LA NOCHE TRISTE DE BELGRANO DESPUÉS DE AYOHUMA (14/11/1813)

El general MANUEL BELGRANO, después de la batalla de Ayohuma, hace autocrítica y comprende sus errores, pero se siente confortado por el apoyo que recibe de sus subordinados.

Cartas de oficiales que participaron en las acciones de Vilcapugio y Ayohurna aportan algunos detalles de estas derrotas y si bien casi todos coinciden en criticar las directivas que impartió MANUEL BELGRANO en ocasión de esta última batalla, son también unánimes en ponderar la entereza y valor del jefe patriota para salvar los restos del ejército a su mando.

Cuando estaba ya definida la acción de Ayohuma, dicen estos informantes, «Belgrano se situó cerca del campo de batalla, mandó levantar bien alto la bandera celeste y blanca que él mismo creara hacía ya casi dos años, e hizo tocar reunión por el trompa».

Faltaban dos horas para la caída del sol y la posición del jefe del ejército era muy expuesta porque los realistas no cejaban en la persecución de los derrotados, a diferencia de lo ocurrido anteriormente en Vilcapugio».

«No obstante, al sentir la llamada del clarín, se fueron agrupando muchos dispersos, tratando de buscar a los heridos y reorganizar las fuerzas».

«Belgrano ordenó entonces al coronel ZELAYA defender a toda costa el precario núcleo que se iba formando y este valiente oficial sostuvo esta posición hasta la noche, atrincherado frente a los barrancones de un arroyo cercano».

Se cita también la actuación del capitán JOSÉ MARÍA PAZ, un oficial cordobés, que reagrupó muchos dispersos y los fue enviando al nuevo punto de resistencia que estaba organizando Zelaya.

Finalmente, cuando la oscuridad hizo posible la retirada, BELGRANO encabezó la marcha ha hacia Potosí, marchando a pie la mayor parte del trayecto.

Alguien comentó la diferencia de esta retirada con la que Napoleón había realizado en Rusia un año antes. Desastrosas las dos y llenas de infortunios, pero en el caso del emperador francés, éste se había apresurado a hacerse atalajar un trineo que lo sacó en pocos días del infierno de nieve y hielo de Rusia, mientras que Belgrano compartió jornada a jomada, con sus soldados, las peripecias de la retirada.

Al día siguiente de la batalla ya era casi un millar los hombres que lo rodeaban y tal, como se hacía invariablemente en el ejército, en aquella época, ordenó formar cuadro y ubicándose en el medio de sus soldados, dirigió el rezo del rosario. Derrotado y en retroceso, el ejército del norte, seguía la disciplina impuesta por su jefe y normalizaba su rutina cotidiana (ver Batalla de Ayohuma).

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