VIOLENCIA EN EL DÍA DE LOS TRABAJADORES (01/05/1909)

Los festejos por el «Día del Trabajador» en 1909, en Buenos Aires, quedaron grabados en la historia negra de la Argentina por la violencia que se desató luego de que la policía reprimiera con innecesario rigor a un grupo de exaltados manifestantes.

Eran los tiempos de la presidencia del doctor FIGUEROA ALCORTA, y el país, que había recibido a miles de inmigrantes europeos, era escenario de graves conflictos sociales.

Fue entonces, que el 1º de mayo de 1909, durante los festejos por el «Día de los trabajadores», en la Plaza Lorea, se producen graves desórdenes en la ciudad de Buenos Aires y la represión policial es violentamente resistida por miles de manifestantes y dirigentes sindicales.

Al día siguiente, el 2 de mayo, los diarios condenaron el ataque y alguno de ellos tituló: «¡Buenos Aires está de duelo!» y los sectores políticos opositores coincidieron en adjudicar la responsabilidad de las muertes a Ramón Falcón.

Los representantes del partido socialista, doctores ALFREDO L. PALACIOS y ENRIQUE DICKMANN, se entrevistaron con el Ministro del interior, doctor NICOLÁS AVELLANEDA, para protestar porque no se les había permitido a sus simpatizantes, realizar en paz una reunión pública de su partido.

Simultáneamente los socialistas, unidos a los anarquistas, declararon un paro por tiempo indeterminado, a partir del 3 de mayo, exigiendo la renuncia del jefe de Policía.

Al día siguiente, la huelga se había extendido a Rosario, La Plata, Junín, Bahía Blanca y otros centros fabriles. La manifestación del día de los trabajadores había sido en realidad, organizada por la FORA, uno de los primeros sindicatos anarquistas que comenzaban a operar en el país y se alineaban con ella, el partido socialista y los numerosos simpatizantes de la anarquía, reclutados entre los inmigrantes españoles e italianos, la mayoría de ellos, involucrados en sus países de origen, con esa tendencia política.

Recogiendo datos de testigos presenciales, se supo que mientras los manifestantes marchaban hacia la Plaza Lorea, lugar elegido para la concentración, un automóvil circulaba por la Avenida de Mayo llevando al jefe de la Policía, coronel Ramón L. Falcón que se mostraba atento al desarrollo de los acontecimientos.

Algunos manifestantes lo reconocieron y rechazando su presencia en el lugar, lo insultaron y apedrearon su automóvil. Poco después, la Policía inició una trágica represión que dejó como saldo ocho muertos y más de un centenar de heridos, sin que se registraran bajas o heridos entre los represores.

Horas más tarde se detuvo a 16 dirigentes anarquistas y se clausuraron sus locales. El presidente Alcorta se negó a pedir la renuncia de Falcón y la huelga se prolongó hasta el 7 de mayo, cuando el gobierno nombró una comisión para negociar con los sindicatos. El conflicto se solucionó cuando se liberó a todos los presos por la huelga y se reabrieron los locales obreros.

Pero el 7 de mayo, cuando todo hacía suponer que el levantamiento de la huelga obrera permitiría volver pronto a la normalidad, estalló una poderosa bomba en Corrientes y Cerrito que hirió a 20 personas, algunas de gravedad.

El artefacto había sido dejado en una canasta, en la plataforma delantera del tranvía número 1 de la empresa Lacroze; pero el motorista JOSÉ GETINA al oir el tic-tac de un reloj, sospechó la verdad.

Al llegar a esa esquina, depositó la canasta en la acera y avisó a la policía. Advertido el peligro se dio la voz de alarma y en ese momento, cuando eran las 18,30, se produjo la explosión, sin dar tiempo a que el público se alejara totalmente del lugar (El anarquismo en la Argentina).

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