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LAS OCHO INVASIONES INGLESAS AL RÍO DE LA PLATA
LA HISTORIA ARGENTINA REGISTRA EN SUS ANALES, SOLAMENTE DOS INTENTOS DE INVASIÓN PROTAGONIZADOS POR EL IMPERIO BRITÁNICO, PERO PERMÍTASENOS CONSIGNAR A CONTINUACIÓN, LOS OCHO EPISODIOS A LOS QUE ALGUNOS HISTORIADORES, LE ASIGNAN EL MISMO CARÁCTER, DEMOSTRATIVO DE ESE TENAZ INTENTO QUE LA CORONA BRITÁNICA REALIZÓ PARA APODERARSE DE ESTOS TERRITORIOS CON FINES ESTRICTAMENTE COLONIZADORES Y ESPÚREAMENTE COMERCIALES (ver Inglaterra sigue soñando con las riquezas del Río de la Plata).
Considerando todas las veces que Gran Bretaña ha pretendido apoderarse de algo que nos pertenecía, conculcar nuestros derechos o agraviar nuestra soberanía, hemos contabilizado que en total, desde enero de 1763 hasta abril de 1882, son ocho los sucesos que podrían definirse como las “Ocho invasiones inglesas” que hemos debido soportar, sin contar que (como lo asegura el periodista Jorge Lanata en su libro “Argentinos”, el 6 de enero de 1763 las dos embarcaciones mayores de la escuadra inglesa “Lord Clive”, “Ambuscade” y la fragata portuguesa “Gloria” entraron al canal del puerto de Colonia e iniciaron un ataque» que fue rechazado.
PRIMERA INVASIÓN INGLESA: (06 de enero de 1763). Argentina no era Argentina todavía. Pertenecía al Virreinato del Perú. Pedro de Ceballos era gobernador de Buenos Aires. Colonia de Sacramento, en la costa oeste del actual Uruguay, había sido fundada por los portugueses pero fue disputada durante muchos años por portugueses y españoles.
En 1761, Ceballos recuperó Colonia para el reino español, pero, al año siguiente, debió resistir un ataque organizado por los portugueses pero liderado por los ingleses. John Mac Namara estuvo al frente de la flota inglesa que se dirigió al Río de la Plata. El 6 de enero de 1763 se inició el cañoneo. Ceballos y sus hombres repelieron el ataque inglés, pero por el Tratado de Paz de París, Colonia fue cedida a Portugal.
SEGUNDA INVASIÓN INGLESA: (enero de 1765). Mientras en el mundo se conocía la noticia de la colonización de las Malvinas por parte de los franceses, Inglaterra se disponía a conquistarlas. En junio de 1764, el comodoro John Byron partió desde Inglaterra para ocupar las Malvinas.
Llegó a la isla Trinidad el 23 de ene ro de 1765, desembarcó en ella con todos sus oficiales y efectivos y plantó un mástil con la bandera británica. Declaró que tomaba posesión de todas islas del archipiélago bajo el nombre de Falkland Islands. Fundó puerto Egmont y recorrió parte de islas poniendo algunos nombres a bahías y estrechos. Pero, lo cierto es que hacía más de un año que los franceses se habían instalado en la Bahía Anunciación, en la isla Soledad de este archipiélago.
TERCERA INVASIÓN INGLESA: (junio de 1806). Considerada históricamente como la primera invasión inglesa. El 25 de junio de 1806, las fuerzas británicas, al mando del brigadier WILLIAM CARR BERESFORD inician un desembarco en las playas de Quilmes.
El virrey RAFAEL SOBREMONTE que está al frente del gobierno de Buenos Aires, intenta la resistencia pero es derrotado. En la tarde del 27 de junio, Beresford llega al Fuerte en el centro de la ciudad y recibe la capitulación de la ciudad. El capitán de fragata Santiago de Liniers decide organizar la reconquista de Buenos Ares desde Montevideo. El 12 de agosto de 1806, las fuerzas de Liniers, junto a todo el pueblo de Buenos Ares, se lanzan al asalto sobre el centro de la ciudad y logran el triunfo. Beresford iza la bandera blanca y se rinde con toda su tropa.
