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LA HERMANDAD DE LA SANTA CARIDAD (16/10/1754)
El 16 de octubre de 1754 comienza a actuar en Buenos Aires la «Hermandad de la Santa Caridad», para colaborar en la asistencia de afectados por las epidemias que se abatían sobre la ciudad.
Como consecuencia de la terrible situación causada por las epidemias, que asolaban a la ciudad de Buenos Aires, el 16 de octubre de 1754, se aprobó por medio de una real cédula, el funcionamiento de la «Hermandad de la Santa Caridad», que ya actuaba como una entidad de socorristas voluntarios desde 1727.
A mediados de ese año, las crónicas de esas épocas, detallaban que los cadáveres de los pobres eran colocados sobre cueros o envueltos en trapos y se los llevaba a enterrar, arrastrados por caballos (ver Las epidemias desde la época colonial en Argentina).
Y las terribles escenas que cubrieron de dolor las calles de Buenos Aires, invadida en aquellos años por una grave epidemia de viruela, inspiraron a JUAN ALONSO GONZÁLEZ la idea de fundar en Buenos Aires la «Hermandad de la Santa Caridad» a semejanza de la ya existente desde 1683 en Sevilla, España.
Fue por ello, uno de los primeros centros asistenciales dedicado a la atención de los pobres, huérfanos y vagabundos y que se ocupaba además de dar sepultura a los que nada tenían. En aquellos años los cementerios no existían y los muertos de categoría eran enterrados en los templos, desde el atrio al altar mayor. Pero los esclavos y sirvientes se enterraban en terrenos cercanos a las iglesias.
Asociándose a otros vecinos piadosos, y sin reparar en gastos ni en sacrificios personales, ya viajando, ya pidiendo limosnas por las calles, JUAN ALONSO GONZÁLEZ, concretó en una decidida acción su vocación cristiana y la Hermandad de la Caridad alcanzó así un gran desarrollo.
Contó con un Hospital de Mujeres, una escuela para huérfanos y para que no faltara nada a su generosa gestión, no teniendo la Hermandad cómo costear un capellán y siendo él viudo, resolvió tomar el estado del sacerdocio para atender, también, bajo este nuevo carácter, a los desgraciados que había tomado bajo su amparo. Este ilustre varón murió en 1768, y fue otro San Vicente de Paul en Buenos Aires.
El 1º de junio de 1822, el gobernador de Buenos Aires, el coronel MARTÍN RODRÍGUEZ, a instancias de su ministro BERDARDINO RIVADAVIA, dispuso que la «Hermandad» cesara en la administración de sus diversos establecimientos y propiedades y que las funciones filantrópicas que desarrollaba, pasaran a la órbita del gobierno, para ese entonces, ya decidido a fundar la Sociedad de Beneficencia, entidad que nació luego, en 1823, impulsada por RIVADAVIA (ver La Sociedad de Beneficencia de Buenos Aires).
hay que considerar que la madre de Belgrano, María Josefa González Casero, porteña, se casó en 1757 con el Genovés Domingo Belgrano, quien en 1758 será uno de los socios fundadores de la Hermandad de la Caridad. Doña María Josefa era sobrina del sacerdote José González Islas y nieta de Juan Guillermo González y Aragón, nacido en Cádiz y casado en Santiago del Estero en 1713 con Lucía Islas y Alva. Al fallecer doña Lucía, don Juan González y Aragón decide hacerse sacerdote y es ordenado en 1734. Durante la epidemia de 1727 residía en Buenos Aires, se compadece de los estragos que produce la enfermedad y del desamparo en que quedan los apestados, y decide fundar la Hermandad de la Santa Caridad de Jesucristo, para auxiliar a los más pobres y desposeídos, atender a los moribundos y darles honrosa sepultura. Crónicas de la época narran como los cadáveres de los apestados eran tirados sobre cueros y arrastrados sobre caballos sobre el lodo de las calles. La actividad de la hermandad comenzó en la Iglesia de San Juan Bautista (actuales calles Alsina y Piedras de CABA), y con aportes de las familias pudientes construyó una Capilla en el Sur de la ciudad (en las actuales calles Independencia y Tacuarí). En 1738 la Hermandad es trasladada a donde actualmente se encuentra la Iglesia de San Miguel y Nuestra Señora de los Remedios (Bartolomé Mitre y Suipacha), que eran los protectores bajo los cuales se había fundado la Hermandad de la Santa Caridad. En 1745 trajeron de España a las monjas catalinas, consideradas las primeras que hubo en Buenos Aires, para atención de enfermos y menesterosos en la Hermandad. En 1743 en la manzana de la iglesia de San Miguel, sobre la calle Esmeralda, fundaron un hospital de mujeres y una botica (antecedente de las actuales farmacias). El padre del general Manuel Belgrano, don Domingo Belgrano, ayudó a construir la capilla, donó parte del altar, la pila bautismal y la sacristía. También en aquel lugar se procuraba un digno entierro a náufragos y pobres que fallecían sin que nadie los asistiera.
También hay que considerar que, en 1755, José Gonzalez Islas, hijo de aquel viudo que se hizo sacerdote, fundó un colegio para huérfanas, que vacacionaban en verano en la Estancia de Nuestra Señora de los Remedios (actual Parque Avellaneda en el barrio de Floresta, calles Directorio y Lacarra), y de dónde saldrán también algunas de las mujeres que como enfermeras se dedicarán a trabajar en la Hermandad de la Caridad. Y en 1748, llegan desde Potosí los médicos y enfermeros de la orden de los betlemitas, fundada en la actúa Guatemala, y se hacen cargo de un hospital para hombres que, también con aportes de la familia de Belgrano y otras familias, se funda en el sur de la ciudad de Buenos Aires. La Hermandad seguirá atendiendo el hospital de mujeres, la botica y el colegio de huérfanas y desde 1874, también la Casa Cuna, donde se atendía y cuidaba a los recién nacidos, muchos de ellos huérfanos y otros provenientes de embarazos que se ocultaban.
Juan José González y Aragón falleció en 1768 y su hijo, también sacerdote, José González Islas, muere en 1801. Ambos se encuentran sepultados en la actual Iglesia de San Miguel.
Cuando Rivadavia logra el poder político y mediante un decreto ejecutivo confisca los bienes de la Iglesia, suprime a los betlemitas, toma para el estado de Buenos Aires las propiedades de esa orden hospitalaria y los de la Hermandad de la Santa Caridad, sin indemnización ninguna (no había leyes de expropiación) y funda con ellos y con el personal que en cada lugar se desempeñaba, la Sociedad de Beneficencia.
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