PAZ Y FIGUEROA, MARÍA ANTONIA DE (1730-1799).

Religiosa más conocida como Sor Antula. Figura de la época colonial, venerada todavía en la Argentina moderna. Fundadora de la “Casa de Ejercicios Espirituales” y propagadora de las prácticas espirituales  de los jesuitas.

Nació en Silípica, Santiago del Estero, en 1730, en el seno de una prestigiosa familia descendiente del fundador de Córdoba, Jerónimo Luis de Cabrera.

Fueron sus padres Andrea de Figueroa y el maestre de campo Francisco Solano de Paz y Figueroa, encomendero y hacendado. A los quince años decidió ayudar a los jesuitas en sus obras piadosas y se unió a un grupo de mujeres que se conocían con el nombre de “beatas” y que eran mujeres de vida semirreligiosa que efectuaban los ejercicios espirituales inspirados por Ignacio de Loyola y se dedicaban a las obras de bien, bajo la supervisión jesuita.

Cambió su nombre por el de María Antonia del Señor San Joseph, aunque también fue conocida como la Beata Antula. En 1767, al producirse la expulsión de los jesuitas, tomó la decisión de reemplazarlos en la medida de sus fuerzas y se empeñó fervorosamente en la prosecución de los Ejercicios Espirituales en su provincia y viajando como misionera a través de las provincias vecinas, llegó a ser ampliamente conocida y reverenciada, ganando prosélitos y realizando conversiones espirituales por donde quiera que iba.

En 1777, como consideraba de gran importancia para su misión evangelizadora la organización y el relanzamiento de la práctica de los Ejercicios Espirituales, se propuso hacerlo con la colaboración de los mercedarios y puso su fortuna al servicio de la empresa.

Consiguió algunas casas y mujeres que la ayudasen y al año siguiente puso en marcha la primera serie de ejercicios y pronto debió repetirlos, ampliando los lugares de reunión.  Posteriormente recorrió las provincias del norte, Catamarca y La Rioja, donde fundó nuevas casas de ejercicios, y marchó a Buenos Aires en compañía de dos parientas y dos criadas.

Alentada por el éxito obtenido en Buenos Aires, recorrió las provincias del norte, Catamarca y La Rioja, donde fundó nuevas Casas de Ejercicios, y volvió a Buenos Aires en compañía de dos parientas que habían decidido acompañarla en sus esfuerzos y dos criadas.

A pie, cumpliendo agotadoras jornadas, pasó por Córdoba y ´regresó a Buenos Aires en septiembre de 1779. Descalza, desgreñada y llevando una pesada cruz de madera; fue objeto de la mofa de bribones callejeros que la ridiculizaron y la persiguieron, lanzándole piedras, por lo que tuvo que buscar refugio en la antigua iglesia de Nuestra Señora de la Piedad.

Estuvo mas tarde, tres años en Colonia y en Montevideo, y de vuelta en Buenos Aires se consagró a la tarea de conseguir casa propia, sin desmayar y sin renunciar a los que consideraba era un mandato de Dios.

Presentó al Cabildo los planos para edificar en terrenos que le habían ofrecido en donación y que son los mismos que pueden verse hoy en la avenida Independencia 1190 de la ciudad de Buenos Aires y allí, en 1795, fundó la «Casa de Ejercicios de Buenos Aires» y abrió un hogar en el cual las mujeres en aprietos podían hallar refugio y retornar a una vida cristiana (luego será «la correccional de mujeres) y todo lo hizo merced al óbolo caritativo que le hacían llegar los porteños.

Al principio sus actividades fueron rechazados por las autoridades, que le negaban permiso para realizar ejercicios, pero por fin logró que se le levantara esta prohibición y contando con la colaboración de prestigiosos sacerdotes, comenzó a atraer gente, y miles de prosélitos se unieron a sus devociones.

Llegó un momento en que las más encumbradas personalidades de Buenos Aires acudían a sus ejercicios y la beata se convirtió en árbitro consultada por todos. La magnífica construcción, monumento nacional, albergó desde entonces a la orden encargada de continuar la obra de la beata.

El 6 de marzo de1799, se sintió enferma y dictó su testamento y al día siguiente, falleció, sin ver terminada su obra y luego de veinte años de una lucha que le fue recompensada con el respeto, el apoyo y la veneración, no sólo de sus amados feligreses, sino también de toda la ciudadanía porteña.

Sus restos fueron enterrados en la vieja Iglesia de la Piedad y cuando ésta fue demolida, se los recuperó y el 26 de setiembre de 1913, fueron trasladados al mausoleo en el Cementerio de la Recoleta, donde hoy se encuentran.

La «Casa», que abarca casi una manzana entre las calles Lima, avenida Independencia, Salta y Estados Unidos, es uno de los pocos edificios auténticamente coloniales que conserva la ciudad. Tiene muros de un metro de espesor y cuenta con 9 patios y 36 celdas o habitaciones para retiros espirituales.

La Capilla guarda imágenes de la época del virreinato y relojes de 300 años en funcionamiento. La antigua «Casa» está hondamente ligada a la historia del país y por ella pasaron muchos personajes famosos como RIVADAVIA, BELGRANO y MITRE, que en la celda número 13 fue curado de una herida que recibiera en Langdon.

Allí fue recluida la adolescente y rebelde MARIQUITA SÁNCHEZ DE THOMPSON cuando insistía en casarse con MARTÍN THOMPSON a pesar de la oposición de su padre. Se cuenta que Martín se disfrazaba de aguatero para poder visitarla, antes que el virrey les concediera permiso para la boda.

«La Casa» fue declarada Monumento Histórico en 1942 y existe un servicio de visitas guiadas para conocerla. Sor María Antonia mantuvo una nutrida correspondencia con sus amigos jesuitas en el exilio y en ellas se revela la fe y el sentido común que fueron los pilares donde se apoyó su fortaleza y entusiasmo.

Estas cartas, especialmente las dirigidas al padre GASPAR JUÁREZ, también nativo de Santiago del Estero, fueron compiladas por escritores jesuitas y difundidas ampliamente en Europa.

En 1905, después de más de casi 140 años del inicio de sus actividades, el arzobispo de la Argentina inició los trámites de rigor para beatificarla y canonizarla y fueron renovados en 1917 (ver Paz y Figueroa, María Antonia de).

 

 

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