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VERTÍZ Y UNA NUEVA LÍNEA DE FRONTERA MÁS AL SUR (13/03/1779)
El virrey VÉRTIZ, activa una nueva estrategia defensiva contra los aborígenes violentos y dispone avanzar la frontera sur hacia el desierto.
Dejando de lado el plan del virrey PEDRO DE CEVALLOS que disponía una ofensiva general contra los pueblos aborígenes que habitaban los territorios al sur de Buenos Aires, un vez que asumió el nuevo virrey, JUAN JOSÉ DE VÉRTIZ Y SALCEDO optó por activar una estrategia defensiva y a estos efectos, ordenó que una Compañía de Blandengues y milicianos al mando del comandante español FRANCISCO BETBEZÉ Y DUCÓS, marchara con la misión de recorrer la línea de la frontera sur, inspeccionara los Fortines instalados en esos territorios, y evaluara las posibilidades que ofrecían las tierras que estaban más al sur de ellos, para proponer el establecimiento de una nueva línea de fronteras, que permita ganar territorio para la instalación de futuros asentamientos poblacionales, reduciendo además, el campo de acción de las tribus rebeldes, encomendándole al mismo tiempo, la instalación de los fuertes y fortines, que pudieran ofrecer seguridad a los colonos que deseasen instalarse en esas comarcas.
El 12 de abril de 1779, el comandante español FRANCISCO BETBEZÉ Y DUCÓS, en cumplimiento de la orden del virrey VÉRTIZ, acompañado por el Comandante de Fronteras JUAN JOSÉ DE SARDÉN, el Comandante PEDRO NICOLÁS ESCRIBANO (que debía hacerse cargo del Fuerte Zanjón) y el baquiano NICOLÁS DE LA QUINTANA parten hacia el sur y el 9 de junio del mismo año, presentó un informe aconsejando diversas medidas que a su criterio, deberían adoptarse para consolidar esa nueva frontera con los territorios dominados por los indígenas diciendo:
Informe del comandante BETBEZÉ Y DUCÓS
“Si se determinare (como lo creo útil y conveniente y aún necesario por ahora) subsistan las guardias de la frontera donde actualmente se hallan, o en inmediaciones que dejo insinuadas, gradúo indispensable construir un reducto junto a la laguna de los Ranchos entre el Zanjón o Vitel y el Monte; regularizar la mayor parte de los fuertes que están en disposiciones despreciables y construir algunos en las inmediaciones indicadas de los que se hallan de mudar: de forma que los de Vitel, Monte, Luján, Salto y Rojas, sean guardias principales y residencias o cuarteles de cinco compañías indispensables de Blandengues, y el proyectado de los Ranchos con la de Lobos, Navarro y Areco, sirvan de fortines con una pequeña compañía para estrechar las venidas y facilitar la recorrida del campo (…).
El 20 de junio de ese mismo año, el virrey VÉRTIZ aprobó en general el proyecto que se le presentara, cambiando solamente la ubicación propuesta para la instalación del “Fortín del Zanjón”, decidiendo que en vez de ubicarlo en la Laguna de Vitel, lo sea en la Laguna de Chascomús, ordenando a la vez, que cada Compañía de Blandengues que se afecte como guarnición de esos fortines, deberá ser de 54 hombres.
En agosto de 1779, el Comandante General de la Frontera JUAN JOSÉ DE SARDÉN se hizo cargo de disponer los trabajos que fueran necesarios para reconstruir la deteriorada “Guardia del Monte” y ese mismo año se inició la reconstrucción de la Guardia bajo la dirección del Ayudante Mayor de Frontera SEBASTIÁN DE LA CALLE, quien el 19 de noviembre le informa al virrey VÉRTIZ, que las instalaciones de la “Guardia del Monte ya han sido reconstruidas, agregando que también se han reparado los daños de la Capilla “San Miguel Arcángel”.
Pero, una gran invasión indígena liderada por el cacique LINCO PAGNI que arrasó las localidades de Chascomús y Luján (agosto de 1780), , provocó un drástico cambio en la estrategia del virrey VÉRTIZ, que dejando de lado la actitud defensiva que hasta ese momento había adoptado, decide adentrarse más en el desierto con la línea de Fuertes y Fortines, guarnecer con mayores y mejor capacitados efectivos a los mismos y comisionar al Comandante General de la Frontera, JUAN JOSÉ DE SARDÉN para que proponga lo que a su criterio, era necesario hacer para mejorar este dispositivo.
El 7 de setiembre de 1780, el Comandante DE SARDÉN, propuso que la Laguna de Los Ranchos fuera también guarnecida con una compañía de Blandengues y “aumentar la cantidad de efectivos de este cuerpo de caballería hasta el número de seiscientos, repartidos en seis Compañías “que deberían establecerse, una en Chascomús, otra en Monte, dos en Luján, una en Salto, y otra en Rojas.
