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CAUDILLISMO (1820)
Para comprender el fundamento de los «caudillos» y su presencia en la Historia Argentina, deberemos profundizar en la comprensión del «caudillismo».
Este término frecuentemente es utilizado por los historiadores argentinos para describir tanto el sistema, como la época que identificó la transición desde la declaración de la Independencia en 1816 hasta el establecimiento de un gobierno constitucional, período que abarca aproximadamente desde la «Anarquía de 1820» hasta la asunción de BARTOLOMÉ MITRE como Presidente de la República, ya unida en 1862.
Fue éste, un período caracterizado por un profundo interés en asuntos internos (establecimiento de gobiernos provinciales, relaciones interprovinciales difíciles, delineamiento de las pautas para la organización nacional, etc.), por la poca atención de los asuntos exteriores, acompañada por la determinación de las provincias de participar en nuevas oportunidades económicas, por la asunción del poder en forma personal por parte de los caudillos en virtud del vacío creado por la desintegración del gobierno en su forma tradicional y por las cruentas guerras civiles e interprovinciales que se alternaban con pactos de paz y alianzas.
Representaba un constante esfuerzo para las provincias, soportar la hegemonía política de Buenos Aires junto con su orientación hacía ideologías políticas y sociales europeas, con estilos de vida e instituciones que contrastaban con las más criollas e indígenas preferencias provinciales. También constituía un motivo de resistencia provincial hacia Buenos Aires, el dominio de esta última sobre la vida económica provincial a través: del control que ejercía sobre la aduana y la navegación fluvial, que favorecía a los estancieros del área de Buenos Aires, en detrimento de los provincianos.
Las evaluaciones sobre el papel desempeñado y las contribuciones efectuadas por el caudillismo al desarrollo nacional, difieren en gran medida según sea quien se refiera a ello. Los aspectos negativos son descritos por escritores contemporáneos de esa época, como DOMINGO F. SARMIENTO quien, en su libro «Civilización y barbarie», deplora el barbarismo, la crueldad y la violencia de caudillos como JUAN FACUNDO QUIROGA, en contraste con la más conveniente civilización de las naciones europeas, tales como Inglaterra y Francia.
Y por JOSÉ INGENIEROS, quien se refiere al caudillismo, como un período en el que las ambiciones personales por el poder, no tenían límites, siendo éstas, el factor político dominante de su accionar.
Una postura más positiva es la manifestada por los historiadores modernos, quienes, como RICARDO LEVENE y otros, consideran al «caudillismo» como una continuación de la Revolución de Mayo, borrando los últimos vestigios de la jerarquía colonial y como una expresión indígena del federalismo y los principios democráticos argentinos, que llegaron a reflejarse en la estructura constitucional de la República.
Más recientemente, los términos «caudillismo» y «caudillo», han adquirido, en cierto modo, más simples y variadas connotaciones, siendo utilizados para referirse a poderosos líderes políticos, así como también al control político de la relación patrón-subordinado (ver Los caudillos).
Véase Hugh M. Hamill (hijo), «Dictatorship in Spanish América», Nueva York, 1965, especialmente para este tema, la Sección III