CANDILES Y VELAS

LOS CANDILES fueron  el primer artefacto utilizado por el gaucho para iluminar su vivienda. Un tarro, un cuerno, cualquier recipiente servía para que lleno con grasa o un poco de sebo y un pabilo retorcido o mecha, sirviera para darle luz, con mucho humo y tizne, seguramente, pero luz al fin.

El “pabilo” era una especie de hilo o fibra de algodón que se compraba en las pulperías y que después, las mujeres se encargaban de retorcerla o trenzarlas, dándoles el largo adecuado.

Vinieron luego “las velas de baño”, las primeras y verdaderas de fabricación simple, aunque muy engorrosa: un largo pabilo, bien afirmado entre los dedos pulgar e índice de ambas manos, se sumergía en sebo derretido y tibio, cuya temperatura  se mantenía uniforme por medio del “baño María; una delgada capa de la sustancia grasa quedaba recubriendo el pabilo y expuesto éste al aire, se endurecía rápidamente.

El procedimiento se repetía cuantas veces fuere necesario, hasta darle a esta “vela” el grosor necesario. Para ganar tiempo, después de la primera inmersión, se colgaban varios pabilos de un alambre, al que se mantenía siempre en posición horizontal y se los sumergía a todos, en el sebo caliente.

Más tarde, aparecieron los moldes de metal, especialmente de hojalata y entonces, la tarea se perfeccionó y simplificó de gran manera, ya que en cada molde, se podían hacer hasta 6, diez o veinte velas simultánea y rápidamente (ver La iluminación en la ciudad de Buenos Aires).

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