ROCA, JULIO ARGENTINO (1843-1914)

Teniente General y Presidente electo de la República durante dos períodos (1880-1886 y 1898-1904). Controvertido jefe de la Conquista del Desierto. Estadista y líder político dominante a fines del siglo XIX.

“El zorro” como lo llamaban sus adversarios políticos, fue, desde muy joven un protagonista fundamental en el desarrollo de nuestra nacionalidad.

Nació en Tucumán, el 17 de julio de 1843, hijo de José Segundo Roca, guerrero de Junín y Ayacucho, ayudante  del mariscal Santa Cruz y  soldado de ltuzaingó, acreedor a la medalla con la leyenda “Yo fui del Ejército Libertador”, otorgada por el general San Martín y de  doña Agustina Paz Mariño, una ilustre matrona que provenía del fundador de Córdoba don Gerónimo Luis de Cabrera.

Ingresó en el Colegio Nacional de Concepción del Uruguay y cursaba el segundo año del bachillerato, cuando en ese establecimiento, se inauguró un Curso para seguir la cerrera militar, dirigido por el coronel MARTÍNEZ FONTES.

Llevado por una temprana vocación por la carrera de las armas, se presentó, junto a un numeroso grupo de jóvenes, todos de más edad que él. Terminado el curso, que duró varios meses, recibió el despacho de alférez de artillería.

El 1º de marzo de 1858 se incorporó al Ejército de línea, sin perjuicio de seguir sus estudios del bachillerato y el 20 de marzo de 1858 recibió su despacho de Alférez de Artillería.

En 1859 cuando estalló la guerra civil entre Buenos Aires y la Confederación Argentina, se presentó de inmediato en el Palacio San José ante el general Urquiza y lo destinaron, pese a sus pocos años, al Regimiento de Artillería que mandaba el coronel SIMÓN SANTA CRUZ y combatió en las Batallas de Cepeda (1859) y en 1861 en Pavón, al mando ya de una pieza de artillería, que pudo entregar intacta al final de dicha acción gracias a su pericia y valor.

A partir de allí su carrera fue una meteórica sucesión de presencias en los diferentes campos de batalla que lo requirieron y en el desempeño de cargos en la función pública.

En 1862 el joven Roca fue Secretario de su tío, el doctor Marcos Paz, interventor de la provincia de Tucumán y ese mismo año, durante la presidencia del general Mitre se incorporó a la Guardia Nacional como oficial de infantería del Batallón 59 de Infantería de Línea.

Entre 1861 y 1863, bajo el mando del teniente coronel José M. Arredondo,  hizo la campaña contra Ángel Vicente Peñaloza (el Chacho), caudillo riojano alzado en armas contra el gobierno de Buenos Aires. Posteriormente participó en la guerra del Paraguay y estuvo desde Uruguayana, hasta Lomas Valentinas, acción ésta en la que fue ascendido a sargento mayor.

Acompañó al general  Paunero en la campaña contra las guerrilla de Videla y  Rodríguez, Saá en Cuyo. Durante el gobierno de Sarmiento, fue ascendido a Coronel y nombrado como Jefe del Regimiento 79 de Línea, fue destinado a la provincia de Salta.

En 1870, al estallar en Entre Ríos la primera revolución jordanista, se hallaba en la ciudad de Córdoba y debió marchar a la Mesopotamia a ponerse a las órdenes del general Arredondo para combatir al rebelde caudillo entrerriano.

En enero de 1871 estuvo en la batalla de Ñaembé, donde sus fuerzas fueron vencidas por los jordanistas, a pesar de lo cual, el Presidente Sarmiento le otorgó el ascenso a Coronel Mayor en premio a su comportamiento.

Participó luego en la represión de la segunda rebelión jordanista y en 1872 fue nombrado comandante militar de la región de Río Cuarto, en Córdoba  y allí se casó con una dama de la sociedad cordobesa.

Como comandante de esa guarnición, cuando en setiembre de 1874 estalló el levantamiento de Mitre, fue Roca uno de los jefes que desplegó mayor actividad en la represión de este movimiento.

Desplazándose hábilmente pudo derrotar, en diciembre de ese año, a su antiguo jefe Arredondo en la batalla de Santa Rosa, librada en la provincia de Mendoza, poniendo fin asi a esta revolución. En mérito a su desempeño en dichas circunstancias el presidente Avellaneda lo ascendió a General.

