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LA INVASIÓN GRANDE DE NAMUNCURÁ (26/12/1875)
Una coalición de los guerreros de NAMUNCURÁ, CATRIEL, PINCÉN Y EPUMER reforzada con indios chilenos, emprendió la “invasión grande” que llevó la devastación a los territorios de Tapalqué, Alvear, Azul, Tandil y Tres Arroyos. Sólo en Azul 400 “cristianos” fueron muertos y se llevaron medio millar de cautivos y 300.000 cabezas de ganado (Campaña al Desierto).
El 25 de agosto de 1875 el Ministro de Guerra y Marina ADOLFO ALSINA envía al Congreso un Proyecto donde explica su propósito de pacificar y poblar el desierto al sur de Buenos Aires y dice al respecto:
“Si se consigue que las tribus hoy aliadas, se rocen con la civilización que va a buscarlas y si se les cumplen los tratados; en una palabra, si ellos que sólo aspiran a la satisfacción e sus necesidades físicas, palpan las mejoras en su modo de vivir, puramente material, puede asegurarse que el sometimiento será inevitable ….
El Poder Ejecutivo, aleccionado por una larga experiencia, nada espera de las expediciones a las tolderías de los salvajes, para quemarlas y arrebatarles sus familias, como ellas queman las poblaciones cristianas y cautivan a sus moradores”
En su esencia, el plan de ALSINA consistía en levantar dos líneas defensivas en la frontera. Una exterior, constituida por fortines que estarán unidos por una zanja contínua y la otra interior, situada 20 o 30 leguas a su retaguardia, jalonada por contingentes militares más poderosos, que estarán en comunicación telegráfica con la línea de avanzada. Ésta última deberá estar en permanente alerta y servirá como primera barrera de alarma y contención.
Cuando ALSINA obtiene del Congreso la aprobación de su proyecto, se lo comunica al general JULIO A. ROCA, en ese momento, al mando de las fronteras de Córdoba, San Luis y Mendoza, quien le contesta oponiéndose firmemente a la política defensiva que propone, diciendo que solamente mediante la realización de un vasto operativo ofensivo, podrá ponerse fin a esta situación en la frontera con el indio y termina diciendo:
“Yo me comprometo señor Ministro, ante el Gobierno y el país, a dejar realizado en dos años, esto que dejo expuesto; uno para preparame y otro para efectuarlo; guardando entre tanto la paz con los indios y la más absoluta reserva sobre las expediciones ”.
Dada la precaria situación económica por la que atraviesa el país (cuando recién apenas había terminado la guerra con Paraguay) y los innumerables conflictos que debe afrontar por la convulsión política que marcó a esa época, ALSINA, no considera oportuno el plan propuesto por ROCA y decide poner en marcha su propio proyecto.
Pero enterado NAMUNCURÁ (heredero de CALFUCURÁ en su lucha contra el blanco) de estos planes, rápidamente, procede a reunir en su campamento de Salinas Grandes a los caciques de las distintas tribus que le obedecen.
El rumor de estos preparativos llega a Buenos Aires y ALSINA parte de inmediato a Azul, donde , en diciembre de 1875, conferencia con los jefes indios y tras largas negociaciones, cree haber conjurado la tormenta.
Pero apenas ha partido ALSINA de regreso a Buenos Aires, cuando resuena en la frontera el grito de guerra de la indiada: “la invasión grande” como se la conocerá, está en marcha y así la describe ESTANISLAO ZABALLOS, un testigo presencial:
“El Azul rodeado hasta las chacras, como aconteció en 1855; su campaña saqueada; las fuerzas de línea divididas, aisladas y en la impotencia; las lejanas divisiones de VILLEGAS, FREYRE y WINTTER, realizando marchas forzadas tremendas que aniquilaban sus caballos, para cortar el camino a los salvajes, fuera de la línea de fortines y los bárbaros esparcidos por sobre una zona de millares de leguas, ricas en ganado y poblaciones cristianas, desde “Tapalquén” a “Bahía Blanca”, retirándose con un botín colosal: 200.000 animales y 500 cautivos, después de matar 300 vecinos y quemar 40 casas. Tal era el cuadro al que asistía la Nación entera!”.