EL CANTOR CRIOLLO

“E! gaucho cantor es el mismo bardo , el vate, el trovador de la edad media, que se mueve en la misma escena, entre las luchas de las ciudades y el feudalismo de los campos; entre la vida que se va y la vida que se acerca.

El cantor anda de pago en pago, de tapera en galpón, cantando a sus héroes de la Pampa, a los perseguidos por la justicia; a las madres que lloran la pérdida de un hijo arrebatado por la indiada, a la derrota y la muerte del valiente comandante Rauch, al asesinato de Facundo Quiroga y a hace, quizá sin saberlo, e que le cupo a Santos Pérez”.

Resultado de imagen para cantores criollos del siglo xix

El cantor hace, quizás sin saberlo, el mismo trabajo que el bardo de la Edad Media: crónicas, costumbres, historias, biografías se van desgranando con su canto y quedarán grabados en las mentes de auditorios diversos, para que luego se escriba la historia de su época y los personajes que la hicieron.

El cantor no tiene  residencia fija; su morada está donde la noche lo sorprende; su fortuna son sus versos y su voz. Dondequiera que “un cielito” enrede  sus parejas, dondequiera que se apure una copa de vino, o el asado crepite sobre las brasas,  el cantor tiene su lugar preferente, su parte escogida en  la reunión.

El gaucho argentino no bebe si la música y los versos no lo llaman a beber y cada pulpería tiene una guitarra para ponerla en sus manos, esperanzado el pulpero que su canto llene los palenques de montados que le traigan gauchos y paisanos para que negocio prospere.

El cantor mezclaba entre sus cantos, hechos de heroicos de personajes de toda laya y de hombres de valer,. la relación de sus propias hazañas, sus seguros entreveros con la justica, sus paradas ante guapos y malandras y sus condiciones de Don Juan correspondido.

Tal mezcla discordante de datos mal hilvanados, con silencios y detalles mal recordados,  más narrativa que sentimental, hacia que su poesía surja pesada, monótona e irregular, pero cuando se abandonaba a la inspiración del momento, llena de imágenes tomadas de la vida campera, del caballo y de escenas del desierto, su canto se hacía más coherente y sentimental.

Fuera de esto, el cantor criollo poseía su repertorio de buenas poesías populares, quintillas, décimas y octavas; diversos géneros monosilábicos entre los cuales había muchas composiciones de mérito que descubrían inspiración y sentimiento”.

Y fueron las voces de estos autores criollos, las que han dado perdurabilidad a las viejas canciones que se escucharon a lo largo y a lo ancho del Río de la Plata, dejando con sus notas, el sentir de pueblos distantes, pero unidos por el amor a la tierra, la vida noble de sus hombres y mujeres y el sentido de pertenencia que amenguó los sinsabores de una existencia dura y sacrificada (ver Cantores y canciones criollas)

Fuentes. “Estampas del pasado”. Busaniche y J. L. Solar, Ed. Hachette, Buenos Aires, 1971; “Mármol y bronce”. José M. Aubin, Ed. Ángel Estrada y Cía., Buenos Aires, 1911; Bailes tradicionales argentinos. Carlos Alberto Gabriel Vega, Ed. Sociedad Argentina de Autores y Compositores de Música, Buenos Aires, 1944, «El país argentino. Godofredo Daireaux y  “Danzas y canciones argentinas”, Carlos Vega, Buenos Aires, 1936; «Música de Argentina» en Wikipedia.

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *