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QUEMA DE INSTRUMENTOS DE TORTURA (25/05/1813)
La Asamblea de Año XIII abolió los tormentos y en la Plaza Mayor de Buenos Aires, cumpliendo su perentoria orden, fueron quemados los instrumentos de tortura que se hallaban depositados en los calabozos del Cabildo.
Rápidamente, el verdugo oficial JOSÉ DÍAZ, quizás queriendo limpiar de su conciencia tanto dolor que infligiera, se apresuró a arrojar espectacularmente al fuego la silla utilizada para las torturas que se hallaba en la cárcel del Cabildo y con ella se inició una hoguera en la Plaza Mayor, a la que fueron arrojados luego todos los demás elementos e instrumentos que eran utilizados para tal abominable práctica.
“El hombre ha sido siempre el mayor enemigo de su especie, por un exceso de barbarie ha querido demostrar que podía ser tan cruel como insensible al grito de sus semejantes».
«Él ha tenido a la vez, la indigna habilidad necesaria para inventar cadenas para esclavizar, para erigir cadalsos, para sacrificar víctimas y para imaginar tormentos atroces para que la misma muerte fuese anhelada como el único recurso de algunos desgraciados”.
Así comenzaba el texto que la Asamblea del Año XIII había elaborado el 20 de mayo de 1813 y que terminaba prohibiendo el uso de instrumentos de tortura y ordenaba quemarlos ante el pueblo.
Aunque a mediados del siglo XVIII surgió en Europa un movimiento protagonizado por los pensadores de la Ilustración tendiente a prohibir la tortura, en España, era una práctica corriente y la trasladaron a América, dándole cobertura legal mediante “Las Partidas” (específicamente la Partida XII, Título XXX que legislaba las torturas) y la Ley Vª de las “Leyes para los Adelantados”.
Durante la ocupación de España por los franceses, las Cortes de Cádiz habían aprobado en 1811 por unanimidad, una Constitución que abolía la tortura. Pero cuando Fernando VII regresó al poder, anuló esa Constitución y reimplantó el uso del tormento.
Los miembros de la Asamblea del Año XIII, conocían las ideas de la Ilustración y tuvieron el propósito de llevarlas a la práctica, pero ni la ley ni la quema de los instrumentos cambiaron las crueles prácticas. La tortura se siguió ejerciendo, fue uno de los rasgos más oprobiosos de la dictaduras que ejercieron su poder en diversos países del mundo y sigue presente en muchos casos de violencia policial.
En el virreinato del Río de la Plata, el “tormento” era aplicado para obtener confesiones, castigar o intimidar al detenido o por simple sadismo del torturador. También fue aplicado por los terratenientes en el interior del país donde la única ley era su voluntad.
El potro, la garrucha, y el brasero fueron los tormentos más utilizados y una somera descripción de estas infernales técnicas de interrogación, dará una idea de su crueldad:
“El potro” era un instrumento de tortura en el que la víctima era atada de pies y manos a un torno (el potro), que al girar, tiraba de las extremidades en sentidos diferentes, dislocándoselas hasta llegar a la desmembración.
“La garrucha”, consistía en elevar al reo por medio de una soga atada a sus manos y con un gran paso atado de sus extremidades inferiores, lo que al poco tiempo, si no confesaba lo que querían oír sus torturadores, producía el desgarro de las articulaciones de ambos brazos y enseguida la muerte.
La tortura del “brasero” se llevaba a cabo suspendiendo al infeliz por encima de un gran brasero. cuya proximidad, prácticamente le asaba los pies, mientras se le exigían respuestas que quizás no supiera o no quisiera dar (ver La Inquisición en América).