SERVICIO DE VIGILANCIA EN LAS CALLES DE BUENOS AIRES (1734/1872)

Desde 1734, las calles de Buenos Aires comenzaron a ser recorridas por diferentes funcionarios responsables de su vigilancia y mantenimiento del orden.

ALCALDE DE BARRIO (26/04/1734)
Era un funcionario con atribuciones policiales y municipales, creado el 26 de abril de 1734 por el gobernador MIGUEL DE SALCEDO.  Inicialmente se les denominó «diputados» y «comisarios», nombre que tuvieron solamente durante ese año, ya que el cuerpo, volvió  a aparecer en 1766, ya  como «Comisarios menores», nombrados para atender el cuidado de las calles.

Fue el gobernador JUAN JOSÉ DE VÉRTIZ Y SALCEDO quien el 21 de mayo de 1772 amplió y reglamentó las atribuciones y deberes de los «comisionados» como los llamó ahora, elevando su número a dieciséis. Recién en 1774 se les empezó a denominar Alcaldes de Barrio”, siendo aumentado su número a veinte por el virrey NICOLÁS DE ARREDONDO, que dictó la «Instrucción Provisional» a la que debían sujetarse. La Revolución de Mayo creó luego el cuerpo de los «Tenientes de Alcalde» para secundarlos.

La ley del 24 de diciembre de 1821 que suprimieron los Cabildos de Buenos Aires y Lujan, creó la “Policía de Estado”, disminuyendo así las atribuciones de los “Alcaldes de Barrio”, pues al subordinarlos al Jefe de Policía, fueron languideciendo. En 1852 pasaron a la órbita  municipal como jueces de menor cuantía y en 1934, la sanción de la Ley que creó la Justicia de Paz Letrada, hizo desaparecer definitivamente la figura de los Alcaldes de Barrio”, institución que duró exactamente doscientos años.

Los cargos de “Alcaldes de Barrio” recaían en vecinos distinguidos, que lo asumían forma honoraria. Duraban un año en la función y era una carga pública irrenunciable.

Durante el ejercicio de sus funciones usaban uniforme que consistía en un frac azul-gris, abotonado hasta el cuello, pantalón recto de igual color con tirapié, galera negra con penacho y cucarda española. En cuanto a esta última, de haberse llegado a usar, podría haber sido sólo hasta el 18 de febrero de 1812, fecha en la que el Triunvirato aprobó el uso de los colores azul celeste y blanco, propuestos por el general MANUEL BELGRANO. El virrey VÉRTIZ les concedió el uso de un bastón de puño de marfil, que su igual ARREDONDO sustituyó por otro de plata «sin labrar», al que el virrey CISNEROS agregó «la insignia de la Real Justicia», para que fueran conocidos y respetados.

PARTIDA CELADORA (1804)
Siendo insuficientes para la vigilancia de la campaña los servicios y buena voluntad de los «Alcaldes de Barrio», en 1804 se organizó una “Partida Celadora”, constituída por un oficial y seis celadores, un organismo que prestó eficientes servicios durante las invasiones inglesas. En 1809 alcanzó a integrarse con treinta y cinco hombres, reducidos luego a dieciséis, después de la Revolución de Mayo.

Esta merma de sus efectivos la tornó inoperante, por lo que en 1812, el Triunvirato creó la “Partida Celadora de Policía” en sustitución de la anterior, para imponer el orden en la campaña. Estaba compuesta por tres oficiales y cincuenta soldados que fueron armados con carabina, pistola y sable.

Pero poco duró en funciones, pues, por diversas causas, fue perdiendo fuerza, hasta que a fines de ese mismo año de su creación, fue disuelta y el 22 de diciembre de 1812 se puso en vigencia el Reglamento General de Policía, que creó otra “Partida Celadora” (también llamada “Compañía Celadora”), esta vez, más reforzada pues se asignaron a este cuerpo, tres oficiales y cien hombres de tropa uniformados.

