EL COMERCIO EXTERIOR ATENTA CONTRA LA ECONOMÍA DE LAS PROVINCIAS (1778)

El comercio exterior amenaza con fundir las economías regionales en el Río de la Plata.

En efecto, en 177, Con la implantación del «libre comercio» con el puerto de Buenos Aires, la exportación e importación de frutos trajo la pobreza a las provincias argentinas (ver El Reglamento de Libre Comercio).

A partir de 1776, durante el virreinato del Río de la Plata, las provincias ya habían desarrollado sus respectivas economías y creado sus riquezas e industrias propias. Con la apertura del Puerto de Buenos Aires, el interior sufrió un golpe formidable, pues sus manufacturas no pudieron resistir a la competencia de precios con las similares extranjeras.

Los vinos de las provincias de Cuyo, no llegaban a los mercados del litoral, donde se consumían los vinos extranjeros a precios más reducidos. Casi violentamente se agotaron las industrias del arroz en Tucumán, por influjo de la competencia con el Brasil, y la azucarera de Jujuy. Las manufacturas de tejidos de Córdoba, Catamarca y Corrientes, fueron fácilmente desalojadas por los géneros ingleses.

En 1812, el gobierno declaró libre de derechos, la exportación de carnes, por virtud de cuya medida adquirió vuelo el negocio de saladeros. Ocurrió entonces que lo más importante del novillo, fue la carne y hubo que discutir si la seguirían comiendo gratis los gauchos del litoral o si debía ser vendida en provecho de los hacendados, a los propietarios de esclavos del Brasil, África y Antillas.

El sistema de cazar vacas sin otro cargo que el de “entregar los cueros al propietario de la estancia, iba a ser substituido por el de trabajar algunos meses en el saladero y comprar con el jornal la carne que se pudiese, al precio marcado por los consumidores del extranjero.

En 1817, el Obispo José Eusebio Colombres fundó en Tucumán la industria azucarera. En cambio, Buenos Aires y el litoral siguieron apostando al proceso de valorización de los frutos ganaderos. La salazón de carnes era empresa de capitalistas y no se pensó reconocer a los gauchos como socios.

Con los años, se hizo evidente el alza inusitada en los precios de la carne, al punto de que Pueyrredón, durante la administración del Directorio, declaró el cierre de los saladeros.

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