SOBREMONTE HÉROE O VILLANO? (1806)

Acaso hubo más de un marqués de Sobremonte?, se pregunta el historiador Enrique Mario Mayochi y así explica sus dudas.

«Mientras en Córdoba es tenido por uno de sus gobernadores más dignos de memoración, en Buenos Aires se lo sigue condenando al olvido por su infeliz papel ante el invasor inglés de 1806 y 1807» (ver Gobierno de Rafael Sobremonte)

«Don Rafael de Sobremonte -tercer marqués de Sobre Monte, nacido en Sevilla en 1745, llegó a Buenos Aires para ser Secretario del Virreinato de Buenos Aires, cuyo titular era el mexicano Juan José de Vértiz».

«En 1783, ostentando el grado de coronel, se lo designó gobernador intendente de Córdoba, territorio que abarcaba, además de la provincia homónima, las de La Rioja, San Juan, Mendoza y San Luis».

«Ejerció el cargo trece años, haciéndolo con una eficacia digna de encomio. Al llegar a su nuevo destino, inició la visita anual que estaba obligado a realizar y en los años siguientes logró para la ciudad de Córdoba triplicar los ingresos, implantar el alumbrado público, reglamentar el aseo y la limpieza de las calles, establecer una sala o enfermería para mujeres, echar las bases del primer paseo público e iniciar las obras del acueducto para abastecer de agua a los vecinos por medio de fuentes públicas».

«Activo y diligente, intensificó la organización de las milicias, construyó fortines, mejoró las defensas contra los indios y promovió la educación escolar. No es de extrañar, por lo tanto, que aún se lo recuerde agradecidamente en Cór­doba, donde, entre otros homenajes a su memoria, funciona un museo en la casa que habitó».

«Por decisión real de 1797, SOBREMONTE cesó como Gobernador de Cór­doba para tomar el empleo de Subinspector general de las tropas veteranas y de las milicias rioplatenses. Ya en ejercicio del nuevo cargo, informaría al rey que su constante actividad en favor de la organización de esas milicias, había conseguido que alcanzaran un estado de disciplina e instrucción no logrado en los cuarenta años precedentes».

«Tras la muerte del virrey Joaquín del Pino, en 1804 le cupo a Sobre Monte sucederlo interinamente en el cargo, para el que fue confirmado poco después. Y aquí se iniciaron sus penares porque si en el orden local pronto comenzó a no tener buenas relaciones con el Cabildo, en el orden internacional se suscitó una nueva guerra entre Inglaterra y España».

«Ante el posible peligro cierto de un ataque, don Rafael se desdijo de anteriores manifestaciones y comunicó a la Corte de Madrid que eran insuficientes las fuerzas militares con que contaba y cuando en 1806 llegaron los ingleses, no precisamente en son de pacíficos visitantes, el virrey inició una serie de desaciertos en lo político y en lo militar».

«Por lo pronto, su decisión de salir de Buenos Aires y tomar el camino de Córdoba, decisión que podía ser defendida a la luz de las normas vigentes, mereció del pueblo esta socarrona cuarteta: «¿Ves aquel bulto lejano/ que se pierde atrás del monte?/ Es la carroza del miedo/ con el virrey Sobre Monte».

«La situación del mandatario se complicó aún más al año siguiente, al atacar los invasores por segunda vez y apoderarse de Montevideo en febrero de 1807. Como consecuencia, de esta poco feliz actuación, SOBREMONTE fue depuesto y recluido, permaneciendo en Buenos Aires hasta 1809, año en que se marchó a España».

«Allí logró que un consejo militar, formado por amigos suyos, dictaminara sobre su conducta durante las inva­siones al Plata. Bien amañado el proceso, los jueces sentenciaron en 1813 que correspondía absolver «de cargo al expresado señor marqués de Sobre Monte, y manifestar que llenó sus deberes en la parte gubernativa y militar y por consecuencia no debe perjudicar la formación de este proceso a su buena opinión y fama, ni servir de obstáculo a sus an­teriores méritos y carrera» (ver Juicio a Sobremonte).

«Dispensado así de culpa por sus amigos, prolongó su existencia hasta los 81 años, edad a la que murió en Cádiz».

«En España lo absolvieron y en Córdoba honran su memoria, pero Buenos Aires es mucho más dura con él. No lo recuerda ni con el nombre de una calle, como esa que en el barrio de La Paternal lleva por nombre Virrey Cisneros, también depuesto, pero más honrosamente».

«Curioso caso, realmente, el de este militar, apto para el gobierno civil, pero carente de aptitudes para lucir en el arte de la guerra».

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