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LARGAR TODO EL ROLLO
Largar todo el rollo, significa en nuestra campaña, hablar sin rodeos, «cara a cara», sin que nos quede nada por decir. Se relaciona con el empleo del lazo para «lazar» y del momento en que tironeado por el animal apresado con él, obliga a dejar libre toda la longitud del lazo.
Las frases, modismos y sentencias del gaucho, tuvieron siempre un fundamento, perfectamente conocido y palpable en el medio ambiente donde se desenvolvía.
De ahí que el laconismo y la reticencia a hablar mucho, características de su conversación, no fueran tales para quienes convivían con él, familiarizados como estaban, de las costumbres que les eran comunes.
Unas pocas palabras le bastaban para exponer una idea, un pensamiento o un deseo, pero como éstas tenían una estrecha vinculación con simples hechos cotidianos, la brevedad se imponía, pero el concepto quedaba claro:
“Nunca falta un buey corneta”, “más vueltas que sebo de tripa”, “como lista de poncho”, “gastarse en partidas”, “tener una de a pie” y otras muchas expresiones comunes en el vocabulario gauchesco, confirman lo dicho.
“Largar todo el rollo” pertenece a esta modalidad y define al acto del jinete, que después de haber enlazado a un animal, conserva en su mano izquierda, formando anillos de cierto tamaño, el sobrante del lazo.
El conjunto de estos anillos, que forma un rollo de determinado tamaño, va disminuyendo a medida que se “da lazo”, o sea que se van soltando de a una, las vueltas de este rollo. Al soltar la última, el lazador ha “largado todo el rollo”, es decir, ya no le queda nada en la mano.
De igual manera, cuando una persona expresa, voluntaria o involuntariamente, todo lo que sabe con respecto a un asunto; cuando en una controversia, uno de los que intervienen, aporta nuevos y terminantes argumentos ; cuando alguien, en la propia cara del afectado, le reprocha francamente sus vicios o equivocaciones; cuando en una actividad cualquiera, el que la encara o ejecuta, pone en ella todo su empeño y dedicación, o en otras circunstancias similares, se dice de cada uno que “largó todo el rollo”, es decir, que dio de si, todo lo que podía dar.
La frase tiene así el significado de no dejar nada por decir o por hacer, de agotar todas las posibilidades en la solución de un asunto o en la consecución de un propósito (ver Voces, usos y costumbres del campo argentino).