LA INSTRUCCIÓN PÚBLICA EN EL RÍO DE LA PLATA (SIGLO XIX)

La instrucción pública en el Río de la Plata, a comienzos del siglo XIX,  era un tema que no ocupaba la atención de las autoridades locales (ver La Educación en Argentina. Sus orígenes).

Bien pobre cosa fue, en verdad, la instrucción que se le daba a la juventud en los primeros tiempos de nuestra emancipación. Y más la de las niñas, que estaba muy lejos de lo que es hoy en día.

Entonces, se les enseñaba a leer mal, a escribir mal, las cuatro reglas de la aritmética y en casos raros, se les daba lecciones de música y de baile, perdiendo, por consiguiente, la oportunidad de aportar todas las ventajas que ofrece el talento natural de la mujer argentina.

Otro tanto sucedía con los varones a quienes solamente se les enseñaba a leer, escribir y contar. En las ·Escuelas de la Patria» (así se llamaban a los cuarteles), tal vez sin sospecharlo, se les daba ligeras nociones de higiene, acostumnrándolos al baño, después de las repetidas marchas y evoluciones que ejecutaban siendo soldados.

Por muchos años, se siguió con ambos sexos una rutina, de poco o ningún provecho. Después, la educación marchó en escala ascendente, en relación siempre con los medios de que podían disponer, de la mayor o menor voluntad de los gobiernos y de las perturbaciones políticas, tan frecuentes en el Río de la Plata desde siempre.

Desde el Gobierno del que formó parte BERNARDINO RIVADAVIA es, que se fueron haciendo esfuerzos en sentido de favorecer la enseñanza elemental, como base de una sólida instrucción y del progreso del pueblo.

Por los pocos periódicos publicados en aquel tiempo, vemos que el pueblo se preocupaba ya algo por este asunto tan importante para el adelanto del país.

Como prueba de lo que acabamos de exponer, leemos en uno de ellos, publicado en 1823, algo que era entonces una verdadera novedad:

«Manual para las escuelas elementales de niñas, o resumen de enseñanza mutua, aplicada á la lectura, escritura, cálculo y costura». Con este título se acaba de publicar en Buenos Aires, una obra escrita en francés, por madama QUIGNON, y traducida de aquel idioma al nuestro, por la señora doña ISABEL CASAMAYOR DE LUCA, secretaria de la Sociedad de Beneficencia de Buenos Aires. «Esta obra se vende a tres reales en las tiendas de USANDIVARES Y OCHAGAVIA».

Este pequeño libro, del que hacía el comentario dicho periódico, puede reputarse pues, de ser de los primeros que, en favor de la educación, aparecieron en el país, sin olvidarnos del esfuerzo que a este respecto, realizara la imprenta de los «niños expósitos» durante años, mediante la publicación de cartones, cartillas y libros, aunque eran principalmente de carácter religioso.

Y en otro periódico del mismo año, se lee: «Sociedad Lancasteriana de Buenos Aires. El 23 del pasado junio empezó sus tareas, la Junta Directiva de esta Sociedad, que continuará los días 15 y 30 de cada mes. Desea extender el benéfico influjo de este útil establecimiento a la campaña, donde más se necesita. Al efecto, espera que los amantes del bien público, aumenten el número de suscriptores».

El sistema Lancasteriano era el más generalizado. Ya en esa época empezaron a establecerse Ateneos, Colegios, etc., en los que la instrucción era más lata; y muchos de estos establecimientos de educación, tuvieron por directores a extranjeros de vasta instrucción y avezados en la enseñanza, tales como BRODART, PERSI, RIVES, y tantos otros y antes que éstos, CABEZÓN, RUFINO SÁNCHEZ, PEÑA, etc.

Es necesario recordar también que la «Sociedad de Beneficencia», prestó desinteresados e importantes servicios en favor de la educación, en la dirección y enseñanza de niñas de pobres. Conocida fue de todos, la distribución de premios hecha por ella todos los 26 de mayo de cada año, desde su instalación, otorgados a la aplicación, la industria, la moral y al amor filial.

Recordaremos aquí con este motivo, que el primer acto de distribución de premios en las escuelas de campaña, tuvo lugar en San José de Flores el 19 de junio de 1828, en virtud del decreto de 5 de mayo del mismo año. Larga es la lista de las personas que han puesto sus conocimientos y voluntades al servicio de la juventud, en tiempos más modernos: las señoras Manso y Caprilli, los señores Sarmiento, Sastre, Peña, Gutiérrez, Domínguez y otros muchos (ver Primeros esfuerzos culturales en Buenos Aires).

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