EL PETIZO DE LOS MANDADOS

En las casas más o menos alejadas de los pueblos, solían tener un petizo (caballito pequeño), para que los muchachos de la casa hicieran los mandados con mayor rapidez.

A este pobre caballito, le tocaba galopar a cada rato y por cualquier necesidad que se presentara. En él, los pequeños jinetes iban al almacén, al correo, a la tienda, a buscar leña y siempre a la disparada.

Era costumbre además que después de haber hecho todos los mandados,  los muchachos fueran a visitar a sus amigos o se juntaran  para correr con sus petizos. Los peones cuando eran ocupados para hacer diversos trabajos de apuro, se quejaban diciendo “… me tienen como petizo de los mandados” (ver Voces, usos y costumbres del campo argentino).

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