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HACERLE LA CRUZ
Para el gaucho argentino, “hacerle la cruz” a una persona, animal o cosa cualquiera; a una amistad rota, a un caballo extraviado o robado, a una esperanza frustrada, era considerarla como algo definitivamente perdida, tan perdida como si estuviera muerta.
Al que muere se lo entierra, ya no cuenta entre los vivos; se ha ido para siempre. Lo postrero que se hace por él, es la cruz que se coloca con su nombre en su tumba. Eso significa que ya no ha de volver, pues nadie vuelve del otro mundo.
Por eso, se le “hacía la cruz”, a quien por haber hecho algo que le desagradaba u ofendía, pasaba a no existir, como si estuviera muerto.