Se debe al ministro BERNARDINO RIVADAVIA, que a propuesta del Intendente de Policía EUSTOQUIO DÍAZ VÉLEZ, el 10 de mayo de 1819, se aprobara el nuevo uniforme de la “Compañía Celadora”.

Consistía, éste en chaquetilla corta encarnada, con bocamangas y cuello azul, de siete botones dorados, con galones de teniente; pantalón largo de montar, de color azul, con franja encarnada y entrepiernas, bajos y tirapiés de badana negra; gorra de plato azul con banda encarnada, visera y barbijo de suela negra y escarapela nacional.

Llevaba por sable de caballería con vaina de suela negra con boquilla, puntera y adornos de bronce y cinturón de cuero y tiros blancos con hebilla dorada. En 1821, este organismo fue suprimido por el Jefe de Policía JOAQUÍN DE ACHÁVAL (primer funcionario de este título) y sus integrantes pasaron a formar un nuevo Cuerpo que se llamó «Peoneros de Policía».

CELADOR (20/12/1823)
La precariedad de los servicios de vigilancia a cargo de los «Alcaldes de Barrio», tras la efímera existencia de los «Peoneros de Policía» creado en 1821, dio lugar a que por Ley del 20 de diciembre de 1823, se creara un cuerpo de “Celadores de Policía”, cuyo carácter era eminentemente civil.

Al reglamentarse sus funciones al mes siguiente, se determinó que sus integrantes debían poseer mediana educación, saber leer y escribir, tener conducta moral y gozar de buen concepto.

Para su identificación —pues se aclaró taxativamente, que no vestirían «traje alguno característico»— se les proveyó de una medalla de plata con el Escudo Nacional y con la palabra “Policía”, que debían llevar pendiente al cuello y exhibir sólo mientras cumplían actos del servicio. También se les dio una «papeleta» impresa con su nombre y filiación, suscripta por el Jefe de Policía y autenticada con el sello de la Repartición.

La icnografía existente, confirma que no usaban uniforme, pero la misma no confirma que no iban armados, ya que existen varias imágenes, en cuadros y dibujos de la época, donde se los ve armados con sable con vaina de cuero y carabina y hasta con dos pistolas de bolsillo. Quizás esto se explica, en que las imágenes que han llegado a nuestros días, corresponden a un cuerpo de “Celadores de a caballo”, creado en 1830,  y estos sí, portaban armas. En 1934, los “Celadores de Policía”, fueron reemplazados por los «Vigilantes de Día».

COMPAÑÍA DE CABALLERÍA AUXILIAR DE LA POLICÍA (22/03/1831)
«Con el objeto de dar mayor respetabilidad al Departamento de Policía», así comenzaba el Decreto dictado el 22 de marzo de 1831, se creó la “Compañía de Caballería Auxiliar de la Policía”, sin perjuicio de que siguieran subsistiendo los  «Alcaldes de Barrio» y los «Celadores».

Era una fuerza militarizada de ochenta  hombres puestos bajo las órdenes directas del Jefe de Policía, que actuaba preferentemente en la campaña.  Su creación fue impuesta por el alarmante índice de delincuencia que se registraba, según opiniones de la época, debido al gran incremento de la población.

Estaba uniformado con chaquetilla corta color punzó, con cuello y bocamangas azules; pantalón azul con franja punzó, debajo cual asomaba un calzoncillo blanco; botas de potro con espuelas de rodaja grande. Completaba el atuendo una galera  negra de copa alta y cónica con penacho azul, escarapela nacional y chapa de bronce con la inscripción «Policia». Llevaban sobre el hombro izquierdo un poncho azul y al costado, un pesado sable de caballería con cinturón y tiros de cuero blanco y hebilla dora

Su actuación se extendió hasta 1834, año en que dejaron  de aparecer en el presupuesto de la Repartición, resumiendo todos los servicios policiales, en los «Vigilantes de Día».

