NORTEAMERICA DEFIENDE LOS INTERESES DE SUS CIUDADANOS (20/01/1859)

UNA ESCUADRA NORTEAMERICANA DEFIENDE LOS INTERESES DE UNO DE SUS CIUDADANOS. A principios de 1859, llegó al Río de la Plata una escuadra norteamericana compuesta de 18 buques, con 191 cañones, 257 oficiales y 2.400 soldados, conduciendo a su bordo al juez JAMES B. BOWLIN.

Venían con la misión de exigirle al gobierno de Paraguay, en nombre del gobierno de Washington, reparaciones por daños y perjuicios ocasionados por incumplimiento del contrato celebrado entre SOLANO LÓPEZ y el ciudadano yanqui EDUARDO A. HOPKINS, para establecer varias industrias en el territorio paraguayo.

La presencia de esta armada, formidable en aquella época, causó gran alarma, llegando algunos a sospechar que la misión real de dichos buques, no era otra que la de imponer el predominio americano en el Plata, de buen grado o por la fuerza.

El entonces Presidente de la Confederación, el general URQUIZA procuró conocer los propósitos e intenciones del Comisionado americano, a cuyo efecto, celebró una conferencia en el Paraná con Mr. BOWLIN y el Comodoro SCHUBRICK, ofreciendo su mediación para evitar que la cuestión derivara en un hecho de armas.

La propuesta, luego de un áspero debate, fue aceptada y el día 12 de enero de 1859, Urquiza partió hacia Asunción. Llegó a la capital paraguaya el 16 de enero y el 20 del mismo mes, habiendo llegado los delegados americanos en el vapor «Fulton», empezaron las conferencias, arribándose, tras de varias dificultades, a un arreglo, que finalmente fue aceptado por el presidente Presidente paraguayo.

Cuando ya se creía todo resuelto y arreglado, López presentó nuevas objeciones; pero Urquiza se impuso, diciendo que no estaba dispuesto, ni como hombre, ni como presidente de la Confederación Argentina, a sufrir ni a tolerar desaires.

López, intimidado, cedió. La paz estaba asegurada, y así se publicó en el acto. El éxito completo de la mediación fue un triunfo y un timbre de honor para Urquiza, que los comisionados americanos fueron los primeros en reconocer en sus comunicaciones oficiales.

Antes de retirarse del Plata, visitaron al presidente en San José, donde se les obsequió espléndidamente. El general, regaló a Schubrick, como recuerdo, la espada que tuvo ceñida al jurar la Constitución de 1853 y los delegados norteamericanos le hicieron entrega de un trozo de cable eléctrico trasatlántico, envuelto en un escudo de oro, como muestra del agradecimiento del gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica a su gestión (ver La Doctrina Drago).

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