FRANCIA E INGLATERRA Y EL ENFRENTAMIENTO DE UNITARIOS Y FEDERALES (15/03/1829)

El cónsul francés, M. DE MENDEVILLE, informa a su país que ante la guerra iniciada entre unitarios y federales, el gobierno de LAVALLE ha dispuesto la organización de una guardia nacional para la defensa de Buenos Aires, incorporando a gran número de extranjeros, entre ellos a los franceses.

Los ciudadanos franceses residentes en Buenos Aires (aproximadamente 1.000 ó 1.200 artesanos y comerciantes), según el almirante ROUSSIN, jefe de la escuadra francesa en América del Sur,  simpatizan con la sublevación unitaria del 1′ de diciembre de 1828, encabezada por Lavalle para derrocar al gobernador de Buenos Aires, MANUEL DORREGO. 640 de ellos se enrolaron espontáneamente en el batallón Amigos del Orden”, integrando la compañía Franca”, que comandaba un compatriota llamado JEAN JACQUES.

DE MENDEVILLE aconseja a sus compatriotas alistarse en las compañías francesas, mientras PARISH, cónsul de Gran Bretaña en Buenos Aires, reúne en su domicilio a los diplomáticos de Francia y los Estados Unidos para analizar si es conveniente o no aceptar esta situación.

Estos aceptan el enrolamiento de sus compatriotas, pero el británico se opone expresando que “no consentirá que los ingleses tomen las armas de ninguna manera”. Presentan su objeción a Lavalle y éste, el 6 de abril, exceptúa a los ingleses de prestar servicio de armas en razón del artículo 9º del Tratado de amistad firmado en 1825 con Gran Bretaña y a los residentes de los Estados Unidos por su condición de americanos y haber reconocido ya la Independencia Argentina.

Ante esta situación, DE MENDEVILLE cambia de posición y alertado por el fracaso de Lavalle en Santa Fe (esta provincia desconoce la autoridad de Lavalle como Gobernador de Buenos Aires), y la derrota de FEDERICO RAUCH en Las Vizcacheras, le hacen temer un inminente triunfo de los federales y las consiguientes represalias sobre sus compa­triotas.

Pide entonces al jefe naval francés que se coloque con sus buques frente a la ciudad y exige que de inmediato, se le otorgue a los franceses, el mismo trato que se dispuso para con los residentes ingleses y norteamericanos y ordena la disolución del batallón Amigos del Orden”. El gobierno dice no reconocerle representación diplomática para hacer esa reclamación y niega exceptuar a los franceses del servicio de armas, por no existir con Francia tratado recí­proco que lo impida.

El 15 de abril, el cónsul francés imprime una circular, que publican los periódicos, recordando a los franceses que perderán su calidad de tales, si entran a servir en cuerpos militares extranjeros sin autorización del rey, perdiendo derecho a la protección de su pabellón.

El gobierno de Lavalle responde anunciando, que los extranjeros que no se alisten deberán salir del país en 24 horas, e ignora las nuevas reclamaciones de Mendeville. Éste, como última tentativa, se entrevista con GUILLERMO BROWN y con MARTÍN RODRÍGUEZ, pero la audiencia es interrumpida por Díaz Vélez, cuyo tono obliga al francés a pedir su pasaporte.

Habiendo tomado estado público esta situación, se producen manifestaciones hostiles frente al domicilio de MENDEVILLE, quien a pesar de eso, insiste en su pedido y amenaza con «justas represalias, si no son satisfechas de inmediato”.

Firme en su decisión de no aceptar estas imposiciones, el 30 de ese mes, el gobierno de Buenos Aires le devuelve el Pasaporte, conminándolo a que se retire del país en el término de 24 horas, acusándolo de «conducta sediciosa e irregular, indigna del carácter que usted reviste», y de conspirar contra el gobierno. El 1º de mayo, MENDEVILLE se embarca en la flota francesa apostada ante la rada y marcha a Montevideo.