VIGILANTE DE DIA (03/06/1834)
La expresión «vigilante», antigua denominación del actual «agente de policía» fue utilizada junto a la de «celador» en 1811, al proponerse ante el Cabildo de Buenos Aires, la creación de una compañía de caballería de «Vigilantes Zeladores de la Patria» (sic), aunque sin éxito.

El cuerpo de “Vigilantes de Día de la Ciudad”, fue creado por el jefe de Policía, General LUCIO V. MANSILLA, el 3 de junio de 1834, y en él, se refundieron todos los efectivos entonces existentes, salvo los «Alcaldes de Barrio», que siguieron existiendo. El nuevo organismo policial entró en servicio, simultáneamente con los «Serenos» o “Vigilantes de noche”, también creados por MANSILLA. Unos y otros alternaban diariamente sus funciones, con lo que la vigilancia urbana se hizo más eficaz.

Estaban uniformados con casaca azul de cuello, bocamangas y vivos rojos, pantalón blanco recto y gorro de manga azul con borla roja y vivos. Al costado izquierdo, pendiente de ancha bandolera de cuero blanco, llevaban un machete corvo con el que fueron armados, contando además, con una «varita o junquillo» que según la resolución de su creación, debían llevar para ser reconocidos por el público

Los “Vigilantes de Día” subsistieron junto a los «Serenos» hasta fines del año 1872, fecha en que entró en servicio el «Cuerpo de Vigilantes», con el que se unificaron todos los servicios policiales en un comando único, situación que perdurará hasta nuestros días.

SERENOS (13/03/1834).
Así se llamaba a los guardas encargados de rondar de noche por las ciudades durante la segunda mitad del siglo XIX. El nombre deriva de la costumbre que tenían, de ir anunciando la hora y el tiempo durante toda la noche, gritando: «las doce y sereno» o «lluvioso».
En la época colonial había ciudadanos o soldados dirigidos por el Alcalde, que velaban por la seguridad nocturna y ya en 1805 el Cabildo de Buenos Aires quiso establecer un servicio regular de serenos pero no tuvo éxito. En 1815 hizo un segundo intento, que también fracaso

En 1821, el diputado de policía JOAQUÍN DE ACHÁVAL decidió probar por tercera vez y tampoco pudo ponerse en práctica el servicio que ya le era imprescindible a la ciudad de Buenos Aires, dado el incremento que había sufrido su población

En 1833, el gobernador BALCARCE volvió a proponer el proyecto y al año siguiente, el general LUCIO NORBERTO MANSILLA, jefe de la Policía de Buenos Aires, simultáneamente con la creación del cuerpo de «Vigilantes de Día de la Ciudad» (3 de junio de 1834), creó el “Cuerpo de Serenos” (o “Vigilantes de Noche), policía nocturna que entró en servicio el 13 de marzo de 1834, y se relevaba con los “Vigilantes de Día», alternando con ellos su presencia en las calles de la ciudad de Buenos Aires.

Estaba formado por catorce hombres que patrullaban treinta y tres cuadras del centro de la ciudad y no eran en realidad un cuerpo oficial de policía, pues si bien dependía funcionalmente del Jefe de esa Repartición, eran costeados por los vecinos, que abonaban al efecto, un llamado “Impuesto de Serenos”, que era administrado por una Comisión Directiva, a la que también se hallaban subordinados.

Sus obligaciones eran, además de las de vigilancia, la de despertar a los vecinos que se lo solicitasen, controlar que las puertas de las casas y comercios estuvieran bien cerradas (llamaban a los propietarios en caso de no estar así), atender las emergencias de los pobladores, por ejemplo, llamar al médico o al sacerdote, volver a encender los faroles o luces que se habían apagado accidentalmente, mantener el orden y velar por el cumplimiento de la ley.

