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PELLEGRINI Y LA REVOLUCIÓN RADICAL DE 1890
El 22 de julio de 1890, solo cuatro días antes de que estallara la revolución radical de 1890, el vicepresidente CARLOS PELLEGRINI (imagen), en una carta que le enviara a MIGUEL CANÉ le expone su opinión y sus temores, acerca de la situación que se vivía en esos momentos, diciendo:
«La situación aquí no es sólo difícil y dolorosa, es sobre todo oscura. Hay una tormenta en la atmósfera que nadie sabe como ni cuando, ni dónde se descargará. Ya conocerás bien las cosas pasadas y cómo en un momento critico conseguí detener los sucesos, matando la candidatura de CÁRCANO al precio de la de ROCA y de la mía.
Pero nos equivocamos; no la habíamos muerto sino simplemente atontado con el golpe y en los últimos tiempos comenzó nuevamente a levantarse y estaba a punto de ser proclamada públicamente, lo que hubiese sido el toque de dispersión y enseguida el caos, de lo que hubiera salido, sabe Dios qué”.
“Le he llevado un segundo ataque y esta vez parece definitivamente enterrada. Hemos convenido en celebrar una Convención, el año próximo, bajo la base de la exclusión de nuestras tres candidaturas y la idea ha sido aceptada por todos. Hace tres días de esto y los carcanistas ya andan buscando un nuevo candidato.
Le han hecho proposiciones ¿a quién creerás? ¡A Roque!. Es tan ilógico que la cosa se hace posible en los tiempos que corren. ¡Los ultracordobeses levantando a un ultraporteño. Sería el resultado más lógico del desbarajuste actual. Los cívicos y los no cívicos desearían que hiciera una de “populus barbarus”, con ribetes de traición y les sacara a todos las castañas del fuego”.
“No sólo la situación polítíca es tremenda; la económica también lo es. Ayer, el oro erró a 317 rumbo a 400. A estos valores no hay vida que sea posible.
Todo adquiere precios fantásticos y como nadie gana nada, salvo los estancieros que no especularon, para la inmensa mayoría va siendo un problema el pan del día siguiente.
JUÁREZ siente que la situación es difícil, sobre todo molesta: pero no sé da cuenta de toda la gravedad; cree que todo el interior está sólido e inconmovible y para mí está todo minado por el mismo malestar”.
“La llamada conspiración militar de estos días ha alarmado mucho, sin tener mayor importancia; sí, veo es grave como síntoma. Parece que Manuel Campos, que hace tiempo hablaba en todas partes incendios contra JUÁREZ, lo que no es de extrañar porque es de carácter apasionado y excesivo, vio a algunos jefes al mando de fuerzas proponiéndoles un motín.
Estos dieron cuenta y hoy está con centinelas de vista y enjuiciado. Será muy difícil minar el Ejército, salvo que iniciaran el movimiento generales de mucha autoridad con los que no cuenta la Unión Cívica. LEVALLE en el Ministerio de la Guerra lo tendrá en un puño”.
“En fin, he conocido otras situaciones más peligrosas, el 74 y el 80, pero entonces todos sabían a qué atenerse; se iba a dar una batalla para ser vencedor o vencido. Hoy no se sabe lo que va a suceder en un sentido u otro. Entonces se peleaba a la luz del día; hoy es un entrevero a oscuras. Allá veremos…» (ver La revolución de 1890).
Extraído de “PeIlegrini”. de Agustín Rivera Astengo, Ed. Coni, Buenos Aires, 1941.