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VILLOLDO, Ángel Gregorio (1861-1919)
ÁNGEL GREGORIO VILLOLDO nació en el Barrio de Barracas de la ciudad de Buenos Aires el 16 de febrero de 1861 y murió en su misma querida ciudad de Buenos Aires, atropellado por un tranvía, el 14 de octubre de 1919, sin haber podido cumplir apenas 58 años (1). Se lo reconoce como el “Padre del Tango”, pero más que eso, fue, como dijo alguien, “quien introdujo el sentimiento en el tango”.
Y si su muerte, fue una burla del destino, su vida fue una burla a la mediocridad, a la indiferencia del dolor ajeno, a la envidia y a la flojedad de espíritu. Porque ÁNGEL VILLOLDO fue un personaje entrañable de la Historia de Buenos Aires, por su amor a la vida, a los amigos, a la solidaridad y a la entereza para sobrellevar un vida, que le costó vivir.
Poco se sabe de su infancia, aunque si se sabe que se crió y se educó en el Barrio donde nació. Que a los 15 años recorría las calles voceando diarios y que luego se desempeño como tipógrafo en el diario “La Nación”. Fue payador, clown en un circo del barrio de San Cristóbal y autor teatral cuyas primeras revistas fueron «Fosforito», «El Mayordomo» y «Los Nocheros», representadas en el teatro Roma por sus amigos FLORENCIO PARRAVICINI y PEPITA AVELLANEDA.
Sus primeros tangos fueron compuestos después de 1890, entre los que se cuentan “El pechador”, “Las tocayas” y “El fogonazo” entre otros. Más tarde, hombre ya hecho y derecho, iniciado el siglo XX, comenzó a saborear las mieles del aplauso, recorriendo restoranes, cafés y almacenes de su Barrio, donde con su guitarra y sus canciones, deleitaba a un público que disfrutaba entusiasmado con sus letras, ingeniosas, alegres y muchas veces “picantes”. Rápidamente su fama llega a al Barrio de Palermo, a Contitución, a la Recoleta a San Telmo y la Boca. Tocaba el piano, el violín, la guitarra y la armónica (estos dos instrumentos al mismotiempo, mediante un ingenioso sostén para la armónica, que había inventado) y hasta se animó a dirigir una pequeña orquesta en el Café de las Flores.
Hasta que en el año 1903, llegó la consagración cuando hizo editar “El porteñito”, que fue quizás, su primer Tango y su entrada al mundo grande del dos por cuatro. Luego vinieron “La Morocha”, “Chiflale que va a venir”, “El argentino”, “Sacame una película gordito”, “El esquinazo”, “El choclo” (la creación que lo inmortalizó), “De farra en el cabaret”, “La paloma”, “Brisas rosarinas”, “Cuerpo de alambre”, y tantas otras que nos recuerdan a aquella gente, aquellas calles y aquellos sueños que fueron su inspiración (ver Todo Tango).
Amigo de fierro de sus amigos y aliento de todo aquél que se le acercara en busca de un consejo que ayudara a volar la inspiración de poetas, músicos, payadores y letristas que veían en él, la imagen de lo que querían ser. ALFREDO GOBBI, ENRIQUE SABORIDO, JOSÉ LUIS ROCALLO, ROSENDO MENDIZÁBAL, LOLA MENBRIVES, FLORENCIO PARRAVICCINI, GABINO EZEIZA, fueron sólo algunos de los grandes nombres de nuestra música, de nuestro Teatro y de nuestro Tango, que pudieron gozar con su amistad y apoyo.
ÁNGEL VILLOLDO fue compositor, músico, cantor, actor, payador, bailarín y hasta arriero y “cuarteador en sus años mozos, antes de encontrar su verdadero destino dentro del mundo de la música (2). Escribió más de sesenta letras de tango y milonga, en las que supo reflejar como nadie, su Buenos Aires contemporáneo, ya sea firmando como Fray Pimiento, Gregorio Giménez, Angel Arroyo, A. Gregorio o Mario Reguero, que fueron sus seudónimos, aunque se lo recuerde más por su verdadero nombre.
También compuso otros ritmos y estilos como ser marchas, maxixas, lanceros, mazurcas, jotas y canciones criollas como “”Arrimate vida mía”, “Pasionarias”, Beso criollo, “Recuerdos de mi pago”, entre otras muchas más.
Personajes, hechos y circunstancias cobran vida en sus letras y traen a nuestro memoria cosas del pasado, vivencias que supo trasmitir con maestría: “Cuidado con los 50”, es un tango que alude a una multa de $ 50, que en su tiempo, se aplicaba en Buenos Aires a quienes dijeran “piropos” subidos de tono; en “Todo a 20”, nos cuenta una muletilla que tenían los vendedores ambulantes de origen árabe que recorrían la ciudad con su mercancía; con “El cebollero”, le rinde un homenaje a un vendedor de ajos y cebollas que conoció en su vida errante.
Se dio el gusto de viajar a Europa 1907 donde grabó algunas placas fonográficas y de ejercer el periodismo en las revistas Caras y Caretas y Fray Mocho. En 1916 publicó una recopilación de sus tangos con el título «Cantos Populares Argentinos», donde modestamente, registró sólo algunos de sus éxitos y más tarde puso un Conservatorio en la calle Defensa con el que se ganó la vida, enseñando música con un método de su creación, hasta que falleció.
Con él se fue una parte muy grande de la historia del tango y sólo una envergadura como la que tuvo su existencia, tuvo el derecho de ceder el testimonio del alma tanguera a otro grande que le sucedió: señores, estamos hablando de CARLOS GARDEL
(1). Otros dicen que fue por un cáncer de próstata. (2).. En el siglo XIX se llamaban “cuarteadores” a aquellos hombres que de a caballo, ayudaban a los tranvías a subir las cuestas que les imponía su recorrido, especialmente en las que había en la avenida Montes de Oca, en el Barrio de Barracas, cuna de nuestro personaje.