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POLÍTICAS INMIGRATORIAS ARGENTINAS (SIGLO XIX)
El «gobernar es poblar» alberdiano se transformó en dogma de los gobiernos que se sucedieron después de Caseros, pero fue a partir de la década de 1870, que el flujo inmigratorio se transformó en masivo. DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO y JUAN BAUTISTA ALBERDI creían que la inmigración, sobre todo de europeos del norte, traería la civilización y mejoraría la «raza argentina».
Durante la presidencia de NICOLÁS AVELLANEDA (1874-1880), el 19 de octubre de 1876, se sancionó la ley Nº 817 de Inmigración y Colonización, que creó el Departamento General de Inmigración y se nombraron agentes en Europa para fomentar la emigración a nuestro país.
Esta política de “puertas abiertas” permitió la entrada de inmigrantes en forma prácticamente libre y solo se necesitaban algunos permisos otorgados en origen para partir hacia “la tierra prometida”. Sin embargo, y para desconcierto de las elites criollas, los contingentes que comenzaron a llegar en gran número no provenían de países del norte de Europa, sino de los que ellos consideraban atrasados: Italia y España.
En el cambio del siglo, con la llegada de contingentes del Imperio otomano o de judíos de Rusia, esas mismas elites comenzaron a revalorizar a los italianos y españoles por considerarlos fácilmente asimilables a la «raza argentina».
La Ley de Residencia de 1902 , la de Defensa Social de 1910 y los sucesos de la Semana Trágica de 1919 tuvieron una gran incidencia sobre la inmigración, porque no sólo obligaron a quienes tenían actuación sindical o que simplemente participaban en protestas, a extremar los cuidados, para no ser deportados, sino porque disuadieron a muchos que querían emigrar, qa repensar su destino.
Pero a pesar de todo, la libre entrada se mantuvo sin grandes variaciones hasta 1930 y solo se vio afectada en algunos momentos por crisis económicas o por el estallido de la Primera Guerra Mundial. Finalizada ésta, los contingentes volvieron a tomar fuerza hasta que el crack de 1929 descalabró la economía mundial; disminuyó el comercio internacional y se cerraron las fronteras nacionales para preservar los puestos de trabajo a los nativos.
Después del golpe de Estado de 1930, se impusieron mayores trabas burocráticas. Los gobiernos del fraude trataron de evitar el ingreso de los que llegaban por razones políticas o religiosas (judíos, republicanos españoles o antifascistas) y más tarde, ya en 1946 durante la presidencia de JUAN DOMINGO PERÓN se firmaron acuerdos con Italia, España y el Comité Intergubernamental para las Migraciones Europeas con la intención de atraer científicos, técnicos y mano de obra especializada para nutrir el proyecto industrialista del gobierno argentino.