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PABELLÓN ARGENTINO PARA LA EXPOSICIÓN UNIVERSAL DE PARÍS (1889)
El desmantelamiento del Pabellón que representó a la República Argentina en la Exposición Universal de París realizada en 1899, fue tal vez, el mayor crimen que se haya cometido contra el patrimonio argentino.
En 1910, fue declarado “Bien Cultural de la Ciudad” por la Legislatura porteña, pero fue desmantelado y sus restos se remataron en páginas de Internet. Una heredera del último dueño vendía parte del esqueleto metálico en 1.500.000 pesos, tras visitar a un anticuario que lo había tasado en un precio estimado de 600.000 dólares.
Pero para comprender su valía y su ruina, es indispensable conocer su historia. En 1889, Francia celebró el primer centenario de la Revolución Francesa. La convención se llamó «Exposición Universal de París» y fue una cita donde se estrenó la Torre Eiffel, una construcción del ingeniero civil Alexandre Gustave Eiffel y a cuyos pies, se levantó el Pabellón que representó a la República Argentina en ese evento.
Fue inaugurado el 25 de mayo de 1889, por la delegación argentina y se lo calificó como uno de los más destacados de la muestra parisina. Ganó por eso, 12 grandes premios, entre ellos uno por el diseño urbano de la futura ciudad de La Plata, que era uno de los temas que se exponía allí.
Diseñado por el arquitecto francés ALBERT BALLÚ, un egresado de la “École des Beaux-Arts” de Francia y ganador del Gran Premio de Roma, representaba el gusto ecléctico que imperaba en la arquitectura a fines del siglo XIX. Presentó un diseño con estructura de hierro siguiendo el modelo del “Crystal Palace” de Joseph Paxton.
En la construcción del Pabellón se gastaron más de 2 millones de francos y un periódico norteamericano de esa época, explicaba el porqué la Argentina era el país que más había invertido en esta exposición y compara a la Argentina en América del Sur con lo que Estados Unidos es a la América del Norte, marcando que el principal producto de crecimiento argentino es la inmigración y por ello el Pabellón Argentino poseía características europeas sin representar la cultura nativa para poder fomentar la inmigración europea.
El stand simulaba la forma de un palacio coronado con cúpulas, construido en metales y hierros, en armonía con las líneas estilísticas de época que se corroboraban en el diseño de la Torre Eiffel. «Tenía paños vidriados de exquisita factura, con escenas de la riqueza y símbolos patrios, esculturas en bronce obra del escultor, también francés, LOUIS-ERNEST BARRIAS y en las cuatro esquinas se distribuían esculturas alusivas a la navegación y a la agricultura.
Con una altura de 35 metros el Pabellón Argentino contaba con dos pisos ocupando una superficie de 1.600m2, compuesto por dos alas simétricas a cada lado de la entrada. Estaba ubicado en proximidades de la Torre Eiffel. Ingresando por la puerta principal se imponía un mapa topográfico curvado en proporción a la curvatura terrestre mostrando no solamente la República Argentina sino también a Paraguay, Uruguay y Chile.
La Cordillera de los Andes y otras montañas resaltaban en alto relieve sobre las praderas pampeanas y además de exponer vitrinas con insectos, mariposas y pequeños animales autóctonos y planos de la en ese entonces futura ciudad de La Plata, la exposición argentina exhibió el sistema escolar modelado en el sistema norteamericano, donde había catálogos y fotografías de escuelas y alumnos.
Poseía una selección de 169 libros, tanto científicos como literarios y una maquina inglesa, hecha por J. & E. Hall en Dartford, que utilizaba aire comprimido que se encontraba dentro del Pabellón Argentino, y fque uncionó durante todo el verano, proporcionando aire frio a un refrigerador lleno con carne argentina.
En ese entonces la Argentina competía con Nueva Zelanda en la exportación de carne de cordero. Se montó además una campaña de difusión del progreso argentino en términos industriales, urbanísticos y educativos que escondía una premisa: seducir a capitales extranjeros para apuntalar el desarrollo de una nación incipiente y promisoria.
Como cumpliendo uno de los términos del contrato suscrito con los organizadores de la muestra, la estructura era desmontable, al finalizar la misma, en mayo de 1890 comenzaron los preparativos para traerla de regreso a la Argentina y tras superar diversos problemas de orden administrativo, económico y especialmente burocráticos, volvió a bordo del barco “Usuhuaia” de la Armada Argentina.
Fue re-ensamblada y durante tres años estuvo expuesta en la Plaza San Martín (imagen). Allí funcionó primero, la Exposición Internacional que se realizó en Buenos Aires en 1910 y después albergó al Museo Nacional de Bellas Artes, pero no pudo resistir el avance del desarrollo urbano.
En 1932 fue demolido para ampliar la Plaza San Martín y al año siguiente se remató como chatarra: Una pequeña parte fue a un taller de Mataderos, las cuatro esculturas que lo remataban fueron desperdigadas por la ciudad y la que coronaba la entrada, está en patio de la Escuela Técnica Raggio, en la avenida del Libertador y General Paz; otra parte se vendió por Internet y los restos que quedaron fueron sepultados en un solar ubicado en el Parque Tres de Febrero, de la ciudad de Buenos Aires (ver Edificios memorables que ya no están)..