PRIMER MÉDICO RECONOCIDO QUE EJERCIÓ EN BUENOS AIRES (24/01/1605)

El 24 de enero de 1605, el doctor MANUEL  ÁLVAREZ, titulándose cirujano, solicitó autorización al  Cabildo de Buenos Aires, para ejercer su profesión.

Aprobada que fue su solicitud, el doctor Álvarez, fue entonces el primer médico habilitado por las autoridades para ejercer como tal. Para prestar sus servicios pedía un salario de 400 pesos en frutos de la tierra,  y que además le pagaran las medicinas y ungüentos  que pusiera.

A los cabildantes les pareció muy caro y en principio no aceptaron sus exigencias, pero pocos días más tarde llegaron a un acuerdo y el doctor ÁLVAREZ firmó un contrato por el que se comprometía  a “servir de médico cirujano “a los vecinos y moradores, indios y esclavos de ellos, en todas sus enfermedades que tuviesen de cualquier género que fuesen, sangrarlos y ventosearlos”.

Seguramente desde ese momento el médico debe haber estado muy ocupado porque las condiciones de higiene de la ciudad eran muy pobres y según las crónicas abundaban la” calentura” (tuberculosis), calentura pútrida (tifus y tifoidea) y las llagas pútridas”.

A  pesar de lo necesario que resultaban sus servicios, pronto el médico comenzó a reclamar su pago atrasado ante el Cabildo, bajo amenaza de marcharse de la ciudad si no recibía lo acordado. Los reclamos se repitieron, pero al pobre Álvarez le prohibieron abandonar la ciudad.

Un año más tarde, el médico fue despedido y la gente no tuvo más remedio que recurrir a los curanderos y a los métodos de curación de los indios. Es posible que en muchos casos los pacientes salieran beneficiados, porque el nivel de la medicina que se practicaba carecía casi por completo de bases científicas.

Recién en 1610 presentó sus credenciales un nuevo médico, el doctor JUAN ESCALERA, que era considerado una verdadera autoridad en su profesión y casi enseguida los hizo TELLES DE ROJO, para ejercer en la ciudad de Córdoba.

Desde ese entonces, debido a la seriedad con que ESCALERA y ROJO ejercieron su profesión, la medicina fue respetada en el Río de la Plata, en tanto los curanderos y demás cultores de los tratamientos empíricos perdieron gradualmente credibilidad.

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