LA FIESTA DE SAN CAYETANO, EL PATRONO DE LOS POBRES (siete de agosto de cada año)

Todos los años, conmemorando la fecha de la muerte de San Cayetano, se celebra esta Fiesta que tiene su epicentro en el barrio de Liniers, de la ciudad de Buenos Aires.

SAN CAYETANO, el santo del pan y del trabajo, convoca a miles de fieles que concurren al Santuario  que esta instalado en la Iglesia de ese barrio, para pedirle una mejora en sus condiciones de vida, pero por sobre todo, trabajo.

Dentro del santuario, el párroco de la iglesia, espera la fecha con un presagio. «Este año habrá más gente», piensa y dice convencido:  «Creo que la fe de nuestro pueblo está creciendo». ¿La fe o la necesidad? , es la pregunta que surge ante tal aseveración.

Y es lógico que así sea, porque lo que mueve a esta multitud, en realidad es la necesidad, pero más que la necesidad material, la necesidad de creer en Dios y de confiar en EL, porque EL  es la última esperanza del ser humano para mitigar sus dolores.

El Santuario se abre a la medianoche del 6/7 de agosto de cada año para que la autoridad eclesiástica de Buenos Aires imparta las primeras bendiciones, dando comienzo así a un interminable desfile de devotos que pasando frente a su imagen, hacen un alto y con el corazón lleno de esperanza, hacen su pedido, convenidos que el santo no los defraudará.

A partir de las cuatro de la tarde del día 6 de agosto y cada hora hasta llegar a las 23, hay misas que se celebran sobre una tarima que se coloca especialmente sobre la calle frente a la Iglesia y llegado ya el 7 de agosto, la misa de las 11 es celebrada por el arzobispo de Buenos Aires, que imparte luego la bendición a todos los asistentes.

Un numeroso grupo de laicos voluntarios junto a sacerdotes, diáconos, religiosas y seminaristas colaboran no sólo en el desarrollo de la liturgia, sino que se ocupan de confesar, ordenar las filas, dar consuelo y junto con integrantes del movimiento “Scout Argentino”, reparten en forma gratuita pan, caldo y mate cocido a todo el mundo.

Durante todo el día seis, en un espacio especialmente armado para ello, todos aquellos que tienen para ofrecer ya sea trabajo fijo, simples ocupaciones precarias y hasta “changas”, reciben a quienes se muestran interesados por sus ofertas y no son pocos, los que salen reconfortados con un trabajo conseguido, y de ello están convencidos,  “gracias a San Cayetano”

Una hilera de carpas que ocupan más de quince cuadras de las adyacencias, dan muestra de la devoción de esa gran cantidad de fieles que para confiarle sus problemas al santo, han llegado desde lejanos puntos, inclusive de otras provincias para pedirle su ayuda. Es que el corazón de los católicos creyentes, quizás desilusionados por palabras y promesas incumplidas, inocentemente alberga todavía, la esperanza de que sus problemas terrenales, sean satisfechos por la divina Providencia.

Es una muchedumbre multitudinaria y esperanzada. Es una exagerada presencia de vendedores de estampitas, espigas de trigo bendecidas, velas, rosarios e imágenes del santo, que junto a otros advenedizos que aprovechan esa gran concentración de gente para ofrecer su mercadería (totalmente ajena a esas circunstancias). Es el aire colmado de plegarias e incienso.

Es gente postrada rezando sus oraciones y es la dolorosa marcha de algún devoto que hace penitencia recorriendo de rodillas el largo camino que lo lleva hasta el santo, para dejarle su pedido.

Todo eso es la Fiesta de San Cayetano. Una mezcla de fe, misticismo y realidad. La fe en un auténtico representante de la iglesia católica, el misticismo de los que creen en milagros y una realidad, la pobreza, que no se puede ocultar.

“En un mundo en el que la brecha entre ricos y pobres es cada vez más escandalosa, la historia de San Cayetano, que renunció a todos los títulos, honores y bienes para ayudar a los pobres,  cobra mayor dimensión moral.

Su testimonio sobresale porque no se limitó a distribuir ayuda, sino que se preocupó porque ésta sirviera al desarrollo de los necesitados, que debían aportar su propio esfuerzo. En esa línea se inscribe el Banco Monte de la Piedad, que fundó con su dinero, con la idea de prestar plata sin interés a los pobres, para que pudiesen encarar  emprendimientos laborales.

GAETANO DE THIENE (tal fue su verdadero nombre), nació en octubre de 1480, se cree que en Vicenza. Era hijo de Gaspar, conde de Thiene, un alto funcionario político y de la condesa María Porto. En su juventud vivió en Rampazzo, en el palacio que había heredado, lo que no lo hacía feliz.

En 1506 se mudó a Roma para consagrarse a la Iglesia. Luego se estableció en Venecia, donde levantó con su dinero varios hospitales y fundó el banco que se conoció como “Banco Monte de la Piedad”.

Murió el 7 de agosto de 1547 en Nápoles, mientras rezaba para que volviera la paz a la ciudad, lo que finalmente se logró y fue considerado como un milagro suyo. Es creencia en toda Italia, que cuando en 1656, una peste asolaba Nápoles y unas 35.000 personas morían por día, la gente comenzó a invocar al santo y que  el 7 de agosto, aniversario de su muerte, la peste comenzó a retroceder” (dixit .Sergio Rubín)

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