LA SEMANA TRÁGICA EN BUENOS AIRES (07/01/1919)

Una huelga de los trabajadores de los “Talleres Metalúrgicos Vasena”, en Nueva Pompeya, ciudad de Buenos Aires,  iniciada en diciembre de 1918, fue la chispa que encendió uno de los acontecimientos más trágicos de la historia laboral argentina, identificado por la Historia como “la semana trágica”.

Los ecos de la revolución rusa comenzaban a tener repercusión en las masas obreras argentinas. “El maximalismo”, programa máximo de la revolución socialista soviética, hallaba muchos adeptos en nuestras organizaciones obreras que vivían un período de agitación después de la terminación de la guerra mundial. Eso había creado un clima de desasosiego en las clases dirigentes que en cada movimiento obrero veían el propósito de una amenaza para la seguridad pública y afirmaban que los maximalistas pretendían apoderarse del país.

Pero los reales motivos desencadenantes de los sucesos producidos en 1919 en Buenos Aires, fueron la inestabilidad  económica y social y las aspiraciones  de los obreros industriales y otros, que conducidos por líderes revolucionarios anarquistas y bolcheviques, desde 1917, venían organizando una serie de protestas por el alza del costo de la vida y para tener participación real en la creciente economía argentina (ver El anarquismo en la Argentina).

Más de ochenta huelgas y protestas estallaron en diversos puntos del país y una de las situaciones más graves, se produjo cuando los obreros de los frigoríficos Swift y Armour trataron de organizar la Federación Obrera Regional Argentina (FORA).

La presión de algunos de los referentes de la sociedad (estancieros, Sociedad Rural, frigoríficos y otros), con el apoyo de diplomáticos ingleses y norteamericanos, argumentando que que detrás de los obreros había agitadores profesionales extranjeros, provocó la intervención de Yrigoyen que convocó a fuerzas de la Marina, para contener la acción promovida por los trabajadores.

En ese clima, cualquier suceso podía ser la chispa que provocara el incendio y lo fue la huelga que iniciada en los últimos días de 1918, durante la primera presidencia de Hipólito Yrigoyen, mantenían los obreros de los Talleres Metalúrgicos Vasena”, una empresa de capitales ingleses y argentinos, con 2.500 empleados.

Los obreros reclamaban la reducción de la jornada laboral de 11 a 8 horas, la vigencia del descanso dominical y aumentos de sueldo y el movimiento, hasta ese momento se venía desarrollándose en forma pacífica (ver Origen remoto del gremialismo argentino).

Pero el drama se desató a las 5,30  día 7 de enero de 1919, cuando se produjo el primer capítulo sangriento de los sucesos que pasaron a la historia bajo el nombre de “Semana Trágica”. Mientras un grupo de trabajadores de la metalúrgica, se hallaba estacionado frente a la fábrica, una piedra salió del grupo y rompió un vidrio.

Eso pareció ser la señal para que se produjera un estado de locura colectiva. Hubo gritos, carreras. De pronto se oyeron algunos disparos. Cayeron varios trabajadores. Y los interesados en sacar provecho de la situación, sembraron la confusión. ¡Los maximalistas! ¡Revolución!.

A partir de ese momento, se desató en la ciudad una terrible ola de violencia y la policía intervino reprimiendo a los huelguistas. En la tarde de ese día, un grupo de trabajadores esperó la salida de los obreros contratados por la patronal para romper la medida de fuerza y los enfrentó, increpándoles por su desleal actitud y pronto llegó la policía con la orden de reprimir cualquier acto de violencia.

En la intersección de Santo Domingo y la avenida Alcorta, los huelguistas, interceptaron una chata custodiada por agentes de la Comisarías 34 y de la guardia de caballería, cambiándose más de 300 disparos que dejan un saldo de cuatro obreros muertos y más de 30 heridos, de los cuales tres murieron en los días siguientes.

Al día siguiente, 8 de enero, esta vez en la esquina de Alcorta y Pepirí se produce otro encuentro y un nuevo tiroteo. El día 9 se inicia en el puerto  la huelga de marítimos, por lo que se dispone el acuartelamiento de las tropas y la suspensión del tránsito de vehículos y ese mismo día, otros gremios se plegaron a la huelga de los metalúrgicos y de los marítimos y los restos de los obreros muertos, acompañados por 300.000 personas, fueron llevados por la calle Corrientes al Cementerio de la Chacarita.

