PACTO DE SAN JOSÉ DE FLORES (11/11/1859)

EL PACTO DE SAN JOSÉ DE FLORES, FIRMADO EL 11 DE NOVIEMBRE DE 1859, CONFIRMA EL REINGRESO DEL ESTADO DE BUENOS AIRES A LA CONFEDERACIÓN ARGENTINA.

Luego de la derrota de las tropas de Buenos Aires en Cepeda, en esta ciudad de la Provincia de Buenos Aires, mediante la firma del, Pacto de San José de Flores, es ratificado el acuerdo logrado el día anterior entre la Confederación Argentina y la provincia de Buenos Aires que dispone la incorporación de la provincia de Buenos Aires a la Confederación Argentina.

Se pone fin así a una controversia que duraba ya más de seis años y abre el camino para la definitiva organización nacional.

Firman el histórico documento el mariscal paraguayo FRANCISCO SOLANO LÓPEZ y los cinco signatarios en su texto nombrados y comienza así:

«El Excelentísimo Sr. Presidente de la Confederación Argentina y Capitán General de sus Ejércitos y el Excmo. Gobierno de Buenos Aires habiendo aceptado la mediación oficial, en favor de la paz interna de la Confederación Argentina, ofrecida por el Excmo. Presidente de la República del Paraguay, Sr. Brigadier General don Francisco Solano López, dignamente representado por el Excmo., Ministro Secretario de Estado en el Departamento de Guerra y Marina de dicha República, decididos a poner término a la deplorable desunión en que ha permanecido la República Argentina desde 1852 y a resolver definitivamente la cuestión que ha mantenido a la Provincia de Buenos Aires separada del gremio de las demás que constituyeron y constituyen la República Argentina, las cuales unidas por el vínculo federal reconocen por ley fundamental la Constitución sancionada por el Congreso Constituyente del 1º de Mayo de 1853, acordaron nombrar comisionados por ambas partes, plenamente autorizados para que, discutiendo entre sí, y ante el mediador, con ánimo tranquilo y bajo la sola inspiración de la paz y del decoro de cada una de las partes, todos y cada uno de los puntos en que hasta aquí hubiese disidencia, entre las Provincias Confederadas y Buenos Aires, hasta arribar a un Convenio de perfecta y perpetua reconciliación, quedase resuelta la incorporación inmediata y definitiva de Buenos Aires a la Confederación Argentina sin mengua ninguna de los derechos de la soberanía local, reconocidos como inherentes a las Provincias Confederadas y declarados por la propia Constitución Nacional; y al efecto nombraron —a saber: por parte del Excmo. Señor Presidente de la Confederación Argentina y Capitán General de sus Ejércitos, a los señores Brigadier General TOMÁS GUIDO, Ministro Plenipotenciario de la Confederación Argentina cerca de S. M. el Emperador del Brasil, y del Estado Oriental, Brigadier General JUAN ESTEBAN PEDERNERA, Gobernador de la Provincia de San Luis y Comandante en Jefe de la circunscripción militar del sur y doctor DANIEL ARÁOZ, Diputado al Congreso Nacional por la Provincia de Jujuy, y por parte del Gobierno de Buenos Aires a los señores CARLOS TEJEDOR y JUAN BAUTISTA PEÑA, quienes canjeados sus respectivos plenos poderes y hallados en forma, convinieron en los artículos siguientes»:

Artículo 1º. Buenos Aires se declara parte integrante de la Confederación Argentina, y verificará la incorporación por la aceptación y jura solemne de la Constitución Nacional.  Artículos 2º, 3º, 4º, 5º, 6º, 7º, 8º, 9º, 10, 11, 12, 13, 14, 15 se refieren a las diversas cuestiones que resuelve el Pacto referentes a la provincia de Buenos Aires, y a que dicho convenio sería sometido al presidente de la República del Paraguay por cuanto dicho país había sido solicitado por ambas partes contratantes como garantía para el cumplimiento de lo estipulado en esos artículos.