Especificaba además la composición de dichas unidades e incluso el sueldo de sus integrantes y recomendaba utilizar para su financiamiento el “Ramo de Guerra de la ciudad de Buenos Aires y de ser preciso «echar mano del de “Cruzadas y Cautivos”, como lo hizo el Excelentísimo Señor virrey de Lima en atención que estas tropas hacen continuamente la guerra contra unos infieles irreconciliables, imposibles de reducirlos al Santo Evangelio» (1)
Finalmente, en 1781 quedó instalada la nueva frontera sur de Buenos Aires. Estaba definida mediante una línea de Fuertes y Fortines, cuyas posiciones debían defender un frente de aproximadamente 350 km. Eran éstos: el Fuerte “Salto”, el Fuerte “San José de Luján”, el Fuerte “San Juan Bautista de Chascomús”, la “Guardia del Monte”, el Fuerte “San Francisco de Rojas”, el Fortín “Lobos”, el Fortín “Nuestra Señora del Pilar de los Ranchos”, el Fortín “Navarro”, el Fortín “San Claudio de Areco”, el Fortín “De las Mercedes” y el Fortín “Melincué”.
Los Fuertes fueron ocupados por los blandengues, y los Fortines por 12 milicianos sin sueldo pero con provisión de víveres. Estos últimos, tenían la misión principal de detectar brechas en la defensa y avances de exploradores hostiles y facilitar la aproximación, comunicación y enlace entre los Fuertes, por cuanto se hallaban separados entre 70 y 100 km:
El Virrey Vértiz en su “Memoria de Gobierno”, detalla que mandó “que a toda diligencia se acopiasen materiales, albañiles, y se construyesen de nuevo todos los antiguos fuertes, por no hallarse ninguno en estado de defensa y que se aumentasen los que se comprendían en la nueva planta, como se practicó por un método uniforme y sólido con buenas estacadas de ñandubay, anchos y profundos fosos, rastrillo y puente levadizo, con baluartes para colocar la artillería y mayor capacidad en sus habitaciones y oficinas, en que comprende un pequeño almacén de pólvora, y otro para depósito de armas y municiones, con terreno suficiente por toda la circunferencia para depositar caballada entre el foso y estacada (…).
”En cada Fuerte mandé poner una compañía de dotación compuesta de un capitán, un teniente, un alférez, un capellán, cuatro sargentos, ocho cabos, dos baqueanos, un tambor, ochenta y cinco plazas de Blandengues (un total cien plazas), con uniforme propio para la fatiga del campo, armados con carabina, dos pistolas y espada, con lo que ejercitados de continuo en el fuego así a pie, como a caballo al paso, al trote y galope con subordinación, policía y gobierno interior, a cargo de un comandante subinspector de toda la frontera con dos ayudantes mayores colocados a la derecha, izquierda y centro de ella con una dilatada instrucción, adiciones y órdenes particulares, se ha logrado poner este cuerpo en estado respetable para algo más que indios».
Años más tarde, en 1796, el Capitán de navío FÉLIX DE AZARA, luego de efectuar un reconocimiento de las Guardias y Fortines de la Frontera dijo: “Como los bárbaros recibían continuamente reclutas voluntarias de Chile, se hizo necesario aumentar el número de compañías, y el de sus plazas ó individuos; y para pagarlas, se impuso el ramo de guerra que aprobó el Rey en 7 de septiembre de 1760. También se alteró el plan de defensa, porque de errantes y lanceros que eran los Blandengues, se fijaron en varios puntos, ó guardias, repartidas por la frontera y se armaron como dragones sirviendo en caballos propios.
Apenas se hubo entablado esto, cuando los hacendados y el Ilustre Ayuntamiento solicitaron que dichas guardias se avanzasen á determinados puntos ó parages, que se hicieron reconocer, pero los dictámenes ó informes fueron siempre tan varios y opuestos como las pasiones ó modos de pensar de sus autores, y redujeron algunos puestos y adelantaron otros.»
(1) Echar mano de los fondos destinados a «Ramo de Guerra» era ir contra la Ley y eso pone de manifiesto, la urgencia que imponía la solución de este problema que afectaba la vida y hacienda de los colonos que se habían aventurado a unstalarse en el desierto.
Hacer algo que estaba expresamente prohibido por la Ley, era demasiado peligroso porque afectar los intereses de la corona, podía traer gravísimas consecuencias. No olvidemos que el “ramo de la guerra”, era un rubro que se alimentaba con la recaudación de los impuestos que devengaba el comercio de las colonias en América, y esos bienes eran sagrados e intocables para España.