El arcón de la historia Argentina > Crónicas > MITRE CAE HERIDO EN LANGDON (02/06/1853)
MITRE CAE HERIDO EN LANGDON (02/06/1853)
El 2 de junio de 1853, el general BARTOLOMÉ MITRE cae herido en los Porteros de Langdon. Durante el Sitio que las tropas de la Confederación al mando del general JUSTO JOSÉ DE URQUIZA mantenían sobre Buenos Aires, el coronel BARTOLOMÉ MITRE, al mando de las fuerzas porteña, en una de sus salidas que realizara para hostigar a los sitiadores, consiguió desplazar a los que ocupaban la zona llamada «Convalecencia».
Ya había conseguido penetrar en los potreros de Langdon, en el bajo de la hoy llamada avenida Montes de Oca, cuando habiéndose adelantado al resto de su tropa, acompañado sólo por sus ayudantes, cayó herido con un balazo en la frente.
La profusión de sangre que manaba de esa herida, hizo temer a quienes de inmediato se acercaron a él, pero la Providencia, había salvado a quien sería luego uno de los más brillantes Presidentes de la República: el espesor de la escarapela que lucía bordada en su «quepis», lugar donde impactó la bala, impidió que ésta penetrara más allá del hueso frontal y se detuvo antes de dañar la masa encefálica.
Al caer herido, el general MITRE dijo, en el momento que se proponían tenderlo sobre una camilla: «Quiero morir de pie, como el romano».
Sus soldados lo ayudaron a mantenerse como él deseaba hasta que se desmayó por la abundante pérdida de sangre y la conmoción sufrida, por lo que debió ser trasladado hasta ponerlo a salvo.
Llegados al campamento del 2 de línea, en la plaza de la Concepción (hoy Independencia), MITRE fue reconocido por varios médicos, entre los que estaban FELIPE M. DE ESCURRA, que declararon después de un prolongado examen que la herida no era grave y que no había fractura.
«Es una herida poco alarmante», dijo el médico, y «al parecer, ¡No es nada!». «Sin embargo», dijo MITRE, muy sosegadamente, «la impresión que experimento es como si tuviera dentro la bala».
El proyectil había pegado en la escarapela de mostacilla blanca y celeste bordad en el quepis, atravesó el grueso y ancho galón que estaba debajo de la escarapela, rasgó el paño, dos gruesos cartones que formaban la base del quepis y el forro interior del mismo que era de fuerte tafilete, tocando en la frente.
Limpiado ligeramente el rostro, quiso el coronel montar de nuevo a caballo, pero no lo pudo lograr. Le faltaron las fuerzas y entonces pensó que realmente su herida era mortal y que sus médicos lo estaban engañando.
Como MITRE era ya en aquella época el hombre más popular de Buenos Aires, la noticia, que circuló rápidamente, atrajo muchas personalidades al cuartel, y entre ellas al doctor IRINEO PORTELA, médico notabilísimo y eximio cirujano. La curación había terminado y el enfermo estaba solo en una cama colocada en la mayoría del Cuerpo.
«¿Qué opinan los médicos?»- preguntó Portela. -«Que no es cosa de cuidado- le respondieron». -«¡Esto es imposible!»- exclamó PORTELA, y entró en la pieza onde descansaba el herido, que tenía una alta temperatura, sufría fuertes vómitos y aseguraba experimentar grandes perturbaciones en la cabeza. PORTLA le observó inquieto, pero sin decir palabra.
Aquellos síntomas, denunciando la opresión de la masa encefálica, demostraban la existencia de la temida fractura del frontal. Miró el quepis, y luego, contrayendo una gran responsabilidad, levantó el apósito. -«¿Es grave y hay fractura, doctor?»- murmuró MITRE. –
PORTELA calló y colocó de nuevo el apósito y salió de la habitación para decir a los que esperaban ansiosos su opinión. -«Hay fractura del frontal y es gravísima. La masa cerebral se encuentra oprimida por los fragmentos del hueso roto, y el enfermo se halla con los síntomas de un caso fatal. Es necesario operarle en el acto: de no hacerlo morirá dentro de una hora».
PORTELA era una autoridad, y su opinión fue un mandato. MITRE fue operado por el doctor HILARIO ALMEIDA, auxiliado por los facultativos JUAN JOSÉ MONTES DE OCA, ORTÍZ, VARELA y el ismo PORTELA.
La operación, dolorosísima, hizo decir a MITRE: «¡Ustedes me tratan peor que el enemigo!». Luego perdió el conocimiento. La curación tuvo un proceso fácil, feliz y sin complicaciones, salvándose aquella vida que tan útil fue a la patria y que tanta gloria alcanzó a darle.