El último artículo dice: «El presente Convenio será ratificado por el Excmo. Gobierno de Buenos Aires y por el Excmo. señor Presidente de la Confederación Argentina, dentro del término de cuarenta y ocho horas o antes si fuere posible. En fe de lo cual el Ministro Mediador y los Comisionados del Excmo. Gobierno de Buenos Aires y del Excmo. señor Presidente de la Confederación Argentina lo han firmado y sellado con sus sellos respectivos. Fecho en San José de Flores a los diez días del mes de noviembre del año mil ochocientos cincuenta y nueve».

Razones de un cambio de actitud por parte de Urquiza.
En el panorama de los sucesos de 1859, vinculados con el Pacto de San José de Flores, llama la atención el contraste entre la actitud del general URQUIZA anterior a la batalla de Cepeda y la que muestra después de su victoria.

En sus documentos de mayo a octubre de ese año, Urquiza se mantiene decidido a obrar con máxima energía frente al partido que ha segregado a Buenos Aires.

Y no es menos cierto que, ante los ultrajes de la prensa liberal a su esposa —a la que comparan alguna vez con Dolores Guisado, nombre sinónimo de loca para los porteños—. URQUIZA está dispuesto a exterminar a los «salvajes unita­rios».

En su proclama dirigida a la provincia rebelde, después de Cepeda, el presidente alcanza a decir: “vengo a arrebatar a vuestros mandones, el poder con que os conducen por una senda extraviada”.

Pero los hechos dicen otra cosa. En efecto, lograda la victoria aplastante en Cepeda, Urquiza aprueba sin más las bases para convenir en San José de Flores, un “Pacto de Unión”, con  bases que excluyen la imposición de condiciones al bando vencido.

Llama, pues, poderosamente la atención, esta actitud del jefe victorioso que refrena súbitamente sus ímpetus de la víspera y fueron LUCIO V. MANSILLA y JUAN BAUTISTA ALBERDI quienes han echado luz sobre este giro político del entrerriano.

El primero de ellos, relaciona el cambio de Urquiza con su viaje a Asunción del Paraguay, a comienzos de 1859, para hacer de mediador en el conflicto paraguayo-norteamericano, gestión que culminó exitosamente el 1º de febrero de ese año con la firma del Tratado que ponía fin a las hostilidades.

Según Mansilla, durante su gestión en el Paraguay, el presidente Urquiza recibió apoyo del presidente Carlos Antonio López para lograr su reelección.

Aún más, el gobierno de Asunción reclamó dicha reelección como con­trapartida de ciertas ofertas sobre Misiones y el río Bermejo ( territorios que estaban en litigio entre ambos países). Pero la idea de la reelección, era inseparable de la vigencia de la Constitución Nacional en toda la Confederación y de la incorporación de Buenos Aires, con cuya presencia, se legalizaría la reelección de Urquiza.

ALBERDI, por su parte, en mayo de 1859 escribía a Urquiza desde París, diciéndole: “Los periódicos de la Confederación, las cartas del Plata y de Chile, sobre todo, los periódicos de Europa, inspirados por el Brasil, hablan de reelegir a Vuecelencia en la Presidencia, que viene por un voto nacio­nal, derogatorio de la Constitución en nombre de la nece­sidad pública”.

Sostenía Alberdi, sin embargo, en la misma correspondencia, que era más aconsejable elegir un hombre de la confianza de Urquiza, quien se encargaría de proceder a la reforma de la Constitución. También prevenía a Urquiza de que el consejo de la reelección emanaba de “entidades extranjeras a la patria Argentina”.

El plan expuesto a URQUIZA por ALBERDI consistía en invocar como primer punto de la reforma de la Constitución, o tal vez, único medio de proceder a ella, «la necesidad de facilitar la reincorporación de Buenos Aires al  seno de la unión federal”, idea que inspiró en gran medida las principales cláusulas del Pacto de Unión o Pacto de San José de Flores, del 11 de noviembre.