Pero Francia está en una política colonialista y ya se ha hablado de la ocupación de las islas Malvinas y de reclamar la provincia de la Patagonia, por lo que la presión aumenta. Se insiste en exigir la libertad de prisioneros franceses que están en el buque Rio Bamba” (son 2 entre 200 y están acusados de delitos comunes) y la flota francesa ataque sin comunicación alguna de apertura de hostilidades. La orden fue dada por el vizconde de VENANCOURT y esta acción es calificada como acto de piratería.

El 21 de mayo incendian la goleta “Argentina y  toman la “Once de Junio”. Son bombardeados los bergantines Rondeau y “Rio Bamba”, causando 12 bajas.

El coronel de marina TOMÁS ESPORA, comandante de la flotilla argentina, por propia Iniciativa, pidió al agresor la suspensión de las hostilidades y recibió las condiciones que imponía Francia para acatar el alto el fuego y el gobierno de Buenos Aires, acorralado por la angustiosa situación que vive la ciudad sitiada por la flota francesa,  acepta negociar.

Hay un acuerdo previo cuya protocolización se dilata por nuevas exigencias de VENANCOURT a las que el gobierno accede (entre ellas la liberación de los prisioneros retenidos por el gobierno de Lavalle)  y. por fin, conforme a lo acordado, los buques argentinos apresados son devueltos y los franceses quedan libres de la obligación del servicio militar.

Intervención de Juan Manuel de Rosas.
Una de las consecuencias importantes que tuvo esta agresión, se produjo luego del desembarco de los prisioneros que el gobierno de Lavalle retenía en el pontón “Cacique” (algunos historiadores dicen que estaban en el buque “Ríobamba”), acusándolos de conspiración y cuya liberación fue una de las condiciones que impuso VENTANCOURT.

Estos prisioneros eran federales importantes, detenidos por los unitarios que los consideraban peligrosos en la ciudad. Fueron desembarcados el 22 de mayo en la costa, entre Quilmes y Ensenada, y recibidos por las fuerzas de Rosas que dominaban la campaña.

Dos prisioneros solamente rehusaron la libertad: JUAN JOSÉ y TOMÁS ANCHORENA, que pidieron ser trasladados a un barco de la flota inglesa. Este hecho, favorable a los federales, parece sugerir que los continuos retaceos de VENANCOURT para devolver la flotilla argentina que había apresado, a pesar de que el gobierno accediera a casi todas sus exigencias, fueron debidos en parte a las gestiones entabladas con Rosas que, como representante de la Convención Nacional Soberana, se había dirigido al comandante francés, haciéndole presente que los buques capturados pertenecían a la Nación, pero que estaban en poder de los insurrectos del 1º de diciembre.

Rosas pedía, además, que “la escuadra nacional tomada a los insurrectos, no sea devuelta, pero si guardada cerca y en seguridad y que si lo consideraba necesario, tomara los buques nacionales que se encontraban en el Paraná».

Ponía a además, a disposición de VENTANCOURT “la carne fresca  que necesite diariamente para los barcos y navíos que quiera proveer”. De este modo, Rosas aumentaba los problemas y dificultades de Lavalle y aparecía como el artífice de la solución de un problema que inquietaba a la provincia de Buenos Aires, dejando al descubierto “la incompetencia de su Gobernador, Lavalle”.

En la actitud francesa que hemos comentado, están los elementos de un vasto plan de penetración económica, dominación política y expansión territorial, iniciado por Carlos X en los países ultramarinos, en los que se insinuaba, como se ha visto, la posesión de la Patagonia y las Malvinas.

Evidentemente el cónsul ingles PARISH había acertado en sus predicciones, cuando le informó a su gobierno, que Francia intentaría “pescar en aguas revueltas”. No ocurrió de ese modo porque Francia caería en la maraña de conflictos, provocados por su propia política interna,  que producirían, un año más tarde, la revolución de julio.

Descartada Francia entonces de este escenario, quedaba Inglaterra como la única amenaza potencial en el Atlántico Sur y eso recién se concretaría en 1833 con el ataque de la fragata “Clío” y la usurpación de nuestras Islas Malvinas.

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