Cada 30 minutos debían cantar la hora y el tiempo, con el agregado del consabido lema político durante la época de ROSAS (“Las doce han dado y sereno, viva la santa Federación” era el latiguillo usado)

Actuaban provistos de un farol para alumbrarse y hacer señales, una lanza corta y pistola para defenderse, y un capote con caperuza para protegerse de las inclemencias del tiempo. Fuera de lo nombrado, que era lo que los uniformaba, en lo demás, vestían a su arbitrio y fue frecuente verlos con sombrero gris de copa alta, pañuelo al cuello, con el obligado cintillo federal en el pecho, rojo, calzoncillo cribado blanco y pesados botines negros.

En 1840 comenzaron a vestir uniforme, al igual que las fuerzas policiales y como ellas militarizados. Con el crecimiento de la ciudad, este Cuerpo se hizo cada vez más numeroso y durante el gobierno de ROSAS, se involucró tanto con el gobierno, que se disolvió después de la caída del caudillo.

En 1852, casi inmediatamente después de Caseros, el cuerpo de “Serenos” o “Vigilantes de Noche”, fue reorganizado. Recuperaron su estado civil, pero ahora patrullaban las calles a caballo y en 1854, pasaron a depender de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires

Este pintoresco organismo, cuyos integrantes dieron una nota característica a la vida nocturna de Buenos Aires, desapareció junto con los «Vigilantes de Día», al ser sustituidos ambos, por el «Cuerpo de Vigilantes» y sus funciones pasaron a ser responsabilidad de la Policía.

Los “serenos” prestaron su último servicio en la ciudad de Buenos Aires durante la noche del 30 de noviembre de 1872, pero hasta 1883 continuaron prestándolo en la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe.

POLICIA Y JUEZ DE PAZ DE LA CAMPAÑA (1833)
Las funciones policiales en la campaña de Buenos Aires, desde 1589 hasta 1821 fueron cumplidas por los «Alcaldes de Hermandad», designados por los Cabildos locales. Lo insuficiente de este servicio, llevó a que las autoridades designaran “Comisionados Especiales”, de carácter temporario, y posteriormente, en 1804, a reforzar los organismos como la «Partida Celadora» (1804).

En 1821 a consecuencia de la Ley del 24 de diciembre de ese año, que no fue acatada por los Cabildos de Buenos Aires y de Luján, desaparecieron los «Alcaldes de Hermandad» y sus facultades fueron asignadas a veinticinco «Jueces de Paz» que atendían en lo judicial, y a ocho «Comisarios de Campaña», para atender en lo policial, asistidos estos últimos, por  partidas de «milicianos».

En 1825 se suprimieron los «Comisarios de Campaña y los «Jueces de Paz» extendieron su jurisdicción a lo policial con la ayuda de sus «milicianos» y así fue hasta 1826, año éste en que fueron restablecidos los “Comisarios de Campaña”, reforzados con dos «Comisarios Extraordinarios» para la ciudad y la campaña, reforzados cada uno, con una «Partida de Celadores de Policía de Campaña», compuesta por veinticinco hombres.

En 1827 fueron traídos a la ciudad los «Comisarios Extraordinarios» y la campaña quedó nuevamente indefensa hasta que en 1830, fueron creadas veintiuna «Secciones de Policía de Campaña», con igual número de «Comisarías». Nuevamente en 1833 volvieron a suprimirse los “Comisarios de Campaña» y otra vez los «Jueces de Paz» quedaron a cargo de las comisarías en sus respectivas jurisdicciones, situación que subsistió hasta 1861, año en que se restauraron las «Comisarías de Campaña».

La indumentaria de los “Policías y Juez de Paz de la Campaña” estaba acorde con el medio rural en que actuaron. Se componía de camisa, chiripá pañuelo azul al cuello y poncho también azul y con vuelta, cartera punzó con botones de metal amarillo, calzoncillo cribado, botas de potro, quepis azul oscuro con una “P” (Policía), de metal amarillo y estaban armados con un sable de caballería con dos tiros de cuero.