Pero también Alberdi hacía presente a Urquiza que “al tiempo de hacer la reforma, se podria establecer el principio de la reelección del Presidente». Aunque esto último no sucedería ya, por la sencilla razón de que sería el pensamiento del Estado de Buenos Aires el que se impondría en la Convención Constituyente de setiembre de 1860.

De todos modos, la idea dominante entre estos dos consejeros de URQUIZA en 1859,  fue que debía aceptar ser reelegido presidente. Y ella ayuda a explicar las visibles concesiones urquicistas a Buenos Aires contenidas en el Pacto de San José de Flores.

«La casa donde se firmó el histórico documento cuyas cláusulas sirvieron para la organización del país, perteneció a JUAN NEPOMUCENO TERRERO. La ubicación de la misma provocó desacuerdos entre los historiadores e investigadores; pero se llegó a la conclusión, después de serios estudios, que el solar de está situado, según los planos de 1832, 1871, 1887 y 1895, en la acera norte de la avenida Rivadavia, entre las calles Boyacá y Terrero (de la Capital Federal), hasta tocar los fondos con las vías del ex ferrocarril Oeste, actual Domingo Faustino Sarmiento.

El 11 de noviembre de 1858, en ese sitio se colocó una placa recordatoria que fue descubierta por la Comisión de Homenaje al Centenario del Pacto de Unión Nacional de San José de Flores (creada por Decreto número 12.958/1959), con motivo de la celebración de la efeméride.

A partir del Pacto de San José de Flores, la Nación Argentina será una e indivisible porque la provincia de Buenos Aires, retirada de la Confederación luego de la Revolución del 11 de septiembre de 1852, volvió al seno de su familia, es decir, junto a sus hermanas menores, las provincias del interior, con las que había nacido a la vida histórica. Una e indivisible, pese a los desencuentros de Pavón, de las guerras civiles posteriores y de la federalización de Buenos Aires.

Los motivos que tuvo Urquiza. El general Urquiza llega a la cúspide de su vida pública con este documento de confraternidad.

No es el Pronunciamiento del 1º de mayo de 1851 el que cambió la orientación política argentina, abierta al mundo, ni la batalla de Caseros, prolegómeno de la Constitución Nacional y base de la democracia social, sino este Pacto, que afirmó para siempre la nacionalidad.

Había motivaciones profundas en Urquiza. Somos hijos de la geografía y por lo tanto Buenos Aires era y es el embudo de salida al exterior de nuestra tierra. ¡Si lo sabrán las provincias que tanto lo han padecido!. Buenos Aires tenía puerto, tenía aduana y tenía recursos que ella les proporcionaba.

Dinero es poder. Con dinero se compran armas, uniformes, se organizan ejércitos, se pagan salarios. Con todo ello, Buenos Aires sojuzgó a las provincias. Urquiza supo del predominio de Buenos Aires, de la Ley de aduanas de 1835, de la influencia de Rosas y de la subordinación obligada del interior”.

«Durante el Virreinato, según la idea concebida por aquel gran español que fue el mariscal, PEDRO DE CEVALLOS, la Argentina llegaba hasta el Perú, tenía salida al Atlántico a la altura de Rio Grande do Sul y al Pacífico, al sur del río Biobío.

La plata y el oro de Bolivia los bajaban por la quebrada de Humahuaca y las provincias tenían un activo comercio y moneda metálica. Todo eso se había perdido en 1812.

La miseria y la desesperación dieron origen a revoluciones, caudillos, caudillejos y aventureros, señores de horca y cuchillo que retrasaron aún más sus poblaciones. Comenzó a dependerse de la renta aduanera del Plata, producida por la exportación de cueros y tasajo, en el marco de una economía depredatoria de vacas salvajes y libres, que pacían en una pampa sin límites y sin alambrados».