CUARTA INVASIÓN INGLESA,. Considerada históricamente como la segunda invasión inglesa (28 de junio de 1807). Esta vez la flota inglesa venía al mando del general John Whitelocke y ahora el virrey del Río de la Plata era SANTIAGO DE LINIERS.
La invasión se inicia el 28 de junio, sin encontrar resistencia, en un principio. Pero las fuerzas de Buenos Aires, se agrupan nuevamente al mando de Liniers y son derrotadas en los Corrales de Miserere, actual plaza Once). Liniers se retira a la Chacarita y vuelve esta vez, con una fuerza de 1.000 hombres.
El 5 de julio a las seis y media de la mañana, empieza el combate final. La lucha termina sólo dos días después y luego de largas negociaciones, Whitelocke acepta la derrota y firma la capitulación de sus tropas.
Una invasión para hacer negocios. En 1807, una vez instaladas las tropas invasoras inglesas en Montevideo, comenzaron sus preparativos para dar el asalto final a la presa que los había tentado a realizar esta nueva incursión hacia las tierras de América: Buenos Aires era el destino final de un ambicioso proyecto que soñaban para la colocación de sus mercaderías en un mercado que estimaban “fabuloso”.
Pero simultáneamente con esos preparativos bélicos, no pudiendo olvidar sus genes de mercaderes, instalaron en Montevideo una inmensa feria con artículos de toda clase que vendían a precios que se consideraban muy baratos, lo que al principio, provocó gran euforia entre la población oriental, súbitamente tentada con toda clase de artículos importados, mientras los mercaderes ingleses, no dejaban de ponderar los beneficios del «libre comercio», tanto en sus conversaciones como a través de las columnas de «La Estrella del Sur», el periódico que editaban para difundir sus “ideas”, en cuyas páginas subrayaban que la baratura y la calidad de sus productos, significaban un gran beneficio para el mercado rioplatense,
Pero, llegadas estas noticias a Buenos Aires, una nueva preocupación se sumó a la que provocaba la presencia de las tropas inglesas en la vecina orilla, prestas para dar el asalto final.
Alguien comenzó a pensar en ello y pronto la realdad se puso de manifiesto. ¿Quién duda que estos géneros, estas manufacturas, estos artículos para el hogar, estos muebles y objetos de metal que llegan al virreinato, no significan, al mismo tiempo, la ruina de muchos trabajadores de nuestras tierras?.
Se decían quienes veían más allá de esta inesperada avanzada comercial. Desde el momento en que las tejedoras de lana de Alto Perú, de bayetas santiagueñas, de muebleros de Tucumán, no pueden competir con los productos fabricados en serie que vienen de Inglaterra, habrá centenares de hogares que no podrán vender lo que les permite vivir con decoro, y esos trabajadores, compradores potenciales a su vez, desaparecerán del mercado, al ser lanzados a la miseria.
Hasta la “Gazeta” se hizo eco de esta preocupación diciendo “ en Tucumán se fabrican muebles, aprovechando las riquezas de sus bosques; en el Alto Perú se producen objetos de metal de uso doméstico y lanas de gran calidad; en Paraguay se realizan artículos de toda clase a los que la habilidad manual de los naturales, confiere gran calidad.
Pero en ninguna de las regiones del virreinato se podrá enfrentar por ahora a la competencia de la producción británica, que tiene mayor experiencia industrial y que aplica las maravillas de la fuerza del vapor de agua. Ciertamente, pasarán todavía algunos años antes que en estas tierras puedan producirse artículos en serie.
Entre tanto, si nos dejamos fascinar por la calidad y baratura de los que llegan de Europa, estaremos matando nuestro propio futuro como productores de los mismos artículos, para lo cuales se tenía materia prima en abundancia, desde lana y madera, hasta metales de toda clase”.
¡Cuidado con el “libre comercio”, continuaba diciendo. En este campo, la abundancia de hoy, es la miseria de mañana. Los ingleses cuya invasión ha sido derrotada ya una vez, ahora intentan invadirnos por segunda vez, pero ahora han mostrado la verdadera razón de sus intentos: Han traído sus mercaderías, pretendiendo engatusarnos como lo hicieron con los aborígenes de tantas tierras como colonizaron para su provecho”.
