LA PROVINCIA DE LA RIOJA VISTA POR UN VIAJERO (1809)

La ciudad de La Rioja, es una de las más antigüas del Tucumán. Fundada por Juan Ramírez de Velasco en 1591, al pie del cerro que lleva su nombre, fue un poblamiento realizado casi con el exclusivo objeto de explotar las minas de oro que, según las mentas, existían en el cerro del Famatina. Pasaron los años y los siglos y La Rioja sin embargo, no pudo nunca beneficiarse con la riqueza de esos vacimientos. Sea por su lejanía o por la falta de mano de obra y de capitales, lo cierto es que el oro riojano sigue siendo un sueño.

Resultado de imagen para la rioja argentina

La leyenda asegura que los Incas extraían el rico metal del Famatina y también que los jesuítas llegaron a cavar muy  redituables socavones; pero lo único en este rubro es el redescubrimiento efectuado a fines del siglo pasado por el titular del mayorazgo de los Brízuela y Doria de unas vetas de oro que actualmente atraen un mode­rado interés en los vecinos (1).

Ciudad antigüa, pero pobre
Así la caracterizaba el marqués de Sobre Monte en 1789 en el informe a su sucesor en la gobernación de Córdoba, de quien depende La Rioja. Agregando que “haciendas consisten en viñas y algodón que hacen la subsistencia del país”. En veinte años corridos desde entonces, no ha variado mucho la situación de La Rioja, cuya posición geográfica, alejada de las grandes rutas, la marginan de los circuitos comerciales y hacen difícil la colocación de sus vinos y aguardientes que son mejores que los de Mendoza según los expertos.

La población de la ciudad no llega a los 3.000 habitantes y sus calles son arenosas y abruptas, por las crecientes que suele arrastrar en verano el río que viene de la quebrada. Tiene un hermoso Convento dominico y casas de franciscanos y mercedarios. La Iglesia parroquial está en estado calamitoso. Pero la pobreza de La Rioja se compensa parcialmente con el espléndido cinturón verde de sus naranjales, que reciben al viajero después de un largo itinerario entre montes cerrados o áridos desiertos, con el perfume de sus flores y el néctar de sus  frutos. La campaña riojana —que abarca los partidos o curatos de Arauco, Famatina, Guandacol y los llanos— reúne menos de 10.000 habitantes, entre ellos unos pocos enclaves indios que permanecen aislados del resto de la población.

La riqueza riojana
Además de los vinos que se elaboran aquí y del algodón con que se fabrican tejidos de alguna calidad, La Rioja cría mulas y vacunos en cantidad bastante importante. La, zona apta para esta producción es la de los llanos, al sur de la jurisdicción, donde algunos estancieros como JOSÉ PRUDENCIO QUIOGA y NICOLÁS DE PEÑALOZA son propietarios de dos y hasta tres mil cabezas de ganado cada uno. En cuanto a las mulas, ellas son enviadas a Salta. desde donde las llevan al Alto Perú

El problema más grave de La Rioja, además de su situación geográfica, es la sequedad de su clima. Si esta circunstancia torna deliciosos su otoño y su primavera, en cambio hace difícil la extensión de sus cultivos y condena a las poblaciones a establecerse en torno a las “lloraderos” o vertientes de agua, que en ocasiones se canalizan para riego.

La Rioja carece de ríos permanentes de importancia: los cauces secos que atraviesan su territorio, se convierten en feroces torrentes con agua llegadas desde las montañas durante algunos veranos y derraman el precioso elemento sin ninguna utilidad. Esta circunstancia explica el despoblamiento de su campaña, concentrada alrededor de los curatos ya mencionados, donde la gente vive una vida pausada  y patriarcal, que recibe las noticias con años de atraso y a la que nada inquieta.

Sin  embargo, La Rioja es una de las ciudades más litigosas  del virreinato. Desde su fundación hasta ahora (1815), se disputaron el poder solamete dos familias: primero, los Villafañes y los Bazanes, ahora los Ocampo y los Dávila y esas riñas no dejaron de empobrecerla al dividir a su sociedad en facciones irreconciliables.

Un tremendo orgullo por el linaje y una enfermiza pasión por las formalidades  y el protocolo alimentan estas disputas, que en realidad son hijas de la pobreza y el ocio. Actualmente, uno de esos clásicos pleitos enfrenta a Vicente Antonio de Bustos, comandante de armas, con Domingo Ortiz de Ocampo, comandante de las milicias urbanas, quienes disputan por la conducción de las milicias de toda la jurisdicción riojana.

Entre tanto, las riquezas soñadas por Ramírez de Velazco siguen durmiendo: el oro de Famatina no se extrae y el agua, que podría vivificar la tierra continúa escaseando.

Cordialidad y señorio
Estas carencias son compensadas, acaso, por la hospitalidad generosa de la sociedad riojana cuando un forastero llega allí. Salen a luz, entonces, las cualidades de señorío que caracterizan a esas familias, descendientes directas de los conquistadores españoles, que rivalizan en agasajar a los visitantes. D. Francisco de Tellechea, el conocido comerciante vascongado residente en Buenos .Aires, que fue desterrado a La Rioja por orden del ex virrey Liniers al comprobarse su complicidad con Álzaga en la asonada del  de enero de este año, escribe cartas entusiastas a su familia sobre la acogida que ha recibido en La Rioja. Ha llegado a expresar que en su testamento dejará una manda o legado,  para que se erija en la ciudad de su confinamiento, una Escuela de primeras letras. Hasta ahora, y pese a un intento realizado a fines del siglo pasado para crear una Cátedra de Filosofía, la instrucción, como siempre, está a cargo de los frailes domínicos y franciscanos.

Señalemos finalmente que La Rioja ha sido cuna de Joaquín Caamaño y Bazán, un jesuita elogiado hasta en Europa como geógrafo y cosmógrafo y que actualmente son hijos de esa ciudad D. Francisco Antonio Ortiz de Ocampo, comandante del cuerpo de Arribeños y el Doctor Pedro Antonio de Castro Barros, vicario de su ciudad natal, prestigioso en todo el virreinato por su sabiduría y celo pastoral.

¿Cuales son las soluciones para La Rioja?
El fomento de la minería constituye desde luego, una posibilidad muy importante. Para concretarse debería permitirse la importación de máquinas aptas y la in­migración de personal idóneo. Además, los valles situados en las faldas de la Cordillera pueden servir para el pastoreo de ganado que, una vez engordado, pase a Chile durante la buena estación. Finalmente, la intensificación de los cultivos como el olivo y la vid,  especialmente servidos por el clima riojano, sin olvidar que también abren una buena perspectiva de mejoramiento de la calidad de vida de la población.

(1).-Lejos estaba el viajero de imaginarse que a partir de 1824, en La Rioja se comenzaría a acuñar monedas y fines del siglo XIX,  Famatina se convertiría en uno de los distritos más importantes de la provincia con producción de oro, plata, hierro, cobre y plomo.

1 Comentario

  1. Anónimo

    Buen articulo falta aclarar la caldad de las fibras de algodon en ese entonces …

    Responder

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *