REBELIÓN DE LOS LECHEROS (1863)

La mecha la enciende don CAYETANO CAZÓN, jefe de Policía, con una disposición para que «los lecheros, al igual que los demás transeúntes a caballo, usen la «manea» en su trabajo (unas abrazaderas con las que se sujeta a los caballos para impedirles su desplazamiento).

Los lecheros la resisten con gritos o desapareciendo mis­teriosamente. A veces una cabalgadura desenfrenada y sin jinete cruza la siesta haciendo sonar sus tarros metálicos y «portando cartelones contra la manea». «¡Agraviante!», «un perdedero de tiempo»; «¡se duda de nuestra responsabilidad!». Nadie afloja: «¡Gremio duro el de los lecheros!».

Pero la terquedad de los vascos tiene razones más profundas: de acuerdo con ciertos trascendidos, lo de la «manea», es sólo el primer paso: «Don Cayetano piensa luego prohibir el reparto a caballo y obligarlos a hacerlo en carro».

Mientras la rebelión continúa, algunos cronistas aficionados piensan que «nunca se vio nada igual desde ocho años atrás, cuando en 1855, las coristas del Teatro Argentino se negaron a trabajar si no se les daba una función en su beneficio» (ver La primera huelga en la Argentina).

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