UNA INVASIÓN QUE SE FRUSTRÓ EN 1808. El fracaso del ataque del general WHITELOCKE a Buenos Aires produjo enorme desaliento en los círculos dirigentes británicos. Sin embargo, el gobierno de Londres pronto inicia el estudio de nuevos planes de intervención militar en América.
Esta vez y como consecuencia del desastre sufrido en el Río de la Plata, los ingleses resuelven adoptar una táctica distinta, retornando al pensamiento primitivo del canciller de la corona, Mr. PITT, POPHAM y MIRANDA. Sus ejércitos se presentarán en América, no como conquistadores, sino como libertadores. De esta forma, se piensa, los criollos en lugar de resistir, habrán de apoyar con entusiasmo a las fuerzas inglesas de invasión.
De acuerdo con estos proyectos, el objetivo esencial –la eliminación definitiva del poder español en el nuevo continente y la apertura de sus inmensos mercados al comercio británico– se logrará a corto plazo y con un mínimo de pérdidas.
El general ARTHUR WELLESLEY, futuro duque de Wellington, toma entonces a su cargo la preparación de la que será, la tercera invasión británica. Asesorado por el jefe venezolano FRANCISCO MIRANDA, Wellesley presentó una serie de proyectos de ataque y propone la creación en América de una monarquía de tipo constitucional.
Ésta contará con un Parlamento similar al británico, constituido por una Cámara alta cuyos miembros serán designados por el rey con carácter vitalicio y una Cámara baja integrada por hombres “capacitados por su edad y sus bienes” para ejercer la representación de la gente.
Estos últimos serán elegidos por los Cabildos y los terratenientes. Las restantes instituciones coloniales españolas serán, en un primer momento conservadas, pero posteriormente se las reformará, a medida que el tiempo y la experiencia demuestren lo que le conviene al país y al pueblo.
A fines de 1807, en el puerto irlandés de Cork, se concentraron las tropas destinadas a operar en América, pero la situación europea obligó al gobierno inglés a postergar el envío de la expedición.
Cuando el 2 de mayo de 1808, se produce el levantamiento del pueblo de Madrid contra los franceses, el general Wellesley envía un memorándum al gobierno aconsejando que “las tropas reunidas en Cork sean embarcadas y dirigidas a las costas de la península, para apoyar un eventual levantamiento de toda España contra Napoleón. Si la insurrección no llegara a producirse, una parte del ejército británico debería zarpar inmediatamente hacia el Río de la Plata y la otra se dirigirá a México”.
Para la expedición al Río de la Plata, Wellesley asigna una fuerza de 10.077 soldados y añade: “este ejército llevará los siguientes pertrechos: 2 millones de balas, 50.000 piedras de fusil, dos brigadas ligeras de artillería con cañones de 9 libras, dos morteros de 10 pulgadas, cuatro morteros de 5 pulgadas, útiles para trincheras para 8.000 hombres, bolsas y escaleras. Para proveer al ejército criollo que se piensa organizar, se llevarán además 7.000 fusiles, 7.000 picos, 1.000.000 de balas y 25 mil piedras de fusil”.
El itinerario que se traza para la expedición es el siguiente: “las fuerzas de invasión partirán de Irlanda a comienzos del mes de junio de 1808, llegarán a las costas españolas el día 15 y esperarán allí un mes.
En caso de no verificarse la rebelión en España, zarparán el día 15 de julio y arribarán al Río de la Plata el 15 de setiembre”. Esta invasión, sin embargo, no se produjo. Tal como lo ha previsto Wellesley, toda la península se levanta en armas contra los franceses y las tropas británicas son conducidas a Portugal, donde desembarcan el 1º de agosto de 1808, para combatir a Napoleón.
QUINTA INVASIÓN INGLESA (enero de 1833). España había mantenido efectivamente ocupadas las islas Malvinas hasta 1811. Desde esa fecha hasta 1820, sólo quedó en ellas un reducido grupo de colonos criollos.
Pero el 27 de octubre de ese año, llegó a las islas el coronel de marina David Jewett, desembarca en Puerto Soledad e iza la bandera argentina en el Fuerte.
