EL CORREO EN EL RÍO DE LA PLATA (17/06/1748)

A mediados del siglo XVIII, aunque hacía más de doscientos años que la Corona española había creado la institución del correo en América, el servicio se dirigía especialmente a atender las necesidades de México y Perú, donde abundaban el oro y la plata, dejando en el mayor abandono al resto del territorio colonial.

Según los relatos de CONCOLORCORVO, cronista del siglo XVIII, en el Río de la Plata, tanto en Buenos Aries como en Tucumán, Asunción y la Banda Oriental, cuando las autoridades, comerciantes o pobladores en general, necesitaban enviar su correspondencia, tenían que esperar la oportunidad de algún viajero que se encargara de llevar sus cartas y como estos viajes, en general se realizaban en carretas, las respuestas podían tardar meses o años en llegar o no aparecían jamás.

En cuanto a la correspondencia para España, había que confiarla a algún pasajero o marino de buena voluntad, o remitirla a Chile o al Perú, en que ya estaban organizados los correos. A veces, para asuntos urgentes y de consideración, algún comerciante o persona principal, o varios reunidos, despachaban por su cuenta y riesgo su propio chasqui. Un servicio que se reimplantó, a semejanza del que utilizaban los indígenas desde 1541, pero que a diferencia de aquellos, estos “chasquis” no iban corriendo a pie, sino que iban montados a caballo, llevando y trayendo la correspondencia hacia y desde los más lejanos puntos de este territorio.

Llevaban generalmente cuatro caballos, que renovaban en las estancias o ciudades en que era posible hacerlo. Cabalgaban montando en uno y hacían correr por delante a los otros tres, atados juntos para impedir que se escaparan por los campos desiertos. Cuando el montado estaba a punto de caer rendido por el cansancio, cambiaba de monta y así, haciéndolos descansar de su peso por turnos, iba devorando leguas y legua, hasta que llegaba a su destino.

Queda claro entonces, que hasta mediados del siglo XVIII, no había en el Río de la Plata, un servicio público de Correos, a pesar que desde 1707, se presentaron distintos proyectos para establecer el correo en estos territorios, pero todas las propuestas fueron rechazadas por no considerarse de utilidad. En 1715 se reglamenta el despacho de “chasquis” por cuenta de autoridades y de particulares, oficializándose así un servicio de correos que recorría el país a caballo con relevos en las “postas”.

Pero en 1748, cuando arreciaban las quejas de los funcionarios y comerciantes por lo graves problemas de incomunicación que padecían en estas tierras y cuando el espionaje español reunió información sobre el interés que los ingleses demostraban por estas vastas y olvidadas regiones, sus conclusiones despertaron la alarma en la corte española. Para modificar la situación, se decidió establecer el Correo Mayor en el virreinato del Río de la Plata y el 17 de junio de 1748, durante el gobierno de JOSÉ DE ANDONAEGUI, se nombró Primer Teniente de Correos a JUAN VICENTE DE VENTOLAZA Y LUNA, que ocupó el cargo hasta su muerte, en 1751.

Poco después Carlos III suprimió el privilegio del Correo mayor en América y el gobierno de Buenos Aires, tomó a su cargo este servicio, empleando “chasquis” y galeras para el transporte de las sacas con correspondencia. Al principio, el servicio sólo ofrecía salidas de Buenos Aires al interior cada dos meses. Hacia 1760 las cosas tendían a mejorar y ya había correos mayores en Córdoba, Santiago del Estero, Tucumán, Salta y Jujuy. Pocos años después se pusieron en marcha los correos marítimos, que tenían su centro en La Coruña y oficinas de administración en Buenos Aires y Montevideo.

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