ESTECO (15/08/1567)

Nuestra Señora de Talavera o Esteco fue una primitiva ciudad colonial fundada por los españoles el 15 de agosto de 1567, en la margen izquierda del río Pasaje (hoy Juramento), ocho leguas al sur de “El Quebrachal”, en el actual Departamento Anta, en la provincia de Salta.

En sus orígenes, Esteco, «Tendrá treinta casas y en todo su distrito casi 2.000 almas y muy pocos indios; cáense todos muertos de repente todos macilentos; las cofradías y casas sagradas tan sin respeto que es menester andar a palos para que «tengan» las varas del Santísimo Sacramento. Bien muestra Dios que con esta ciudad nada progresará».

Acosados permanentemente sus pobladores por los aborígenes; con sus casas en peligro de derrumbe por su peligrosa ubicación junto a las aguas del río Salado; afectada seriamente su actividad comercial, debido a que el pueblo quedó alejado del Camino Real, luego de que las autoridades españolas dispusieran la alteración del trazado de esa ruta, en 1609, cuando ALONSO DE RIVERA fundó la ciudad de Talavera de Madrid, en proximidades del río Piedras, los antiguos pobladores de Esteco vinieron a ella y comenzaron a llamarla la “Esteco Nueva”, nombre que se impuso sobre el oficial de “Nueva Madrid”.

Una ciudad condenada
Peste contínua, sapos, culebras, tigres, un monte toda la ciudad y los mayores temblores que yo he visto en las Indias (Carta del Obispo de Tucumán, fray Melchor Maldonado al rey de España (29 de diciembre de 1634), incluída en la obra «Historia del Tucumán» de Manuel Lizondo, Editada en Tucumán en 1941).

El 13 de septiembre de 1692 se produjo un terremoto que afectó seriamente las viviendas del poblado (según lo afirma el padre BÁRZANA en sus “Memorias” y parece que ser que este sismo fue lo que desalentó definitivamente a sus habitantes:

Ya habían debido soportar dos ataques de las comunidades de aborígenes nómades (Lules y Tonocotés), no habían podido revertir su desconexión del Camino Real y según algunos autores, “debido al rápido, casi explosivo, crecimiento que había tenido, como centro de un intenso comercio, Esteco, se transformó en una “ciudad pecadora” que desapareció (como Sodoma y Gomorra) como castigo por la corrupción, el desorden y la lujuria de sus habitantes y desapareció misteriosa y totalmente de la faz de la tierra en 1692. Hoy se habla de “Esteco” como la “ciudad fantasma de Salta”.

RICARDO MOLINARI y MANUEL CASTILLA han dedicado sendas elegías a la ciudad de Esteco y la copla admonitoria, recuerda a los que perseveran en el mal: «No sigas ese camino / no seas orgulloso y terco / no te vayas a perder / como la ciudad de Esteco”.

Hoy, el nombre sobrevive, no sólo en un topónimo: la “Estación de Esteco” (un poblado ubicado en la comarca donde existió la ciudad antigua), sino que la leyenda popular, al cabo de los siglos, lo mantiene vigente recordándola no como una ciudad más, entre otras de las fundadas por los españoles, que por causas diversas desaparecieron en la época de la colonización.

La Nueva Esteco, vista por un viajero francés
Ya en 1609, cuando los pobladores de Esteco, se habían instalado en la “Nueva Esteco, Acárete du Biscay, un viajero francés pasó por allí y dejó sus impresiones en su obra «Relación de un viaje al Río de la Plata», diciendo acerca de este nuevo emplazamiento:

«Este pueblo está situado sobre la barranca un río ancho y hermoso, donde hay un rústico puente que permite atravesarlo, aunque también puede vadearse a caballo. Antiguamente era tan grande y de tanta importancia como lo era Córdoba, pero hoy está arruinado, no habiendo quedado en él, más de treinta familias, pues las demás lo abandonaron por causa del gran número de tigres que lo infestaban, devorando a los niños y a veces hasta a personas mayores que se habían descuidado y eran sorprendidos por estos felinos cebados con carne humana.

Contiene como cuatrocientas casas y cinco o seis iglesias y conventos, cuya estructura es como la de aquellos que ya he descripto. No está circundado de murallas, fortificaciones ni fosos; pero las guerras que han sostenido los habitantes con sus vecinos, los ha adiestrado en la disciplina militar y enseñándoles a ser más cautos que antes en tener las armas preparadas.

Además del peligro que significaba esto, el éxodo fue provocado por la gran cantidad de hormigas y moscas ponzoñosas, cuya picadura arde mucho y que abundan a inmediaciones del pueblo, cuatro y cinco leguas a la redonda, obligando a los pobladores a llevar permanentemente una máscara para protegerse.

Descartando estas cuestiones negativas, este pueblo es un excelente productor de trigo y de cebada, posee grandes instalaciones de vides y otros árboles frutales y si no fuera por la presencia de los tigres, también podría disponer de mucho ganado, porque la tierra es fértil y apta para ello.

De Esteco a Salta hay quince leguas; y este trecho de tierra sería como el que acabo de hablar, si no fuera que en algunas partes es pedregoso. Alcánzase fácilmente a ver a Salta desde dos leguas antes de llegar allí, porque está situada en medio de una hermosa llanura que es fértil en maíz, uvas y otras clases de frutas, produciendo también ganados y otros artículos necesarios para la vida y está en parte rodeada por algunos cerros y montañas de regular altura.

Hay como quinientos hombres de armas llevar, además de los esclavos mulatos y negros, que son como tres tantos más. Este punto es muy concurrido, por causa del gran negocio que hacen en maíz, harina, ganados, vino, carne salada, sebo y otras mercaderías con los habitantes del Perú (ver Fundación de ciudades).

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