El 20 de junio de 1829, LUÍS VERNET es nombrado comandante político y militar del archipiélago y en diciembre del mismo año lo reemplaza el teniente JOSÉ MARÍA PINEDO. Hasta que el 2 de enero de 1833, el capitán de la marina británica John Orslow, al mando de la corbata “Clío”, fondea en la bahía del Puerto Soledad y toma por asalto la guarnición de la isla, informándole a Pinedo que lo hacía en nombre del imperio británico. Ordena a sus hombres arriar la bandera argentina y en su reemplazo, iza la inglesa, ante la impotencia de Pinedo y sus hombres, que no estaban en condiciones de impedir ese atropello a nuestra soberanía.
SEXTA INVASIÓN INGLESA (20 de noviembre de 1845). La flota anglo-francesa había decidido bloquear el Río de la Plata, con la escusa de la defensa de derechos conculcados a ciudadanos franceses, aunque su objetivo era obtener la libre navegación del río Uruguay, dominar el Paraná y ponerse en contacto con la ciudad de Corrientes, que en ese entonces estaba en guerra con JUAN MANUEL DE ROSAS.
El 20 de noviembre de 1845, once barcos de guerra ingleses y franceses, dejando al amparo del puerto de Montevideo 40 buques mercantes cargados de mercaderías, iniciaron su avance remontando el río Paraná. Rosas, gobernador de Buenos Aires le ordena al general LUCIO V. MANSILLA que detenga el avance de esa flota y para ello, Mansilla dispone la instalación de algunas baterías en las márgenes del río a la altura de la Vuelta de Obligado y hace tener gruesas cadenas atravesándolo.
Los ingleses luego de nueve horas de intenso combate, lograron silenciar las baterías de Mansilla y luego de romper las cadenas que le impedían el paso, prosiguió su marcha hacia el norte, dejando tras de sí varias de sus naves fuera de combate.
SÉPTIMA INVASION INGLESA (julio de 1908). Enterada Inglaterra de las perspectivas que ofrecía la pesca de las ballenas en los mares del sur, unilateralmente decidió cobrar impuesto a esta actividad aprovechando su asentamiento armado en las islas Malvinas.
Por esa razón, en 1908 sancionó una carta patente en forma totalmente arbitraria adjudicándose, además de las Georgias y las Sandwich territorios argentinos y chilenos. Quedaría bajo su poder todo lo que estuviera al sur del paralelo 50 con lo cual se adjudicaba, además de las islas, la provincia de Santa Cruz, Tierra del Fuego, el sur de Chile y la península Antártica. Ese mismo año instaló en Grytviken un delegado del gobernador de las Malvinas.
OCTAVA INVASIÓN INGLESA (25 de abril de 1982). El 25 de abril de 1982, el ministerio británico de Defensa anunció que sus fuerzas, luego de más de quince días de navegación por el Atlántico, habían desembarcado en las islas Georgias, para retomar el territorio de las islas Malvinas, que luego de infructuosas tratativas que se realizaron a nivel diplomático, había sido ocupado por fuerzas del ejército argentino desde el 2 de abril de ese año, con el objeto de reasumir la soberanía de esos territorios, usurpados por la fuerza por Gran Bretaña en 1833.
Esta vez, los invasores debieron agotar todos sus esfuerzos para lograr, tras casi dos meses de lucha, apoderarse nuevamente por la fuerza de territorios de nuestra pertenencia (ver Invasiones inglesas. Apostillas).
Esta hipótesis, un tanto forzada numéricamente, pertenece al contralmirante Laurio Destefanis.
No acuerdo mucho con ella, algunas de las invasiones no son tales, y además para muchos historiadores las de 1806 y 1807, no son dos, sino la misma…
Martín Miguel de Güemes, el líder de la guerra gaucha que frenó el avance español con sus tácticas guerrilleras, participó en la defensa de Buenos Aires durante las invasiones inglesas como edecán de Santiago de Liniers. En esas circunstancias fue protagonista de un hecho insólito: la captura de un barco por una fuerza de caballería. Una violenta bajante del Río de la Plata había dejado varado al buque inglés “Justine” y el jefe de la defensa, Santiago de Liniers ordenó atacar el barco a un grupo de jinetes al mando de Martín Güemes.felipe pigna