LOS HOLANDESES EN LA ARGENTINA (1889)

Desde lejanas épocas, una colectividad de holandeses, se halla instalada en  ciudad de Tres Arroyos, en la provincia de Buenos Aires.

El encuentro con la llanura local, no borró el recuerdo de la patria distante, pero permitió conciliar costumbres ajenas con las nuestras, aunque no pasaron al olvido, los apremios materiales que tuvieron que sufrir.

Hoy, una bandada de nenes rubios, bien alimentados, gorgea infatigable. Su patética contrafigura la constituyen las tumbas prematuras de otros niños, que murieron de hambre a poco de llegar. Fue en 1889, casi al finalizar una década en que la euforia oficial contabilizó 1.089.851 inmigrantes del Viejo Mundo.

Pero ignorando el idioma, sin herramientas ni oficios adecuados, con otros hábitos de comida, los primeros holandeses acumularon infortunios. La mayoría regresó. Los demás —antes que la última lágrima se evaporara— empezaron a trabajar.

Veinte años después tenían su Iglesia Reformada. En 1923 importaban de Holanda —según la regocijante expresión de un vocero autorizado— «maridos para las hijas casaderas»:

A lo lejos de esas épocas de vacas  flacas ha sucedido la de las vacas gordas y hoy luce en sus cuidados prados, un numeroso hato de rubicundas vacas “Holando-argentino”: Fuertes, con islotes renegridos salpicándoles el cuero blanquísimo, son, presumiblemente,  descendientes del legendario “Otto”, un torito nacido en Frisia el 31 de marzo de 1908 —consignan las escrupulosos ficheros de la Sociedad Rural—. Iniciándose así la genealogía Holando Argentina, una raza productora de leche que es hoy uno de los pilares fundamentales de nuestra industria lechera..

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