EL PRENDEDOR

Se llama «prendedor» a una soga, tiento o lazo que se utiliza en el campo argentino, para acostumbrar a un animal, especialmente yeguarizo, a que se quede afincado en un lugar, sin que el instito lo lleve a escaparse.

Para el hombre de campo en la Argentina, los animales que viven mucho tiempo en un lugar fijo, se “aquerencian”, es decir se acostumbran a estar en él, les toman “cariño” (de ahí “querencia”) y lo prefieren por sobre cualquier otro.

Y ocurre, que si los alejan de esa “querencia” y los dejan en libertad, vuelven indefectiblemente a ella, sin errar jamás el camino, así se los haya llevado a muchas leguas de distancia.

Este instinto, que subsiste aún por largo tiempo, obligó a quienes desde el campo abierto, u otra «querencia», traían nuevos animales a sus corrales, los mantenían sujetos mediante «el prendedor», hasta lograr que se “aquerenciaran” a su nuevo lugar.

El “prendedor” (derivado de prender, unir), se componía de una anillo, fiador o cogotera, de uno de cuyos lados arranca una correa o “guasca” de casi treinta centímetros de longitud, articulada en su parte media por un ojal y botón y que termina en una presilla.

Esta presilla se abrocha en la argolla del bozal del caballo que se quiere “aquerenciar” y el anillo o fiador se sujeta en otro animal que esté ya bien “aquerenciado”, con lo que ambos animales quedan unidos y en la imposibilidad de separarse.

Como el que está embozalado no puede hacer mucha fuerza, son vanos sus intentos para escapar y volver a su pago anterior, impedido por su compañero, al que no puede arrastrar. Pasado un tiempo, la función del “prendedor” habrá concluido y el animal es soltado, porque estando ya “aquerenciado” a su nuevo lugar, no habrá peligro de que escape.

 

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