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LA CUEVA DE LAS MANOS PINTADAS DE SANTA CRUZ
Un testimonio milenario del arte rupestre en la Argentina es la llamada Cueva de las Manos Pintadas, ubicada en el Departamento Lago Buenos Aires, al noroeste de la provincia de Santa Cruz y sobre la margen norte del alto río Pinturas.
De tal importancia es el yacimiento, la imponencia del entorno geográfico y lo variado del repositorio arqueológico hallado en este lugar, que se han realizado muchas investigaciones según distintas disciplinas, a efectos de establecer el origen y la antigüedad del mismo. El clima, muy frío y árido ha contribuido, indudablemente, a la casi perfecta conservación de este valioso testimonio.
Los análisis radiocarbónicos han datado la antigüedad del lugar en alrededor de unos 10 000 años y los diversos niveles culturales se remontan hasta casi mil años antes del presente.
Esta ocupación, por parte de quienes habitaron el lugar, se divide en tres etapas bien definidas. La más antigua, parece ser que fue una ocupación realizada por grupos errantes de cazadores y se remonta al octavo milenio antes de Cristo es decir a comienzos del Holoceno o inmediato posglaciar. Eran cazadores recolectores del Paleolítico americano, que conocían el manejo de herramientas y utilizaban instrumentos de hueso tallado y decorado.
La impronta artística que han dejado los integrantes de este grupo humano, está representada esencialmente por palmas de manos pintadas sobre las paredes de la caverna, en negativo y en positivo, acompañando generalmente escenas de caza que muestran figuras humanas y de camélidos americanos del tipo del guanaco.
El hecho de que estos dibujos no se superpongan a los restantes motivos que conforman el conjunto de antiquísimos frisos, indica que han sido los primeros realizados por aquellos artistas que la habitaron, entre 9 500 y 7.500 años atrás. Las manos, como las figuras, están pintadas en varias tonalidades de amarillo, ocre, rojo claro, violeta y negro, logrados con carbón, hematita (óxido de hierro), yeso, arcilla y otros elementos aglutinados con grasa y sangre de animales.
Una segunda etapa corresponde al período intermedio, centrado hacia los 2 500 años antes del presente. Hav falta de dinamismo y agilidad en los trazos y aparece un nuevo color, el blanco, que pone una nota predominante en el conjunto. Los grupos de manos se tornan más numerosos y abigarrados y hay figuras zoomorfas como el Matuasto, un lagarto muy común en la meseta patagónica.
La tercera etapa se identifica fácilmente por el empleo deI color rojo muy intenso que han hecho y por ciertos motivos geométricos, muy parecidos a los empleados en los ponchos araucanos. Este período finalizó unos 500 años antes de la conquista de América y después la cueva permaneció deshabitada durante siglos.