La realidad de Rosas. No se podría comprender a Rosas, a los Anchorena, a Estanislao López, sin admitír la existencia de un sistema primitivo y brutal. Rosas es el producto de este medio. Por eso, denostarlo no tiene sentido porque representó a la sociedad de su tiempo e hizo lo suyo a su manera, adherido a la tierra y al poder omnímodo y con respaldo popular.

Eran individuos capaces de cargar a degüello, sable en mano, pero incapaces de quedarse con dinero ajeno, y menos aún si era público. Rosas fue un paisano de cuentas ordenadas, casi meticulosas, limpias.

Pero nadie puede unir la palabra democracia a su gobierno. No permitió oposición alguna; él mismo era fuente de derecho. Cuando llegó el bloqueo francés cerró las escuelas y la universidad. Muchos de los que hoy lo elogian no habrían podido vivir en ese clima.

Urquiza tiene, en cambio, el mérito de haber salido de ese marco en el que estaba inmerso, haber entrevisto el futuro de la Revolución Industrial que comenzaba a derramarse por el Viejo Mundo.

Por eso reemplazó el grito estentóreo y de terror de «¡mueran los salvajes unitarios!» por el de «¡mueran los enemigos de la organización nacional!».

La Constitución que él puso en marcha le dio, a su vez, límites a su propia autoridad y a toda autoridad. Le puso plazos al poder y ¡a los seis años de mandato se fue!. No se inmiscuyó en las deliberaciones de los constituyentes cuando redactaban la Carta Magna, le juró obediencia, se subordinó al poder de las instituciones, aceptó las críticas periodísticas, fundó el Colegio de Concepción del Uruguay, verdadero faro luminoso que educó a la generación del Ochenta, que gobernaría el país después de su muerte. Toda obra de progreso lo contó entre sus ardientes partícipes: ferrocarriles, industrias, navegación, transporte, banca. Decisiones rápidas, resolución valiente y arriesgada basada en la buena fe.

Ni vencedores ni vencidosDespués de Caseros Urquiza no dijo «¡Muera!»; por el contrario, expresó: «¡Ni vencedores ni vencidos. Libertad y fusión de los partidos!».

Después de Cepeda, en la batalla que venció a Buenos Aires, se dirige a la orgullosa provincia separatista y le dice «¡Un abrazo de hermanos!» .

Hoy, la estatua de Rosas se levanta en cercanías de la de Urquiza. Dos personalidades, dos políticas. En el Museo Histórico Nacional se guardan las reliquias que pertene­cieron a ambas figuras. En salas separadas, pero contiguas en la distancia, sus objetos preciados nos miran con sus ojos ciegos indicando su antigua pertenencia.

No discriminamos a los próceres ni somos jueces del pasado. Todas son glorias del pueblo argentino, que las hace suyas. Tampoco usamos la historia como argumento para beneficio de la política partidaria del presente». El texto «encomillado» es copia de un artículo publicado por el doctor Juan José Cresto, Director del Museo Histórico Nacional.

5 Comentarios

  1. Maia

    No entendi nada yo necesito saber los nombres de las provincias que firmaron el pacto de san jose de flores…..

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  2. Anónimo

    tiene usted todo el derecho de no entender nada. Hemos obviado lo más importante de nuestra información y ahora, gracias a Usted podremos corregir el error. El Pacto de San José de Flores fue firmado por Juan Bautista Peña y Carlos Tejedor representando al Estado de Buenos Aires, Tomás Guido, Daniel Aráoz y Juan Esteban Pedernera lo hicieron por la Confederación Argentina y el general paraguayo Francisco Solano López actuó como moderador.

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    1. queti

      putito

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  3. Anónimo

    Necesito saber quienes participaron

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  4. nico

    cual es el pacto yo pido el texto

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