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MORA, LOLA (1867-1936)
DOLORES MORA DE HERNÁNDEZ conocida artísticamente como LOLA MORA, fue una escultora, nacida en Tucumán el 22 de abril de 1867. Fue su padrino de bautismo Nicolás Avellaneda, más tarde presidente de la República.
Era una niña cuando perdió a sus padres, pero sus condiciones artísticas ya comenzaban a destacarse y pudo cultivar la pintura hasta que el gobierno provincial le otorgó una beca para continuar sus estudios en Buenos Aires. Aquí logró una nueva ayuda oficial, destinada a solventar su perfeccionamiento en Europa, adonde se dirigió en 1897, manida de cartas de recomendación para el ministro argentino en Roma.
Un tiempo después, el general Roca intercedía para que se le prolongase la subvención, dada la provechosa labor que estaba cumpliendo. Su permanencia en Roma influyó de manera decisiva en la orientación de sus fines: dejó la pintura por la escultura, que la había cautivado totalmente.
Estudió con los maestros Barbella y Monteverde, y pronto se afianzó hasta poder instalar su propio taller, donde recibía la visita de personalidades como la reina Margarita y el general Roca. Se había casado con el pintor argentino Luis H. Hernández, pero su matrimonio fracasó.
Tenía ya renombre continental y participó en un concurso celebrado en Rusia para erigir un monumento, ganándolo, pero se le exigió que tomara la ciudadanía de ese país para firmar el contrato y rehusó. Los bocetos de la obra fueron traídos por ella a Buenos Aires y aceptados por la Municipalidad, que autorizó la construcción del basamento de la fuente que levantarían en el Paseo de Julio.
Las figuras fueron ejecutadas en Europa y la obra inaugurada el 21 de mayo de 1903. Los desnudos femeninos originaron una campaña contra la fuente, que fue trasladada a la Costanera, en ese tiempo casi desierta.
La obra y vida de Lola Mora eran objeto de críticas, pero ella continuó trabajando y en 1904 hizo dos altorrelieves para un edificio de Buenos Aires pero que se encuentran en la Casa Histórica de Tucumán, ciudad donde también está su estatua de la Libertad.
Su espíritu idealista y su imaginación la impulsaron a proyectos destinados al fracaso, como las explotaciones mineras en Salta. Volvió a Buenos Aires con la razón perdida e incapacitada para ganar su subsistencia.
En 1935 alguien quiso reparar los daños que la vida le había inferido y pidió en el Congreso «una modesta pensión para la primera escultora argentina», pero el proyecto llegó tarde pues Lola Mora murió poco después, el 7 de junio de 1936. En 1977 sus restos fueron trasladados a Tucumán (ver La Fuente de las Nereidas).