BAIROLETTO. OTRA PARADOJA ARGENTINA (14/09/1941)

JUAN BAUTISTA BAIROLETTO fue un delincuente o un buen hombre?. Tal la disyuntiva que proponen quienes como él, son transformados en mito, porque la gente así lo decide, sin importarle si existen o no razones para hacerlo, porque como es sabido, los diablos, son ángeles que cayeron en desgracia. Por eso, los bandidos famosos de nuestra historia, conservan esa aura de grandeza invertida, que nos obliga a imaginar lo ejemplares que habrían sido sus vidas, si hubieran puesto su empeño en causas contrarias a las que dedicaron sus afanes.

JUAN BAUTISTA BAIROLETTO fue uno de esos bandidos legendarios de quien sus padres acaso podían haberse enorgullecido y fue un mito a quien el pueblo le adjudicó cierta ética del bien, hasta convertirlo en la versión vernácula de Robin Hood.

Nacido el 11 de noviembre de 1894 en Cañada de Gómez, provincia de Santa Fe, trasladado seis años después con su familia a La Pampa, donde su padre había arrendado una finca cerca de Castex y Monte Nievas, durante su niñez y parte de su juventud, se habituó a recorrer en gozosa libertad, una llanura que le tocaría ser más tarde, el escenario de sus enfrentamientos con la Ley.

El marco de su épica delictiva son los años veinte: esto equivale a decir, la época del auge del anarquismo en la Argentina y comenzó cuando, teniendo ya cerca de 20 años, un tal ELIAS FARACH, un comisario de la policía local que más tarde cobraría fama precisamente por ser el hombre que se dice que lo mató, tuvo 1a idea de encariñarse con una mujer que se llamaba Dora. Ejercía su oficio en un prostíbulo y se decía que BAIROLETTO se consideraba su dueño. FARACH retó a un duelo criollo a BAIROLETTO y éste lo mató de una puñalada, huyendo luego, por temor a represalias.

Esa fuga marca el comienzo de su carrera criminal. Quizás una mera excusa no premeditada, para no volver al habitual tedio de la estiba y el alambrado de campos a la que estaba destinado. Su primer delito, ahora planificado, fue el asalto a la estancia La criolla, el 6 de febrero de 1926 y después de eso su vida tomó el rumbo definitivo del delito.

Su existencia se volvió más difícil y hasta debió recurrir al travestismo en no pocas ocasiones. Así, se cuenta que para asistir al velorio de un pariente, lo hizo vestido con ropa de mujer, llevando un bebé en brazos y otro chico colgado de una mano, para burlar el cerco policial que se había tendido, sospechando su presencia en el lugar.

Tras una serie de atracos menores, vino el asalto al comercio de un tal ALEMANDI, que resultó muerto, cuando quiso enfrentarlo, y en 1929, a este crimen, le sucedió el del almacenero JOSÉ PEIDÓN y BAIROLETTO comenzó a ser conocido como “el pampeano”

Cuando La Pampa se convirtió para él en un destino de  prisión segura, emigró a Río Negro y en 1930 participó en un intento de levantamiento de colonos, en asociación con PEDRO MORONI y JUAN CHIAPPA, reconocidos anarquistas. Sin embargo, pese a la personalidad carismática del bandolero, el movimiento fracasó.

Acorralado por la Policía, BAIROLETTO huyó al Chaco y allí comenzó a ser leyenda. Resulta que por allí medraba un personaje conocido como “el turco Alí”, una mezcla do prestamista y villano de historieta que se dedicaba a prestar dinero con intereses usurarios a colonos necesitados, que eran violentamente tratados si no cumplían con los pagos que les imponía.

Enterado de esto, BAIROLETTO lo asaltó, le robó el dinero  y recuperó todos los pagarés que guardaba el turco Alí. Luego, ante el asombro de todos, les fue devolviendo estos documentos a quienes los habían firmado y en su delirio, la población vacilaba entre adorar a San Bairoletto y nombrarlo comisario.

Mortal al fin,  al cabo del tiempo, sus ímpetus fueron mermando y los años comenzaron a pesarle. Se amancebó con TELMA CEVALLOS y tuvo con ella dos hijitas. Se instaló entonces, decidido a vivir en paz cerca del río Atuel, en la provincia de Mendoza y allí terminará su historia.

Aunque alejado ya del delito, el pasado no lo había perdonado y un viejo socio de correrías conocido como “el ñato Gazcón”, quizás desconforme con algún “reparto”, delató su presencia a las autoridades y una partida rodeó su rancho, decidida su detención. Unos dicen que fue muerto en el tiroteo que se generó y otros aseguran que, viéndose acorralado, no desando perder esa libertad que había aprendido a amar durante su vida en La Pampa, se pegó un tiro.

Lo cierto es que, en una crónica del 15 de setiembre de 1941 la necrológica de La Nación narra que, “al amanecer del día anterior, una partida policial había rodeado el rancho cercano a San Pedro de Atuel, en el partido de General Alvear. Tras un tiroteo de media hora con «una banda de cuatreros» (más tarde se los designa como «maleantes»), el único muerto fue el dueño de casa.

Hacia el final, el ladrón, el delincuente, el hombre fuera de la Ley,  adquiere su aureola: la noticia convierte al criminal en un hombre «de buenos sentimientos para con los humildes, a quienes hacía frecuentes dádivas provenientes de los robos a los hacendados». Toda muerte violenta convierte la vida en una metáfora trágica y paradójicamente, aunque violara la ley, o precisamente a causa de eso, BAIROLETTO accedió a la santidad menor de los justicieros populares, por lo que nunca faltan flores en su sepultura de Mendoza.

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