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SAN MARTÍN DECIDE RETIRARSE DE PERÚ (21/09/1822)
El General SAN MARTÍN hizo saber a su leal colaborador, el General TOMÁS GUIDO, su resolución de abandonar el Perú inmediatamente y ante las acaloradas insinuaciones del General Guido para que no llevara a cabo tal propósito, el Libertador del Perú presentó ciertos y valederos argumentos, entre otros: «Bolívar y yo no cabemos al mismo tiempo en el Perú».
«He penetrado sus miras arrojadas. He comprendido su desconcierto por la gloria que pudiera caberme en la prosecución de la campaña».
«El no excusaría medios, por audaces que fueren, para penetrar en esta República seguido de sus tropas y quizá entonces, no me sería dado evitar un conflicto a que la fatalidad pudiera llevarnos, dando así al mundo un humillante escándalo».
«Los despojos del triunfo, de cualquier lado que se incline la fortuna, los recogerían los españoles, nuestros implacables enemigos y apareceríamos convertidos en instrumentos de pasiones mezquinas».
«No seré yo, mi amigo, quien deje tal legado a mi patria. Preferiría perecer antes que hacer alarde de laureles recogidos a semejante precio. Eso no. Mientras pueda el general Bolívar, aprovechándose de mi ausencia; lograr afianzar en el Perú lo que hemos ganado y algo más, me daré por satisfecho. Su victoria sería, de cualquier modo, victoria americana».
Decidido su retiro del Perú, el general SAN MARTÍN delega el gobierno en el marqués TORRE TAGLE, invistiéndolo con el carácter de Supremo Delegado del Perú, acordándole las amplias facultades que el Estatuto le había concedido a él, cuando lo nombró «Protector del Perú».
Al tomar esta resolución, el general San Martín dice en uno de los párrafos de su decreto: «Yo volveré a ponerme al frente de los negocios públicos en el tiempo señalado por la reunión del congreso. Volveré al lado de mis antiguos compañeros de armas y si es preciso que participe en los peligros y la gloria que ofrecen los combates, en todas circunstancias, seré el primero en obedecer la voluntad general y en sostenerla».
«Entre tanto dejo el mando supremo en manos de un peruano ilustre que sabe cumplir los deberes que le impone su patria.
Él queda encargado de dirigir una administración cuyas principales bases se han establecido en un plazo ininterrumpido de seis meses en que el pueblo ha hecho los primeros ensayos de su energía y el enemigo, los últimos esfuerzos de su obstinación.
«Yo espero, lleno de confianza, que continuando el gobierno bajo los auspicios del patriotismo y disciplina del ejército, del amor al orden que anima a todos los habitantes del Perú y del celo infatigable con que las demás autoridades cooperan al acierto de las medidas administrativas, haremos el primer experimento feliz, al formar un gobierno independiente, cuya consolidación no cueste lágrimas a la humanidad» (ver San Martín y la Independencia de Perú ).
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