN y luego pasó a España, donde abrazó la carrera militar. Tomó parte en la guerra de la independencia española contra Napoleón, asistiendo a los combates de Talavera, Ciudad Real y otros.
Abandonando una excelente posición social y una apreciable fortuna, se embarcó hacia el Río de la Plata y el 9 de marzo de 1812 llegó a Buenos Aires vía Inglaterra, a bordo del navío “George Canning” con JOSÉ DE SAN MARTÍN, MATÍAS ZAPIOLA, MARTINIANO CHILAVERT, el Barón de HOLMBERG y otros militares que se habían sentido atraídos por la posibilidad de participar en el movimiento libertario que se estaba desarrollando en América.
Desde su regreso a la Buenos Aires en 1812 hasta su muerte, ALVEAR constituyó una fuerza que debe ser tenida en cuenta y señalada, aunque BARTOLOMÉ MITRE le censura su “ambición egoísta, pretendiendo hacer servir a la institución a su engrandecimiento personal”.
Apasionado, elocuente, con talento y encanto personal. Valiente y con una distinguida carrera militar, la ambición desmedida de ALVEAR por desempeñar un papel destacado, tanto política como militarmente, en el manejo de los asuntos de la Nación y en la toma de decisiones sobre su destino, fueron factores que ensombrecen su imagen y le restan méritos bien ganados en los campos de combate y de la diplomacia.
Era, al decir de sus contemporáneos un “niño bien”, ambicioso y soberbio, que se movía en los más altos estratos de la sociedad, protegido por su tío GERVASIO POSADAS. Luego de su llegada a Buenos Aires, ofreció sus servicios al Triunvirato. Aceptado su ofrecimiento, se involucró con entusiasmo en la actividad política y militar y se le otorgó el grado de Sargento Mayor.
Ayudó a organizar la poderosa Logia Lautaro y prácticamente obtuvo el completo control sobre ella. Ayudó al general SAN MARTÍN a organizar el Regimiento de Granaderos a Caballo. Y renunció a sus sueldos. La Sociedad Patriótica lo designó como su Presidente. Promovió la revolución del 8 de octubre de 1812 que derrocó al Primer Triunvirato, movimiento que resultó, según lo señala el historiador Gregorio F. Rodríguez, “un triunfo positivo para Alvear, cuya influencia en la orientación que tomaron los sucesos fue decisiva”.
El Cabildo lo eligió miembro del nuevo Triunvirato pero ALVEAR no aceptó. “Los jefes militares, declaró entonces, “no deben aparecer ni en clase de electores ni de electos, ni tener la menor intervención en estos asuntos, ni otra que proteger la libertad del pueblo”. Volvió al servicio como Segundo Jefe del Regimiento de Granaderos a Caballo y en 1813, participó en el combate de San Lorenzo.
Diputado por Corrientes ante la Asamblea General Constituyente de 1813, fue nombrado Presidente de la misma y fue “alma y brazo de la obra común” e influyó en su marcha y en las decisiones tomadas (véase Asamblea del Año XIII). A su actuación en esa oportunidad se deben, en gran parte, la prohibición del tráfico de esclavos, la supresión de títulos de nobleza y la abolición del tormento.
La guerra civil entorpeció sus proyectos de comandar las tropas del Alto Perú y en 1814, el gobierno lo nombró General en Jefe de Ejército que sitiaba a Montevideo en reemplazo de JOSÉ RONDEAU y le confió la dirección absoluta de las operaciones en la Banda Oriental. Allí, le dio un nuevo y decisivo impulso a las operaciones. Organizó la campaña para someter a los realistas que la ocupaban y colaboró en la idea de Larrea de creación de la escuadra nacional.
Afianzó el sitio que se ejercía sobre Montevideo y el 23 de junio de 1814, ocupó esa ciudad y como Comandante de las fuerzas patriotas y recibió la rendición de los realistas que al mando de GASPAR VIGODET la ocupaban. Esta actuación, le valió un enorme prestigio y fue ascendido a brigadier general y proclamado por la Asamblea “Benemérito de la Patria en Grado Heroico”, pero también le hizo ganar el recelo de Rondeau y de muchos otros jefes militares.
Vuelto a Buenos Aires como Jefe de la guarnición, se convirtió en árbitro de la situación política que vivía en esos momentos el país. Se propuso concentrar el poder en un solo magistrado y lo consiguió, logrando que 1º de febrero de 1814, su tío, GERVASIO ANTONIO DE POSADAS, fuera nombrado Director Supremo. “Tío de Alvear, su elección era un triunfo del partido alvearista, que le preparaba por este medio el camino al poder”, afirma MITRE.
Fue nombrado para reemplazar a RONDEAU como Comandante en Jefe del Ejército del Norte, pero al salir de la ciudad de Córdoba recibió la noticia de la sublevación de las fuerzas en Jujuy (7 de diciembre de 1814). Los promotores rechazaban su mando y acusaban a los directoriales de pretender entregar al país a Fernando VII.