Poco después se lo designó Comandante general de las fronteras de San Luis y Mendoza, en litigio con los indígenas de la zona. Desde esta posición tan ventajosa, se interesó por los planes para dar una solución al problema con los indios mediante la conquista definitiva de la Patagonia y la apertura de todas sus tierras para la colonización.

En 1875, durante la presidencia de Avellaneda, fue Ministro de Guerra y Marina y participó en la preparación de la campaña del desierto, iniciada por Adolfo Alsina. A la  muerte de éste, en diciembre de 1877, el general Roca con la valiosa colaboración del coronel Manuel J. Olascoaga, autor de unos importantes estudios topográficos  y los apuntes y estudios hechos preparar por Rosas en 1833 (que Carlos Guido Spano le había entregado), la llevó adelante en abril de 1879 y la concluyó en 1885 (ver La campaña al desierto del general Roca).

La acción llevada a cabo en la frontera sur del país, durante la llamada “Conquista del Desierto”, si bien fue una gestión amplia y severamente controvertida, permitió ganar para su colonización, más de 15.000 leguas cuadradas  de esos vastos territorios de las pampas del sur y tangencialmente, levantó su figura militar y política hasta el grado de convertirlo en el candidato indiscutido para suceder a Avellaneda.

En octubre de 1879 abandonó la  cartera de Guerra para dedicarse a la campaña política que lo llevarla al poder al año siguiente. En 1880, al producirse la revolución de Carlos Tejedor, fue una de 1as figuras militares clave del proceso que llevó a la federalización y capitalización de la ciudad de Buenos Aires.

Vencido Tejedor, Roca, pudo asumir normalmente la presidencia de la República el 12 de octubre de 1880, cuando tenía solamente treinta y siete años de edad, oportunidad en la que dijo: “No vengo inconscientemente al poder. Conozco el camino y sus escollos, así como las responsabilidades que contraigo. Ni estuvo en mis manos detener la corriente de la opinión, que, sin pretenderlo yo, me ha conducido a este término de la contienda electoral”.

Le cupo así el honor de ser el primer presidente argentino que se iniciaba con una capital de la República propia y definitiva. Dominó luego el escenario político del país durante casi veinticinco años.

Político astuto, apodado El Zorro, utilizó al partido Autonomista Nacional para conservar el poder político en manos de aquellos que favorecían los intereses de los estancieros y del comercio exterior.

Durante su presidencia la Nación prosperó notablemente. La tranquilidad política interna, la apertura de inmensas extensiones de tierras recuperadas en el sur para la colonización y la explotación y el establecimiento de una base para la paz definitiva con nuestros vecinos Chile y Brasil, hicieron que el país progresara con rapidez.

Para ello hizo frente, con prudencia y talento, a la cuestión de limites con Chile, firmando un Tratado por el cual esa nación renunciaba a la Patagonia, que había ocupado en parte a favor de nuestras discordias, y se sometieron al arbitraje, las cuestiones con el Brasil. Se enviaron nuevas expediciones a la Patagonia para completar la conquista y numerosas expediciones científicas y cartográficas exploraron todos los rincones de la República, inclusive la Antártida.

Durante su gobierno, comenzó el auge económico que tuvo su pico máximo entre 1882 y1889 y el comercio alcanzó nuevas magnitudes. La extensión de los ferrocarriles se duplicó; la población aumentó porque ingresaron al país más de medio millón de inmigrantes para formar sus nuevos hogares; se fomentó y secularizó la educación pública (véase Iglesia-Estado, Relaciones); un vasto programa de obras públicas mejoró los puertos, construyó diques en los ríos y edificios públicos y embelleció Buenos Aires. También creó el territorio de Misiones con un gobierno autónomo.

En mayo de 1885, meses antes de terminar su mandato, fue objeto de un atentado en las proximidades del Congreso, en la plaza de Mayo. Alguien lo hirió con una piedra en la cabeza, lo que no impidió que, momentos después, leyera su último mensaje.

En 1886 entregó la presidencia a Miguel Juárez Celman y en 1887 viajó a Europa y pasó allí varios meses entre el descanso y reuniones sociales.

