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LOS MÁRTIRES DE METÁN (03/10/1841)
Si toda la sangre derramada con la cuchilla del terror ha sido verdaderamente sentida y digna de quedar para siempre palpitante en los recuerdos del pasado, no hay duda que el doctor MARCO MANUEL AVELLANEDA (imagen) fue una de las más ilustres y lamentables víctimas de la violencia y la desunión de los argentinos.
Las armas de la patria envainadas, después de haber hecho brillar su acero por todo el continente, venciendo a sus opresores, volvieron a sacarse para combatir a JUAN MANUEL DE ROSAS, y fue JUAN GALO DE LAVALLE uno de sus más encarnizados enemigos.
Pero su ejército fue vencido por MANUEL ORIBE en Famaillá (en la batalla de Monte Grande) el 19 de setiembre de 1841, derrota a la que siguió la del ejército de su compañero de armas y de causa, el general ARÁOZ DE LAMADRID, vencido en el Rodeo del Medio, el 24 del mismo mes, por el general ÁNGEL PACHECO y así llegó el momento de abandonar la lucha.
Perseguido el general LAVALLE después de la derrota, al llegar a la Quebrada Grande, envió al jefe de su escolta, el teniente coronel GREGORIO SANDOVAL para que se reuniese con el gobernador delegado de Tucumán, doctor AVELLANEDA, quien al frente de las fuerzas de la Liga del Norte era también de los dispersos, para que siguiesen con él la marcha por la sierra, con dirección a Salta.
Al llegar el general ORIBE al Pozo Verde recibió una comunicación de SANDOVAL, en la que le decía que deseaba someterse, y que al efecto se presentaría entregando atados al doctor AVELLANEDA, al coronel VILELA y otros jefes y oficiales.
ORIBE siguió su marcha y dejó al coronel MARIANO MAZA con una fuerza y la orden de recibir a Sandoval. Éste llegó a la estancia “La Alemania”, en el Departamento de Guachipas, el 30 de septiembre y a las ocho de la noche, ocupó a la casa de la posta y un alfalfar inmediato, donde echó la caballada.
AVELLANEDA, por su parte, con 300 hombres de caballería, arribó al lugar por la tarde del día siguiente y SANDOVAL, acompañado con oficiales de su escolta, se adelantó a recibirlo, tras lo cual AVELLANEDA, acampó con sus efectivos sobre el bajo, en la margen del río, desde el corral de piedra de la posta, hasta el camino de la cuesta. De la casa que ocupaba Sandoval hasta el corral de piedra sólo distaba una cuadra. Nada revelaba esa noche la escena de infamia que iba a producirse: todo era quietud y orden.
Al amanecer del día. siguiente, 1º de octubre de 1841, SANDOVAL, sigilosamente, destacó 55 hombres sobre la margen del río y otros 55 sobre el alto, en dirección al corral de piedra, donde dormían AVELLANEDA y su gente. De improviso, se oyó en el bajo la voz de / a las armas ! / el enemigo !, que dieron dos de los oficiales a cuyo cargo estaba la fuerza, a la vez que se oía una descarga de fusilería.
Los tiros de la gente de Sandoval mataron a dos de los oficiales de AVELLANEDA (que después fueron encontrados y sepultados por el dueño de la casa). Simultánea y rápidamente, SANDOVAL, a punta de pistola, tomó prisionero al doctor AVELLANEDA y a cinco de sus jefes más, que se encontraban con él, asumiendo de inmediato la jefatura de toda la sorprendida tropa, que aún en la nebulosa del sueño, no comprendía nada.
Inmediatamente colocó a los presos con centinelas dobles en el bajo que da frente al corral de piedra, a la margen opuesta del río y a las dos de la tarde emprendió la marcha hacia Metán, para encontrarse allí con ORIBE.
El 2 de octubre de 1841 los prisioneros le fueron entregados a ORIBE y al día siguiente ejecutados en una forma inusual, o sea degollados. La cabeza del doctor AVELLANEDA fue separada del tronco y mandada colgar en la plaza de la ciudad de Tucumán, sitio del cual, según tradición, fue sacada por la señora de GARCÍA, que la escondió en su casa.
Con AVELLANEDA fueron degollados bajo un cebil, en un paraje que dista una legua de San José de Metan, el coronel JOSÉ MARÍA VILELA, comandante LUCIO CASAS, el mayor GABRIEL SUÁREZ, el capitán JOSÉ ESPEJO y el teniente LEONARDO SOUZA (ver Crueldad y violencia en el Río de la Plata).