Al llegar allí,  la Policía disparó contra la multitud y mató a 12 personas. Al conocerse la noticia, hubo enfrentamientos cerca de los talleres Vasena, el presidente HIPÓLITO YRIGOYEN ordenó la intervención del ejército y la ciudad se convirtió en un campo de batalla, por lo que el Congreso declaró el estado de sitio.

El general DELLEPIANE, jefe de Campo de  Mayo, trata de imponer el orden  en la ciudad de Buenos Aires, con la amenazante presencia de una importante fuerza a su mando mientras, contando con la participación del entonces capitán JUAN DOMINGO PERÓN, dialoga con los sindicalistas.

Los huelguistas formaron grupos de choque y los soldados se atrincheran en las esquinas. Buenos Aires parecía una ciudad ocupada. En todos los barrios, los transeúntes eran palpados de armas y en las calles quedaban centenares de vehículos abandonados por sus propietarios, tratando de escapar a la violencia desatada.

Desde el 10 de enero, se organizaron «pogroms» y grupos de violentos asaltaron viviendas en los barrios donde predominaba la población rusa, considerando como tal a la colectividad hebrea, que fue la victima principal del descontrol de esos grupos.

Atacaron comercios y asociaciones judías del barrio de Villa Crespo, convencidos que judíos, rusos y comunistas eran la misma cosa. Bandas de exaltados asaltaron e incendiaron viviendas, destruyendo sedes sindicales, periódicos y bibliotecas populares. El silbido de las balas perfora la quietud ciudadana y los muertos se amontonan.

Grupos muy numerosos de civiles, que habían organizado la “Liga Patriótica Argentina”, se suman a la represión y aparece el periódico “La Fronda”, de FRANCISCO URIBURU, desde donde se alienta a la lucha a los trabajadores.

Con motivo de los nuevos incidentes que se habían producido durante el sepelio de las víctimas, la FORA (Federación Obrera Regional Argentina),  decretó la huelga general y el país quedó paralizado.

En horas, la ciudad se convirtió en escenario de una guerra entre obreros y tropas de línea y los incendios, actos de violencia y saqueos llegaron entonces hasta Rosario, que ya era la segunda ciudad argentina en tamaño e importancia comercial. Simultáneamente con estos hechos, estalla una huelga de los marítimos, que paraliza el Puerto; las empresas establecen el “lockout” y la Federación Obrera Marítima distribuye subsidios para los huelguistas.

El gobierno busca calmar los ánimos y procura llegar a un arbitraje, pero la fuerte oposición de las empresas, de la Liga Patriótica y de la “Asociación del Trabajo”, que recluta rompehuelgas, hacen difícil todo acuerdo con los huelguistas.

Durante la primera mitad del año se produce un pico de movilización sindical: telefónicos, textiles, empleados de la Tienda Gath y Chaves, metalúrgicos, tranviarios, peluqueros y panaderos se suman a la huelga general. Hay también movimientos de los jornaleros rurales, que obstaculizan la cosecha y al comenzar el mes de mayo, es la Federación Agraria la que lleva a sus afiliados, a la huelga.

A fines de ese mes de mayo, el Gobierno decide reprimir a los huelguistas aplicando las leyes de Residencia y Defensa Social. Se producen numerosos arrestos y deportaciones.

Expresando su repudio ante la represión del gobierno, la FORA organizó una manifestación de ciento cincuenta mil trabajadores que se congregaron en la Plaza del Congreso para protestar por “la violencia policial”, haciendo responsable de la misma al Jefe de ese organismo, general Luis J. Dellepiane.

Corrían entonces por la ciudad, los más diversos y terroríficos rumores. Las fuerzas del Ejército de línea ocuparon las calles, mientras los huelguistas asaltaban los tranvías obligando a sus conductores a abandonar el trabajo. Se formaron también fuerzas civiles de choque, para combatir la revolución maximalista».

Al día siguiente, Buenos Aires parecía una ciudad ocupada por fuerzas enemigas. En las esquinas, piquetes de soldados y de bomberos estaban listos para reprimir cualquier intento. Se afirmó que los obreros preparaban el asalto al Depar­tamento de Policía y ese rumor provocó una nueva y sangrienta represión por parte de los elementos reaccionarios Las calles presentaban un aspecto insólito, con sus tranvías y automóviles abandonados.