POSADAS renunció y el 9 de enero de 1815, la Asamblea, designó a ALVEAR Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, cargo que desempeñó hasta el 21 de abril del mismo año, tratando siempre de imponer su idea de una fuerte centralización del poder.
Frustrado y herido en su vanidad por la sublevación militar que echó por tierra su intento de reemplazar a RONDEAU como Comandante del Ejército del Norte, ALVEAR asumió como Director Supremo y desilusionado por los resultados de algunos de sus primeros ideales, trató de dar a su poder “la base de un partido militar” por lo que recurre a la fuerza militar para llevar a cabo su programa y se acerca a los ingleses, en busca de un protectorado.
Para ello, destaca la que se conoce como “la misión García ante la Corte de Río de Janeiro”, enviado que llevaba una nota de ALVEAR al Ministro de Negocios Extranjeros de Gran Bretaña y otra a lord Strangford, en las que pedía el protectorado de Inglaterra.
En enero de 1815, Alvear dispone nuevas acciones para controlar los cada vez más osados movimientos del caudillo oriental JOSÉ GERVASIO DE ARTIGAS y luego de algunos encuentros favorables, logra que éste se viera obligado a retirarse a Arernguá y a Ortogués a internarse en el Brasil, pero la vanguardia de las tropas enviadas para contener a ARTIGAS, se sublevó en Fontezuelas (3 de abril de 1815) y exigió la renuncia de Alvear.
Esta revolución se convirtió en un movimiento popular y Alvear desacreditado por su manejo discrecional como Director Supremo, acusado de querer entregar el país a Inglaterra y responsable de otras decisiones impopulares que tomó, se vio obligado a renunciar antes de cumplir los cuatro meses en el ejerció de su mandato (abril de 1815).
Decidió exiliarse y se trasladó con su familia a Río de Janeiro y luego se radicó en Montevideo. El historiador MANUEL CERVERA describe a ALVEAR, el desterrado, “como el jefe de la reacción local y popular contra la aristocracia centralista de Buenos Aires”.
En 1816 regresó de Montevideo y se unió a las fuerzas del caudillo chileno JOSÉ MIGUEL CARRERA y de los caudillos del Litoral FRANCISCO RAMÍREZ y ESTANISLAO LÓPEZ en procura de derrocar al gobierno de Buenos Aires y establecer el federalismo, con él mismo, como gobernador de esta provincia.
No obstante la victoria que obtienen sobre RONDEAU en Cepeda el 1º de febrero de 1820, ALVEAR se vio privado de la gobernación al ser derrotado por MANUEL DORREGO con el apoyo de JUAN MANUEL DE ROSAS y se exilió nuevamente en Montevideo, desde donde planeará su retorno al poder el 25 de abril de 1820.
La “Ley del Olvido” sancionada el 27 de setiembre de 1821, le permitió volver al país. Aquí se retiró a la vida privada hasta que en febrero de 1825, MARTÍN RODRÍGUEZ, Gobernador de Buenos Aires, lo envió como Ministro Plenipotenciario ante Bolivia, pero no alcanzó a ocupar ese cargo, pues al año siguiente tuvo que marchar a cumplir una misión diplomática ante el General SIMÓN BOLÍVAR.
Declarada la guerra con el Brasil, el 10 de diciembre de 1825, el Gobernador de Buenos Aires, a cargo de las Relaciones Exteriores del país, JUAN GREGORIO DE LAS HERAS, lo nombró Comandante en Jefe de las fuerzas combatientes contra el Imperio del Brasil y en 1826, el Presidente RIVADAVIA lo nombra Ministro de Guerra y Comandante en Jefe de las fuerzas en operaciones en Brasil, cargos desde los que obtuvo señalados triunfos, que culminaron el 20 de febrero de 1827 con la victoria en la Batalla de Ituzaingó, uno de los más brillantes triunfos de las armas argentinas en esa contienda, que abrió el camino a la independencia de la Banda Oriental.
Concluida la guerra con el Brasil, en 1828, el gobernador MARTÍN RODRÍGUEZ lo designó nuevamente Ministro de Guerra y desde ese cargo, cuentan que una vez le responde a “El Correo”, un periódico editado en Buenos Aires que no cesaba en sus ataques y se preguntaba: “por qué causa el ejército estaba semidesnudo y andrajoso. “,Quieren saber por qué?”, contestó Alvear, monten a caballo todos los redactores de El Correo. Váyanse a la pampa y marchen por el término de siete meses, de día y de noche, durmiendo al raso sobre el suelo, unas veces seco y otras, convertido en charco. Vuelvan a la Plaza de la Victoria y les preguntaré con mucha calma ¿ Cómo es que están tan rotos y desnudos? Tal la diferencia entre hacer la historia y comentarla.
En 1829, nuevamente fue nombrado Ministro Plenipotenciario ante el gobierno de Bolivia y se retiró a la vida privada. Así permaneció durante nueve años, hasta que en 1838, JUAN MANUEL DE ROSAS lo nombró Ministro plenipotenciario de su gobierno ante los Estados Unidos, cargo desde el que durante catorce años (en 1853, Urquiza ratificó su designación), luchó denodadamente, pero sin éxito, para obtener el apoyo del presidente Folk contra la intervención anglo-francesa a la Argentina.