VIGILANTE-BOMBERO (1868)
Antes de la creación de un organismo técnico y especializado  de Bomberos como el que hoy conocemos, los incendios eran combatidos por los efectivos policiales, con la cooperación de los vecinos.  Los medios con los que se disponía, no eran idóneos, sino rudimentarios y  de escasa efectividad y mientras la ciudad crecía, no sólo en extensión sino también en altura, seguía estando atrasada, respecto de los demás países de América, en lo que respecta a la lucha contra el fuego.

En el año 1862, una entidad mutual y de seguros. «La Unión Americana», organizó su propia compañía de bomberos y poco después surgió otra de voluntarios en el barrio de San Nicolás, integrada por jóvenes de la sociedad de la época y eso fue todo, hasta que en 1866, comprobando la indefección en la que se hallaba la población de Buenos Aires, el Jefe de Policía CAYETANO M. CAZÓN destinó a diez de sus “Vigilantes” a permanecer de guardia, para colaborar con los vecinos en los casos de producirse un incendio.

Recién el 2 de enero de 1870 llegará el primer organismo con capacidad profesional para combatir el fuego. Fue el Jefe de Policía ENRIQUE O’ GORMAN quien organizó una Compañía de Vigilantes Bomberos”, con una dotación inicial de treinta hombres. En años siguientes ésta creció en personal y elementos, alcanzando en 1872 la jerarquía de Cuerpo de Bomberos, dependiendo de la jefatura de Policía..

Tras varias alternativas y altibajos, en 1880, con la federalización de Buenos Aires, este Cuerpo de Bomberos, pasó a depender del Gobierno Nacional, siendo utilizado como fuerza militar armada con fusil. Custodió cárceles y tuvo participación activa en la represión de movimientos revolucionarios. En 1930 fue desmilitarizada y  hoy con categoría de Dirección, forma parte de la Policía Federal Argentina.

El «Vigilante Bombero” del año 1870 vestía como uniforme de salida, chaquetilla corta azul oscuro, con presillas y vivos blancos,  pantalones rectos blancos en verano y azules en invierno; botines negros, y “chacó” de visera lanzada y chapa de metal amarillo (que reemplazaba con un casco de bronce cuando acudía a un incendio). Cinturón de tareas de cuero marrón con argollas y chapa de metal, machete con vaina negra de suela, con puntera de bronce (que reemplazaba con un hacha si concurría a un incendio).

CUERPO DE VIGILANTES (18/09/1872)
A iniciativa del Jefe de Policía ENRIQUE  O’GORMAN, se creó el Cuerpo de Vigilantes”, el 18 de setiembre de 1872. Con él, desaparecieron los inconexos servicios prestados por los «Vigilantes Día» y los «Serenos», que diariamente alternaban su presencia en las calles. La ciudad tuvo desde entonces y hasta hoy, una fuerza policial unificada con comando único, que cubre ininterrumpidamente las veinticuatro horas del día, manteniendo orden y velando per la seguridad pública.

Los efectivos de este “Cuerpo de Vigilantes”, fueron distribuidos inicialmente en veinte Comisarías, que se integraron con un Oficial Superior, cuatro Capitanes, cuatro Tenientes, dos Subtenientes y mil setecientos Sargentos, Cabos y Vigilantes de infantería y caballería, con organización militar en batallones.

Aparecieron así en las calles los primeros “Agentes de Policía” y  “Oficiales de Policía” cuyo uniforme azul oscuro, desde entonces tradicional,  respondía al corte militar de la época.

Chaquetilla cerrada, corta y ceñida, con ocho botones dorados y bocamangas con siete botones chicos, pantalón a la francesa, cuello blanco de plancha, botines enterizos de cuero negro y quepis con plato azul-gendarme —color también conservado—, barbijo de cuero negro, escarapela nacional de mostacilla y letra «P» (Policía) bordada en gusanillo de oro y completando este atuendo, un sable de dos tiros, con vaina niquelada y dos tiros, prendidos a un cinturón de cuero negro con hebilla de bronce con el Escudo Nacional.

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