RECORRIENDO LA CIUDAD. PALERMO, AVENIDA ALVEAR, RIVER PLATE Y ARMENONVILLE

Después de la caída de Juan Manuel de Rosas, su residencia «Palermo de San Benito» fue destinada a diversos fines. Según consta en una nota del diario «The Standard», la primera exposición ganadera-industrial que por iniciativa del señor DIEGO WHITE se realizó en el país, fue inaugurada el 15 de abril de l858, ocupando todos los edificios y el parque de esa quinta.

En un tiempo, fue también sede del Colegio Militar de la Nación, de donde salieron en la mañana del 26 de julio de 1890, los oficiales y cadetes que intervinieron en la revolución, encabezados por HIPÓLITO YRIGOYEN y ARISTÓBULO DEL VALLE, que marchando en calidad de políticos opositores al gobierno, provocaron la renuncia del presidente JUÁREZ CELMAN.

El 3 de febrero de 1899, a instancias de DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO y siendo Intendente de la ciudad de Buenos Aires ADOLFO J.BULLRICH, las últimas paredes de la casa de Rosas cayeron, debiendo emplearse cargas de dinamita para poder derrumbarlas.

Allí, luego se levantó la estatua del educador sanjuanino y a poca distancia, frente a los jardines y al Parque Zoológico, el «Monumento de los Españoles», obra del escultor QUEROL, levantado como prueba de amistad con la península Ibérica.

Llegamos ahora a la Avenida Alvear,  una calle que fue, en su momento, un sector de la ciudad que albergaba hermosas y grandes quintas como la del señor BOLLINI o la de FRANCISCO DEL SER, cuyo parque, fue luego comprado para construír allí la actual sede del Automóvil Club Argentino y que hoy ve realzado su señorío, exhibiendo las estatuas ecuestres de ALVEAR y de BARTOLOMÉ MITRE.

En la esquina formada con Pereyra Lucena se hallaba el «Pabellón de las Rosas» y el también famoso cabaret «Armenonville», donde actuara exitosamente el dúo Gardel-Razzano, frente a las «patotas» adictas al tango integradas por jóvenes de apellidos rumbosos como Macoco Álzaga Unzué, Bernardo Duggan, o Juan Carlos de Acevedo Ramos.

También el fútbol quiso hacerse presente en la aristocrática avenida; el club River Plate partió de la Boca para inaugurar su sede en la manzana comprendida por la Avenida Alvear, Tagle, Austria y Avenida Centenario (hoy Figueroa Alcorta), ganándose el apelativo de «millonarios» a partir del 20 de mayo de 1923.

Si retrocedemos algo en el tiempo, recordamos también a la Avenida Alvear por un hecho luctuoso, como fue la muerte de la esposa del aeronauta italiano JOSÉ SILIMBANI, que el 13 de marzo de 1904, con el globo que tripulaba, cayó en los filtros de las Aguas Corrientes (hoy plaza Justo José de Urquiza).

Otro hecho deportivo se produjo en aquel año de 1904, pero esta vez, afortunadamente, se trató del resultado de la primera carrera automovilística corrida en nuestra ciudad. Tuvo un recorrido de sólo 1.200 metros y fue ganada por JUAN CASSOULET, marcando un tiempo de 52 segundos y medio, o sea, a una velocidad superior a los 60 kilómetros por hora.

La familia HALE, también tenía en esa zona su residencia que llegaba hasta la calle Las Heras y que luego desapareció porque fue absorbida por las ampliaciones que se le hicieron a la Plaza Francia.

Si nos ponemos a recordar la existencia de otras «quintas» que desde el siglo XIX, se sucedían a lo largo de un corredor que desde la avenida Pueyrredón llegaba hasta el arroyo Maldonado (hoy avenida Juan B. Justo), no podemos olvidar las pertenecientes a las familias: Corrales, Diehl, Arana, Torrecilla, Coulin y Cárdenas, ubicadas todas sobre la mano izquierda, mientras que ubicadas sobre la mano derecha, es decir, más cercanas al río, las de Sánchez Elía, Castex y Vicente Costa,. quien en mayo de 1852, a solo tres meses del derrocamiento de Rosas, fundara la confitería del Águila.

Ubicada en Florida 176, pronto se constituyó en el lugar preferido de las más tradicionales familias de la sociedad argentina hasta que al cabo de los años, se instaló en la esquina de las avenidas Santa Fe y Callao, última sede en la que brilló en todo su esplendor hasta desaparecer definitivamente.

Como lo hicieron, pagando el inexorable tributo que pagan las cosas del pasado, pues como, el bar Riobamba, el Petit Café, la Confitería París (Charcas y Libertad) y tantos otros lugares que vieron pasar generaciones y hoy adornan los recuerdos de una ciudad irrepetible, en todo sentido (ver Recorriendo la ciudad. Avenida Pueyrredón)

Fuente. «Memorias de un porteño» . Pablo Solari Parravicini, Buenos Aires, 1990.

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