LA MAESTRANZA DE ARTILLERÍA DE TUCUMÁN (05/11/1810)

El 5 de noviembre de 1810 la primera Junta, con las fuerzas expedicionarias de MANUEL BELGRANO operando en el noroeste del país,  comunicó al ministro principal de las Reales Cajas de Salta, que don CLEMENTE ZABALETA, alcalde de primer voto de esa ciudad, había sido designado para establecer en la ciudad de Tucumán «una fábrica de fusiles por cuenta de Su Majestad».

Como el general BELGRANO tenía bajo sus órdenes en el ejército del Norte al militar austríaco EDUARDO KAINNITZ, barón de Holmberg (1778-1853), éste fue quien finalmente instaló en la Maestranza de Tucumán, una fábrica y fundición de cañones y allí  fabricó dos obuses de a seis y tres líneas, morteros de ocho pulgadas y culebrinas de a dos.

En carta fechada en Pasaje el 30 de agosto 1812, dice BELGRANO: “La fábrica de morteros, obuses y cañones ha sido obra del Barón de Holmberg, quien no sólo dibujó las formas, sino también torneó los moldes. Habiendo metales en todo punto, se puede establecer la fábrica y conseguir cuanto se desea en materia de artillería, sin necesitar nos la traigan de Europa”.

Esta fábrica volante del ejército de BELGRANO disponía de cuatro hornos; se seguían las normas de los fundidores de campanas con “sólo la diferencia de ponerles dos respiradores verticales”. En la fábrica de Tucumán llegaron a trabajar entonces doce oficiales llaveros y seis a cargo de las fraguas; había también fundidores, limadores, peones, etc.

La Fábrica, cuyo verdadero nombre era “Maestranza de Tucumán”,  contaba con una planta compuesta por doce oficiales llaveros y seis a cargo de las fraguas; había también fundidores, limadores, peones, etc., pero la falta de recursos, y la carencia de herramientas apropiadas atentaron contra la buena marcha del proyecto.

Sin embargo, superando los múltiples obstáculos, la maestranza de artillería de Tucumán tomó a su cargo la fabricación y compostura de fusiles y armas blancas y diversos trabajos de carpintería, herrería, talabartería y zapatería, produciendo parte de los elementos de guerra necesarios para el Ejército del Alto Perú.

El costo de cada fusil fabricado en ella era de 24 pesos con 6 reales. Entre marzo de 1811 y setiembre de 1812 se fabricaron allí 75 fusiles y 10 carabinas, además de 89 baquetas, 44 cañones de fusil con recámaras nuevas, 18 cañones de fusil taladrados en bruto (que se llevaron los españoles en vísperas de la batalla de Tucumán), 268 llaves de fusil nuevas y 163 guarniciones de fusil completas, habiéndose reparado más de mil armas de chispa. Produjo también armas blancas, espadas y sables

En una época, trabajaron para la misma el vasco FRANCISCO JOAQUÍN DE EGUREN y el italiano CARLOS CELONE, herreros muy hábiles con grandes conocimientos en la materia. CELONE trabajaba en Buenos Aires donde hizo la prensa para estampar en seco el sello del escudo de la Asamblea de 1813. Fue armador de barcos corsarios y nunca viajó a Tucumán.

Pero no todo iba tan bien como se esperaba. En junio de 1812, MANUEL BELGRANO se dirigió al Primer Triunvirato, expresando que no estaba conforme con la fábrica por la incapacidad de sus dirigentes. Se quejó de la mala calidad de los pertrechos que se hacían en ese establecimiento para el Ejército del Norte, en especial las cartucheras, que eran “lo más malo que se puede dar, no tienen la medida del cartucho y los agujeros están llenos de barbas…”.

Las cartucheras estaban formadas por un bloque rectangular de madera, recubierto de cuero, en el cual se hacían varios agujeros de la medida del cartucho. Si los cartuchos se colocaban sueltos en una cartuchera sin divisiones, el solo movimiento de la marcha destruía con facilidad su envoltura de papel y los inutilizaba.

Cuando los españoles a las órdenes de PÍO TRISTÁN ocuparon Tucumán en 1812, desmantelaron esta fábrica, llevándose los hornos y herramientas que había en ella, aunque después no pudieron aprovechar ese material, pues perdieron su tropa de carretas y no disponían de otros medios para transportar los tornos y demás maquinarias que habían saqueado.

Los españoles arrojaron entonces esta carga en varios pozos que cavaron en los extramuros  de la ciudad, lo que posibilitó luego que los patriotas la recuperaran más tarde.

Después de la batalla de Tucumán (24 de setiembre de 1812), BELGRANO pidió al gobierno el envío de 30 tornos, 16 yunques y 20 lingotes de tres varas de largo y cinco de seis pulgadas de grueso para reinstalar la fábrica.

El gobierno le envió el material solicitado y también envió a MANUEL RIVERA (1752-1820), grabador, armero y mecánico competente, padre de JOSÉ RIVERA INDARTE, quien logró poner nuevamente en marcha la fábrica, para producir además de fusiles y cañones, armas blancas, espadas, sables, correajes, etc.

En 1813 la “Maestranza de Tucumán”,  recibió el valioso aporte de dos maestros armeros alemanes que envió desde Buenos Aires DOMINGO MATHEU, junto con seis tornos de mano y gran cantidad de limas y esmeril fino. Finalmente por problemas financieros, la Fábrica se cerró en 1819.

En la fábrica de Tucumán llegaron a trabajar entonces doce oficiales llaveros y seis a cargo de las fraguas; había también fundidores, limadores, peones, etc. El costo de cada fusil fabricado en ella era de 24 pesos con 6 reales.

Entre marzo de 1811 y setiembre de 1812 se fabricaron allí 75 fusiles y 10 carabinas, además de 89 baquetas, 44 cañones de fusil con recámaras nuevas, 18 cañones de fusil taladrados en bruto (que se llevaron los españoles en vísperas de la batalla de Tucumán), 268 llaves de fusil nuevas y 163 guarniciones de fusil completas, habiéndose reparado más de mil armas de chispa.

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