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GUERRA DE LAS REPUBLIQUETAS (16/03/1816)
El 16 de marzo de 1816, los nativos del Alto Perú se lanzan a una guerra contra los invasores realistas, que la Historia conoce como «la guerra de las Republiquetas».
Desde 1809, los elementos nativos del Alto Perú, estuvieron permanentemente en guerra abierta con los realistas, a los cuales combatieron sin descanso y por todos los medios; con fusiles, cuando los tenían; y cuando no, a pedradas y a palos, o bien, derrumbando grandes peñascos sobre los destacamentos que transitaban por los valles y hondonadas, los que, rebotando por las laderas de los cerros, aplastaban cuanto encontraban a su paso, ya fueran cosas u hombres.
Recordemos que según lo definiera BARTOLOMÉ MITRE, las «Republiquetas» era como se llamaba a cada una de las zonas o valles cuyos habitantes obedecían a un caudillo popular.
Las principales por su extensión, cantidad de habitantes y potencialidad para la guerra, fueron las de «Ayoupaya», «Chayanta», «Mizque», «Santa Cruz de la Sierra», «Cinti», «Pomobamba» y «Muñecas» y le costaron a los ejércitos del rey sacrificios enormes, sin resultados apreciables, puesto que nunca dominaron, más que el terreno que pisaban y esto, aún no del todo.
En una de las incursiones que hicieron las columnas realistas al territorio de las «Republiquetas», atacaron al caudillo de una de ellas, VICENTE CAMARGO, que se hallaba con su gente en las alturas de Ancapuñima.
Los atacantes, divididos en dos columnas, acometieron con ímpetu, pero fueron repelidos con tanta energía, que una de sus columnas tuvo que retroceder por tres veces. Se combatió rudamente durante una hora, a tiros y bayonetazos; con piedras, palos y macanas.
CAMARGO fue derrotado así en el combate de «Arpajá» librado el 3 de abril de 1816. Estando herido de bala, logró huir, pero tres días más tarde, fue hallado y hecho prisionero. Murió ese mismo día y fue degollado por el mismo comandante BUENAVENTURA CENTENO.
El comandante español, al dar parte del combate, dijo: «Jamás he visto despecho ni energía semejante a la de estos enemigos, que asaltaban los fusiles como si no ofendiesen».
Pero al fin, los vencedores pagaron cara su victoria, pues, según confesión del jefe que los mandaba, dejaron en el campo 120 hombres. Los nativos, dispersos en el primer momento, se reunieron después en cinco grupos, que se mantuvieron siempre a la vista de los españoles, hostilizándoles e incomodándoles continuamente.
Exasperado por tal actitud, que fatigaba y desmoralizaba a sus soldados, CENTENO hizo fusilar a los prisioneros que había hecho, entre los cuales se hallaban los caudillejos RUDESINDO ÁVILA y MANUEL DÍAZ.
Bartolomé itre y la «Guerra de las Republiquetas»
En el Capítulo XXXIII de la obra de BARTOLOMÉ MITRE «Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina», que lleva por título «Las Republiquetas», se refiere a estas circunstancias de nuestra Historia.
La palabra republiquetas suena hoy con un matiz peyorativo, pero no lo tenía en tiempos en que MITRE trató el tema diciendo: «Nos referimos a las insurrecciones populares del Alto Perú, que han pasado a la historia con la denominación de Guerras de las Republiquetas, que les dieron sus contemporáneos, para distinguirlas de las Montoneras en la República Argentina».
Hoy, en un lenguaje político contemporáneo, podría usarse la palabra «republiqueta» como sinónimo de «zona liberada». Mitre agrega enseguida: «Es ésta una de las guerras más extraordinarias por su genialidad, la más trágica por sus sangrientas represalias y la más heroica por sus sacrificios oscuros y deliberados».
«Lo lejano y aislado del teatro en que tuvo lugar, la multiplicidad de incidentes y situaciones que se suceden en ella, fuera del círculo del horizonte histórico, la humildad de sus caudillos, de sus combatientes y de sus mártires, han ocultado por mucho tiempo su verdadera grandeza, impidiendo apreciar con perfecto conocimiento de causa, su influencia militar y su alcance político».
«Esa guerra popular, verdadera «guerra de guerrillas», anota el autor, precedió a la de Salta y le sirvió de ejemplo, si bien no tuvo éxito similar».
«La contienda de las «Republiquetas» duró quince años, tuvo ciento dos caudillos, de los cuales murieron en combate noventa y nueve «sin que uno solo capitulara, ni diese ni pidiese cuartel».
«Esta eficaz guerra de guerrillas, tuvo como efecto la paralización de grandes unidades regulares de los realistas y la continuación de la lucha, incluso cuando las fuerzas de los revolucionarios no tuvieron éxito en las campañas del Alto Perú y continuaba la tradición guerrera de los indígenas y los criollos sudamericanos, que dio en el Alto Perú el primer grito de independencia».
Según queda narrado en los primeros capítulos de ese libro, un año antes de que estallara en Buenos Aires la gran revolución de 1810, habían subido al patíbulo en la ciudad de La Paz los primeros mártires de la independencia americana (ver Rebeliones de Chuquisaca y La Paz).
En el curso de 1816 el movimiento insurreccional se localizó en seis puntos del territorio del Alto Perú y se hizo fuerte en ellos desafiando el poder de las armas españolas. Nombres de lugares de Bolivia con resonancias históricas y trascendencia actual se leen en ese capítulo de la obra de Mitre. «Tres Republiquetas envolvían a Cochabamba: Ayoupaya, Chayanta y Mizque. Otras dominaban los accesos de Charcas, los caminos entre Potosí y Chuquisaca».
Por ordenanza municipal del 27 de noviembre de 1893 se dio el nombre de Republiquetas a una calle de la ciudad de Buenos Aires, para evocar los focos autónomos de rebelión, durante las luchas por la Independencia en el Alto Perú.
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Gracias por recordarnos la real trascendencia de este acontecimiento y su influencia en nuestra Historia.