ESTADOS UNIDOS LE DA LA ESPALDA A LA DOCTRINA MONROE (00/10/1845)

En octubre de 1845, el gobierno de los Estados Unidos, se lava las manos y le da la espalda a la «Doctrina Monroe» (ver La Doctrina Monroe).

«El gobierno de los Estados Unidos no tiene intención de intervenir u oponerse en forma alguna a los esfuerzos realizados por el gobierno de Su Majestad y el de Francia para la pacificación de ambas repúblicas sudamericanas» (dice refiriéndose a Uruguay y la Confederación Argentina).

Esta categórica declaración fue hecha en octubre de 1845 por el secretario de Estado norteamericano, JAMES BUCHANAN, al embajador británico en Washington.

De esta forma, el gobierno de los Estados Unidos renunciaba a los principios declamados en la Doctrina Monroe, dando su tácita aprobación a la intervención armada anglo-francesa contra la Confederación Argentina.

El presidente JAMES POLK, en el mensaje del 5 de diciembre de 1845, anunció que Estados Unidos resistiría, «a cualquier riesgo», toda intervención de las potencias europeas en la América del Norte.

Los postulados de la «Doctrina Monroe» quedaban así limitados, por declaración pública del propio presidente, a la región septentrional del continente americano. En el sur, los ingleses y franceses tenían vía libre entonces para llevar adelante sus planes de agresión, aunque,  surgieron, empero, voces en el Congreso norteamericano, exigiendo una categórica condena de la política intervencionista de Gran Bretaña y Francia en el Río de la Plata.

En febrero de 1846, el senador WILLIAM ALLEN propuso, que la Cámara alta declarase «solemnemente al mundo civilizado, la irrevocable voluntad de los Estados Unidos de seguir e imponer por la fuerza el principio de que cualquier intento de las potencias europeas de entrometerse en la organización social o política de las naciones independientes de América o de propagar el sistema europeo de gobierno a este continente, sería incompatible con la existencia independiente de las naciones y provocaría, en consecuencia, la inmediata resistencia de los Estados Unidos, justificada por el derecho propio de conservación».

Frente a esta resuelta actitud, el senador CALHOUN, vocero del gobierno, señaló que «la famosa declaración, conocida como «la Doctrina Monroe», sólo se refería a una situación especial. JOHN CALDWELL MONROE era un hombre inteligente y no tuvo propósito alguno de agobiar al país con una tarea que no pudiera cumplir».

Añadió posteriormente: «Si se aprueba la declaración (la propuesta por el senador Allen), nos veremos obligados a intervenir cada vez que una nación europea, justa o injustamente, entre en conflicto armado con cualquiera de las naciones de este continente».

» ¿Qué efecto práctico tendrán las bravatas y baladronadas? ¿No provocarán la desconfianza de Inglaterra? ¿No influirán contra la formación de alianzas por parte de naciones favorablemente dispuestas hacia nosotros…?. Debemos considerar cada caso en sí, de acuerdo con las propias circunstancias, teniendo siempre cuidado de no afirmar nuestros derechos hasta no sentirnos capaces de defenderlos».

Los argumentos de CALHOUN se impusieron en el Senado y la moción de ALLEN fue girada a estudio de la Comisión de Relaciones Exteriores, donde quedó archivada.

Tal como lo señala el historiador JOHN F. CADY, «la república norteamericana se convertía, así, en mera espectadora de los acontecimientos».

Abandonada a su suerte por la potencia más fuerte del continente, la Confederación Argentina tuvo que hacer frente por sí sola, bajo la firme dirección de JUAN MANUEL DE ROSAS, a la intervención y ataque de las escuadras combinadas de Inglaterra y Francia, en 1845 (ver Bloqueo anglo-francés al puerto de Buenos Aires).

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