Pero, la frente del futuro Presidente de la República ostentó desde aquel día la característica cicatriz en forma de estrella, que, según Silveyra da Motta, probaba que Mitre no daba la espalda al enemigo, y que obligó al general a usar, toda su vida, el popular chambergo con que todos le han conocido.
Uno de los médicos nombrados (Ortiz), era hijo de Santos Ortiz, el secretario de Quiroga asesinado junto a él en Barranca Yaco (dato aportado por el usuario «Eduardo»,.
uno de los médicos (Ortiz) era hijo de Santos Ortiz, el secretario de Quiroga asesinado junto a él en Barranca Yaco.
Felicito a «El arcón de la historia Argentina» que ponga a conocimiento de los argentinos este hecho que de no haberse solucionado acertada y responsablemente por el eminente médico el Dr. Ireneo Portela otro hubiera sido el curso o camino de nuestra historia patria. Este hecho lo conozco de pequeño de los labios de mi bisabuela Elvira Portela Goyena de Molina Brusau (Viamonte) una distinguida, amable y fina dama, que entre varias anécdotas de su abuelo el Dr. Portela nos contaba a los bisnietos en sus visitas a nuestra casa. Un cordial saludo. Alberto Carlos Pita Abancens.
Padre Pita: Feliz de Usted que pudo recibir de su bisabuela esos recuerdos que no permiten el olvido de nuestra Historia y sus personajes. Imagino que guarda en su memoria algunos otros comentarios que le hiciera y lo invito a que los comparta con nosotros. Con mucho gusto los incorporaré en esta página para enriquecer su contenido.
Me llama la atención el hecho de que no encuentro referencia alguna al detalle que he recibido de mi abuela María Rufina Paz Acosta Hidalgo: ella y sus hermanas y primas conocieron al gral. Mitre porque era amigo de su padre, Don Angel J. Paz, comandante de Guardias Nacionales, juez, presidente del Consejo Escolar, propietario y benefactor, quien lo hospedaba en su casa cuando tenían lugar los meeting de la política. Mi abuela refería que ellas veían la cicatriz de la herida de la frente cuando el Gral. Mitre se quitaba el chambergo para saludarlas en el recibo que ofrecían cuando había concluido el encuentro de hombres -con asado con cuero, habanos europeos y vino tinto-, y concluía con un baile con orquesta. Para ello, regresaba el personal de servicio que se había retirado a la quinta con todas las mujeres de la casa. Y además, que dicha herida del Sitio de Buenos Aires le fue atendida en la Santa Casa de Ejercicios Espirituales fundada por la Beata María Antonia de Paz y Figueroa, tía tatarabuela -precisamente- de mi mencionado bisabuelo, pues luego debió ser intervenido.
Señor de Castro Paz: Si no ha encontrado referencias al suceso que Usted comenta es simplemente porque no lo conocíamos. Ahora, gracias a su colaboración, todos nos habremos enterado de él y así por mérito de su envío, no se habrá perdido otro recuerdo de la historia de nuestra querida Patria. Gracias por su comentario. Si tiene otros guardados en su memoria, serán muy bienvenidos para enriquecer nuestra página.
Hola! Respecto de este episodio de armas tengo entendido que Mitre fue intervenido inicialmente por el Dr Otto Guleke (hay documentación manuscrita en una vitrina del Museo Mitre al respecto), que se limitó a retirar la esquirla. Ya en los cuarteles generales, fue evaluado por Portela, para aquel momento diputado, quien indicó la cirugía urgente. Mitre fue entonces trasladado y operado en la cocina de su propio domicilio. La herida como era costumbre no se cerró, y el parte médico militar al mes señalaba que podían observarse a su través los movimientos cerebrales normales.
Señor Nelson. Muchas gracias por su envío. Son muy interesantes y casi desconocidos los datos que en él Usted aporta.
Yo no voy a hacer aporte alguno; solo quiero agradecer al autor de la publicación, también a los que aportaron datos; muchísimas gracias.
Coincido con las referencias dichas por los que fueron aportando datos sobre la herida de Mitrecque recibí por tradición familiar. Mi abuela materna Paulina Felicia Molina Portela fue bisnieta del ilustre médico y político Dr. Ireneo Portela, quién sería mi 4° abuelo y yo su chozno. Mons. Aberto Carlos Pita Abancens.
Coincido con las referencias dichas por los que fueron aportando datos sobre la herida de Mitre que recibí por tradición familiar. Mi abuela materna Paulina Felicia Molina Portela fue bisnieta del ilustre médico y político Dr. Ireneo Portela, quién sería mi 4° abuelo y yo su chozno. Mons. Aberto Carlos Pita Abancens.