El 8 de julio le fue ofrecido un gran banquete, en Londres, por La Baring Brothers y el comercio británico. Regresó en 1888 para ser Senador nacional por la Capital Federal, durante el período presidencial de Juárez Celman y se apartó de éste en vísperas de la revolución del 90 y desde el Senado, fue uno de los hombres que más hizo para precipitar la renuncia de Juárez Celman.

Continuó siendo influyente en las presidencias posteriores, después de la crisis financiera de 1890 y el desarrollo de la Unión Cívica Radical  que exigía reformas sociales y políticas.

Posteriormente, durante el gobierno de Carlos Pellegrini, se desempeñó como Ministro del Interior, y en 1893 se distinguió, al frente del Comando militar unificado, en la represión de la revolución radical que encabezó Leandro N. Alem.

En 1895, durante la presidencia de José Evaristo Uriburu, ejerció la presidencia del Senado e interinamente la presidencia de la Nación, entre el 28 de octubre de 1895 y el 8 de febrero de 1896.

A mediados de 1897 el partido Autonomista Nacional se unió en torno de su figura y lo proclamó candidato a la presidencia. Triunfó sin candidato opositor en los comicios de abril de 1898 y fue reelecto Presidente de la República. Asumió el 12 de octubre de 1898 y durante su segunda presidencia, resolvió finalmente los problemas territoriales con Chile (ver Las presidencias de Julio A. Roca)..

En febrero de 1899, estrechó la mano de su colega chileno Errázuriz, a bordo del acorazado O’Higgins y poco más tarde se resolvieron definitivamente las cuestiones de límites con el Brasil. Para ratificar los acuerdos logrados, fue a Río de Janeiro con un grupo importante de personalidades civiles y militares, que por haber estado vinculados de alguna manera con la guerra del Paraguay, pudieron recrear una mejor imagen de la Triple Alianza que los había reunido en 1866.

Los agasajos que se le tributaron en la capital carioca fueron magníficos y esa visita fue retribuída después con la venida del presidente de Brasil, Campos Salles, a nuestro país.

Continuó con la profesionalización y modernización del ejército (comenzadas con anterioridad, cuando era ministro de Guerra, Pablo Ricchieri), incrementó las dimensiones de la Armada y creó un ministerio separado para ella. Recibieron grandes impulsos las vías de comunicación, la creación de escuelas, el mejoramiento de  las obras sanitarias; la iluminación de las costas, las obras de irrigación, la provisión de agua potable a las principales ciudades de provincia y hasta Buenos Aires fue transformándose al empezar a levantarse los grandes palacios.

Los tribunales federales fueron reorganizados; se establecieron los impuestos y rentas de la Municipalidad de la Capital Federal, Y fue durante esa presidencia que el doctor Luis María Drago, ministro de Relaciones Exteriores, lanzó la célebre doctrina que hoy lleva su nombre y que fortaleció enormemente la posición de la República Argentina en los asuntos internacionales.

Mejoró la situación del crédito nacional,  afrontó la creciente disconformidad de los trabajadores, los estudiantes, los inmigrantes y otros grupos que exigían una mayor participación en el gobierno y la economía, como también una reforma en las prácticas corruptas por las cuales el grupo elitista de Roca conservaba la dominación política.

En 1903 promulgó la ley de Residencia de extranjeros,  que permitía la expulsión de los extranjeros indeseables. Finalmente, en 1904, Roca logró asegurarse la elección de Manuel Quintana como su sucesor y al  término de su mandato y distanciado de Pellegrini, su figura política declinó visiblemente.

Se retiró del escenario de la política, , aunque en 1912 tuvo un fugaz regreso, cuando el Presidente Roque Sáenz Peña lo nombró Embajador en Brasil. Falleció en Buenos Aires el 19 de octubre de 1914 y “Su muerte acaso sea lo único inoportuno de su vida”, se dijo entonces en la Cámara de Diputados de Tucumán.

Por su parte, Leopoldo Lugones, comienza diciendo en la biografía que ha escrito de Roca “La personalidad de Roca se define  y se explica, por su condición de  militar en el más amplio sentido de la palabra”  (Véase “Roca 1843-1914. Su vida y su obra, José Arce, Buenos Aires 1961, “La segunda presidencia de Roca vista por los diplomáticos norteamericanos”, ; Courtney Letts de Espil, Buenos Aires, 1972 y “Soy Roca”, Félix Luna, Buenos Aires 1990).

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