Nunca más regresó a la Argentina y falleció en Nueva York el 2 de noviembre de 1853. Sus restos fueron transportados con honores a Buenos Aires en 1854 en un barco comandado por el almirante GUILLERMO BROWN.
En carta a su hijo Emilio dejó su testamento político. “La causa fundamental de los desastres argentinos, dice, es no haber podido dar vigencia a una constitución y asegurar bajo su régimen un orden legal que garantizare todas las libertades. Los principios democráticos y republicanos son los únicos que nos convienen y los únicos también capaces de salvarnos de tantos males y calamidades”.
Palabras que a la vista de los hechos que protagonizó, no son más que eso: palabras. Porque su tóxica relación con SAN MARTÍN, su desmedida ambición por el poder, la traición a esa vocación democrática que dice poseer y finalmente, sus deseos de resignar nuestra soberanía en manos de la corona británica, son todos hechos, más que palabras, que hacen injusto el pedestal en el que la Historia lo ha colocado, cumpliendo, como siempre, los imperativos con el que intereses espúreos, escriben su relato.
Alvear y San Martín en palabras de Felipe Pigna
El historiador Felipe Pigna narra hechos pocos contados sobre Carlos María de Alvear, diciendo: “Tenemos que recordar que San Martin siempre es un personaje que quiere gobernar y que tiene todas las posibilidades de ser electo, por eso lo sacan del medio, y más adelante intentan asesinarlo. Alvear en una nota escribe: ‘Nos sacamos de encima a San Martín, hombre enemigo del centralismo’”.
El historiador narra el plan de sus detractores para asesinar a San Martín, quien se lo recordaría tiempo más tarde en una carta: “Usted ha atacado mi reputación, usted me ha puesto a este pueblo y a mí, en los mayores compromisos, usted me ha faltado a su palabra y bajo este sagrado compromiso, fugó usted del destino en que mi excesiva condescendencia lo había puesto, para buscar modo de abatirme, y esto lo tengo probado: pidió 15 o 20 asesinos al general Alvear para quitarme la vida”.
En 1815, el general Carlos María de Alvear, asustado por el regreso del absolutista Fernando VII al trono de España y ante la perspectiva de una derrota definitiva de Napoleón, le escribía a Lord Strangford: “Queremos ser colonia británica” al embajador inglés en Río de Janeiro, el 25 de enero de 1815. “Estas provincias desean pertenecer a Gran Bretaña, recibir sus leyes, obedecer a su gobierno y vivir bajo su influjo poderoso. Ellas se abandonan sin condición alguna a la generosidad y buena fe del pueblo inglés, yo estoy resuelto a sostener tan justa solicitud para librarlas de los males que las afligen”, aseguró.
Finalmente Alvear se persuadió de que no le quedaba otro camino y presentó su renuncia a instancias del mediador inglés nombrado por el Cabildo porteño, el comandante Percy, quien lo embarcó y se lo llevó directamente a Río de Janeiro.
El historiador manifiesta que Alvear huyó con un baúl que contenía planos y documentos confidenciales, con detalles muy precisos del estado de las fuerzas militares patriotas, la cantidad de hombres, armas y municiones, su ubicación exacta en todo el territorio virreinal y revelaciones sobre los próximos pasos a seguir por los ejércitos rebeldes (Miguel Navarro, alumno de la Escuela de Comunicación de Perfil.
(1). En el año 1804, Diego Estanislao de Alvear Ponce de León, que había llegado a Buenos Aires en 1801, integrando como Comisario Agrónomo, la Comisión demarcadora de límites junto con ZARA, VARELA, AGUIRRE y otros, se embarcó con su familia para dirigirse de regreso a España. Iba a bordo de la fragata “Medea”, como Segundo Jefe de la flota que también integraban las fragatas “Fama”, “Mercedes” y “Clara” y salvo su hijo Carlos (CARLOS MARÍA DE ALVEAR), que viajaba junto a él en el “Medea”, su esposa y sus otros seis hijos lo hacían en la “Mercedes”.
Poco antes de llegar a su destino, el 5 de octubre de 1804, fueron atacados en aguas del Cabo de Santa María (costas de Cádiz), por fuerzas británicas muy superiores, integradas por las fragatas “Amphion”, “Medusa”, “Infatigable” y “Lively”. Las naves españolas finalmente tuvieron que rendirse y DIEGO DE ALVEAR y su hijo CARLOS ANTONIO JOSÉ DEL ÁNGEL DE LA GUARDA DE ALVEAR, con el resto de la tripulación fueron tomados prisioneros, pero su esposa y sus otros seis hijos perecieron en el incendio que durante el combate se produjo en la fragata en la que viajaban.
Los dos ALVEAR sobrevivientes fueron conducidos a Londres, en donde Jorge III, los liberó y les devolvió sus pertenencias. Allí DIEGO DE ALVEAR reconstruyó su vida y CARLOS MARÍA transcurrió su adolescencia, terminó sus estudios y quizás entonces comenzó a “sentirse inglés».