Llegó el sábado de esa «semana trágica» y si bien la paralización seguía siendo total, el ambiente parecía más tranquilo. Se advertía como una tendencia a la normalización, como si la fatiga hubiera paralizado la lucha, estableciendo una tácita tregua. Pasaba el desasosiego. La población veía que la ciudad se encaminaba/ hacia la calma total. Por fin, el 14 de enero, cuando los propietarios de los Talleres Vasena, aceptaron las demandas, la FORA canceló las medidas de fuerza que había tomado. Se levantó la huelga general y la calma renació.

El domingo parecía ya un día de fiesta. Algunos conductores de tranvías, que volvieron a salir, temían a los desmanes, pero los mismos pasajeros se encargaban de persuadirlos y el tránsito urbano se reanudó normalmente.

Sólo los coches que debían circular por los barrios donde la lucha había sido más enconada, tardaron algunos días más en salir. Y el lunes la normalidad era total. Buenos Aires siguió su ritmo, como si hubiera despertado de un sueño, de una pesadilla terrible.

Todo el mundo volvió a sus tareas, como olvidado de las jornadas angustiosas que había vivido y aunque nunca se informó cuántas fueron las víctimas que produjo este suceso, cálculos extraoficiales afirman que el precio pagado fue de 700 trabajadores y agentes del orden muertos y más de 3.000 heridos.

Hasta aquí la versión que podríamos llamar “oficial”. Es la que sostuvieron periodistas, observadores y políticos de la época. Es la que instalamos en nuestra página, como relatores prescindentes de nuestra Historia. Pero fieles a nuestra decisión de darle voz a todas las voces, trascribimos a continuación una OPINIÓN vertida al respecto de este hecho vergonzoso y trágico de la Historia Argentina, por el Doctor CARLOS FLORIA y publicada en “Cien hechos que hicieron la Argentina”, editado por la Revista Gente y la Actualidad en 1975:

“Entre el 9 y el 15 de enero de 1919, un conflicto planteado en los Talleres Vasena, culminó en una huelga general y en la represión policial. Los hechos de violencia provocaron víctimas, hicieron cundir el miedo en una población mal informada y crearon sensaciones, luego traducidas, en interpretaciones diversas».

Desde un “levantamiento anarquista”, hasta un modelo de “insurrección revolucionaria”, pasando por el humor de Arturo Cancela en “Una semana de holgorio”, casi todo fue dicho o escrito según la selección perceptiva de los observadores o de los intérpretes.

Ciertamente, durante esa semana conocida como la “Semana Trágica”, hubo violencia, huelga general, represión policial con alguna colaboración militar, persecución a judíos y “rusos” en la que cayeron incluso, catalanes y extranjeros rubios. Pero la investigación histórica va poniendo las cosas en su lugar.

Los anarquistas jugaron un papel insignificante. Los responsables de la violencia inicial fueron tres grupos principales: las barras callejeras, los tranviarios y los trabajadores de la fábrica Vasena. Ninguno de estos grupos era propiamente “revolucionario”, ni tenía vínculos con el anarquismo. Fue un hecho más bien caótico y desarticulado de ciertos sectores obreros, sobre todo de Nueva Pompeya, como protesta a la represión policial del 7 de enero contra los trabajadores en huelga de la fábrica Vasena, en la que perecieron cuatro personas.

El hecho desencadenó la reacción obrera sin contenido clasista. El gobierno radical ayudó a la represión, no porque creyera en el carácter “revolucionario”  de los hechos, sino porque debía desmentir la imagen de debilidad que la oposición le atribuía».

Por supuesto el Doctor Floria no fue contemporáneo de los hechos (tenía diez años entonces), por supuesto también, que nadie puede dudar de su imparcialidad y de su honestidad intelectual, dado su envidiable “curriculum”.

Y es que reconociéndole esas virtudes que incluímos su opinión en esta página. Pero nos preguntamos: quién tiene razón???. Surge así nuevamente la convicción que nos desorienta ante el relato de nuestra Historia: Cuál es la verdad?. Donde podemos encontrar el relato desapasionado, desinteresado, fundamentado en la realidad, que nos refiera un suceso o la personalidad de uno de sus protagonistas, sin que caigamos en las redes de una historia acomodada a las necesidades o intereses de su relator?.

Ante estos interrogantes, como una luz que ilumina mi entendimiento, veo ante mis ojos alguien que dice “la única verdad es la realidad”: una sentencia, que no recuerdo quien dijo primero, pero que sí me permite comprender, que la Historia es una sola, irreversible y contundente y que los relatores de la Historia, son infinitos y todos son “seres humanos”, víctimas de sus pasiones, intereses y necesidades (ver Huelgas y protestas en el pasado argentino).

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