LA OBRA DE SAN MARTÍN COMO PROTECTOR DE PERÚ (09/07/1820)

… «San Martín había asumido la misión de propagar los ideales de las Provincias Unidas en Sudamérlca establecidos en el Acta emitida por el Congreso de Tucumán el 9 de julio de 1816 y estaba dispuesto a lograr este objetivo, a pesar de las escisiones, los localismos y los intereses partididarios. Para él no había más partido que el “americano”, ni más objetivo político que la unificación de todos los países de una Sudamérlca independiente. Todo lo demás era accesorio y secundario, incluso la forma de gobierno, lo que habría de resolverse sobre la marcha, aprovechando las facilidades y coyunturas que se presentaren.

Como lo ha demostrado Somoza, SAN MARTÍN entendía que la solución era un gobierno monárquico-constitucional, pero aceptaría y apoyaría con las armas, la república si ésa era la auténtica voluntad multitudinaria. Lo que urgía en verdad, era era organizar a Hispanoamérica libre como una entidad univoca, capaz de ejercitar con dignidad y posibilidades económicas positivas la soberanía que los ejércitos libertadores habian reconquistado para el pueblo, esa multitud heterogénea que comparte necesidades y esperanzas, coadyuvando con su esfuerzo y su trabajo al logro de la común felicidad.

Esa idea rige la acción libertadora de San Martín, y subyace en toda su obra gubernaiva como Protector de Perú, cargo que asumió el 3 de agosto de 1821, con el objeto esencial de obtener  “fraternidad y unión para  los demás pueblos libres de la América, para que prevalezca en ellos la libertad y el Orden” (ver San Martín, Protector del Perú)

Tan cuidadoso, tan preciso, tan correcto fue SAN MARTÍN en su acción gubernativa que, pese a detentar el poder absoluto, promulgó y juró de inmediato un Estatuto Provisional que autolimitó sus atribuciones. Se propuso y logró “poner a los pueblos en e! ejercicio moderado de sus derechos”, exigiendo de todos los esfuerzos tendientes a salvar la patria de la tiranía: ya tendrían tiempo, a su hora, de consagrarse a  “las bellas teorías” en asambleas populares y colegios electorales.

La obra protectoral fue intensa y admirable. Como administrador, SAN MARTÍN fue ejemplo de probidad y corrección, apuntalando un país a cuyas arcas fiscales, según ha señalado Macera, ingresaban semestralmente (1822),  poco más de un millón y medio de pesos, que tenía gastos de guerra que absorbían el 75% de esa suma y que sin embargo dejaba un superávit de 35.383 pesos, gracias a la reducción radical de la burocracia, la depuración de la moneda y otros arbitrios financieros, la explotación racional de los bienes mostrencos, la eliminación del contrabando y la supresión del infame tributo Indígena.

La educación pública fue otro tema que preocupó hondamente a SAN MARTÍN, y prueba de ello es su entusiasmo por la aplicación del sistema Lancásteriano para la educación primaria. La Biblioteca de Lima (a la que donó su Biblioteca particular), fue testigo de sus Inquietudes por la extensión cultural, como también un decreto sobre libertad de imprenta y la protección a los monumentos arqueológicos que estimuló. El problema del nativo indígena y del esclavo, como ocurrió en toda la América hispana, fue resuelto por SAN MARTÍN declarando la ciudadanía natural de los indios y la libertad de vientres, además de haber dispuesto que, como homenaje a la toma de Lima, todos los años,  el Estado se haría cargo dé liberar 25 esclavos.

La ciudadanía fue preocupación constante del Protector, como que de álli saldría el plasma humano que forjaría la nacionalidad peruana; además de una reglamentación general, que expidió el 26 de marzo de 1822,  mediante un decreto específico,  que habla a las claras de sus propósitos hispanoamericanos, concedíó lisa y llanamente la ciudadanía peruana,  a todo americano residente en cualquier país de la América Meridional» (“Ideología y acción de San Marttín”. A. J. Pérez Amuchástegul, EUDEBA, 1966):

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